viernes, 11 de enero de 2019

Por un plato de lentejas

     Es frecuente oír que, ante los enormes disparates morales de la política y legislación españolas, numerosos obispos se callan pensando en conservar la asignación tributaria y algunas subvenciones. Puede que sea así, aunque debemos añadir los complejos de inferioridad ante el Mundo. Si los obispos tuviesen como meta suprema la salvación de las almas, aunque solamente fuese de las suyas, sería difícil explicar tanto silencio y connivencia con las acciones satánicas de nuestros políticos sin algún interés adicional.
     Pero no carguemos todas las culpas sobre los obispos, presuntamente católicos, que con tanta alegría por haberse conocido presiden la desaparición del catolicismo de España. Esta mentalidad de sacrificar lo valioso por cualquier pequeña ventaja material, por ridícula que sea, impregna a todos. Un caso que roza el infantilismo es el siguiente:
     Hace algunos años el Ayuntamiento de Gijón señaló junto a cada templo católico una zona de aparcamiento reservado para servicios religiosos. Ignoro el motivo, el origen de la idea; la gente suele decir que es para que en bodas y funerales los coches de los protagonistas puedan aparcar. El espacio da para dos coche corrientitos; si se aparca uno de esos grandes todo terreno con tracción a las cuatro ruedas, que tanto se usan en las peligrosas expediciones para llevar los niños al colegio, ya no cabe otro.
     ¿Cuál es el resultado práctica de esta reserva de aparcamiento? Otro pequeño desastre de relaciones públicas para la Iglesia.
     Un clérigo me aseguró que el Arzobispado de Oviedo paga al Ayuntamiento de Gijón por esos espacios reservados. Quizás tenga razón, pero en ese caso todavía peor. En las señales solamente pone «Servicios religiosos» sin nada que indique pago, como en el caso de las vados de los garajes que tienen un número y una fecha de validez que indican con claridad que sus beneficiarios pagan periódicamente al Ayuntamiento. Cualquier persona que no sea especialmente piadosa, o sea, la gran mayoría de los españoles, al ver eso de «Servicios religiosos» piensa cosas como «más privilegios de la Iglesia» o «yo tengo que pagar por aparcar y los curas gratis”. Bueno, en realidad piensan cosas peores pero yo las suavizo.
     Nuestros eclesiásticos no se limitan a cometer un error, el del párrafo anterior, cuando pueden cometer dos o más. A continuación dejan que cualquiera aparque en esas plazas quedándose ellos mismos sin poder aparcar. Conozco sacerdotes que, cuando acuden con prisa a celebrar misa, aparcan su coche en un aparcamiento de pago sin intentar siquiera ir a ese espacio de «Servicios religiosos» pues saben que en muchas ocasiones estará ocupado y con ese intento fallido acabarán por llegar tarde a misa. Cuando les digo que llamen a la policía municipal me responden que no parece bien que la Iglesia denuncie a nadie.
     En este segundo error se puede profundizar y se profundiza. Bastantes veces ocurre que los que con más descaro aparcan donde no les corresponde son los que con más ostentación se compran coches caros. Es decir, que los coches aparcados indebidamente en «Servicios religiosos» son coches caros, bastante más caros que los coches modestos que suelen tener los sacerdotes. ¿Qué piensan los que ven esos coches lujosos aparcados en el espacio reservado? Cosas como «¡Vaya coches tienen los curas! Y luego dicen que son pobres y no paran de pedir dinero.» o «¡Quien pudiera tener coches como los de los curas!» Tampoco esto anima a los responsables eclesiásticos a pedir a la policía municipal que retire esos coches.
     Existe el dicho: «tonto hasta almorzar y después todo el día» en el que podemos incluir a no pocos sacerdotes. El único beneficio, magro beneficio pero comprensible, de tener esos aparcamientos reservados es ¿qué otro podría haber? aparcar gratis y rápido. Todo lo demás son inconvenientes en cuanto a desprestigio y críticas, más el posible pago por parte del Arzobispado. En el mundo real, no en esta fantasía en que viven muchos clérigos, yo pediría al Ayuntamiento de Gijón que suprimiese esa reserva de aparcamiento; si el Ayuntamiento se negase a suprimirla denunciaría públicamente que lo hace para desprestigiar a la Iglesia mediante un aparente regalo envenenado. Pero cuando hago este tipo de consideraciones a los sacerdotes, a los mismos que van con su coche a un aparcamiento de pago, me dicen cosas como que así pueden aparcar gratis.
     Seguro que los psiquiatras tienen alguna denominación para este tipo de comportamientos, yo me limito a dejar constancia de que los hay que venden la primogenitura por un plato de lentejas que ni siquiera tiene lentejas.

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