Distinguir a un sacerdote con buena doctrina

     Cualquiera que propague buena doctrina tendrá que llevar la contraria a las corrientes dominantes en el Mundo y en la porción mundanizada de la Iglesia, así que no es demasiado difícil distinguir a los buenos sacerdotes: basta con fijarse si predican cosas impopulares.
     Hace algunos años pude asistir a las misas que celebraba un sacerdote de la India que se hallaba estudiando en España; nunca me dio el menor motivo para dudar de su buena doctrina, pero si hubiese tenido alguna prevención habría desaparecido el domingo de la parábola del pobre Lázaro y el rico que banqueteaba; afirmó unas tres veces la existencia del Infierno y una vez que era eterno.
     El cardenal Müller acaba de publicar una declaración de fe en la que afirma la condenación eterna de los que mueren en pecado mortal, repite la posibilidad de condenarse inmediatamente para siempre, insiste en el castigo de la eternidad del Infierno y remata con que ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición. El cardenal Müller es decididamente católico.
     Con lo anterior yo ya tengo bastante para hacerle un monumento, pero el que fuera Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe condena la recaída en antiguas herejías que niegan la divinidad de Cristo, afirma el carácter revelado de la doctrina moral y, tome nota el firmante de Amoris Laetitia, que los divorciados vueltos a casar no reciben la Sagrada Eucaristía de manera fructífera porque no les trae la salvación y, además, que decírselo es una obra de misericordia. No es la única lección que da al Papa gloriosamente reinante, también afirma que la misericordia de Dios en para convertirnos a su voluntad y no para evitar la llamada al arrepentimiento.
     No me extenderé alabando al Cardenal por reafirmar el valor del celibato sacerdotal, rechazar el sacerdocio femenino, hablar del juicio individual tras la muerte y denunciar la ocultación de esta y otras verdades de la fe.