Hoy, después de un despertar cristiano (cuando Dios quiera), me dio por asistir a la misa de 11 en la parroquia de San José de Gijón. Allí me enteré de que se había suprimido esa misa por celebrar primeras comuniones a la 11:30 h. Esperé rezando –eso nunca hace daño- y asistí a las comuniones –lo que es potencialmente dañino-.
En una crítica resumida: el sacerdote mal, los niños de primera comunión bien, los monaguillos bien en cuanto de ellos dependió, el órgano y el coro francamente bien y hasta cantaron algunas cosas en latín, los fotógrafos pasables, el común de los asistentes fatal –como es común en primeras comuniones-.
Seguramente no fue la peor misa de primera comunión a la que asistí, pero que está entre las malas no me ofrece dudas.
Mi primera crítica al sacerdote: unas primeras comuniones no debieran ser en sábado por la mañana, sino en domingo; al hacerlas en sábado da la impresión de que el domingo hay cosas más importantes que hacer (quizás el que algunos de los niños jueguen al fútbol). Desde hace décadas se vienen devaluando la catequesis de niños y las primeras comuniones expulsándolas del domingo, el día del Señor y el señor de los días, para dejar ese día tan santo a cualquier otra actividad que no sea religiosa, incluida la de acostumbrar a los niños a no cumplir el precepto dominical.
El pueblo de Dios, es un decir, familiares y amigos fueron llegando con tiempo; entraron hablando y siguieron hablando –no fue fácil que se callaran- y si alguno hizo genuflexión, señal de la cruz o rezó algo debo reconocer humildemente mi incapacidad para observar tales señales de piedad. A lo largo de la misa se puso de manifiesto que muchos no sabían seguirla.
Tras advertirnos que dos horas después había una boda y por eso era necesario empezar puntuales la ceremonia empezó con 10 minutos de retraso y duró otros 64. Quedaban 46 minutos para empezar la dichosa boda, no obstante lo cual el sacerdote nos advirtió al final que había que marchar rápido por la boda. ¿Qué sentido del tiempo tiene ese señor que cree que hay que darse prisa en vaciar el templo cuando quedan 46 minutos?
Los primicomulgantes, 9 niñas y 5 niños, entraron por la puerta principal procesionalmente acompañados de dos mujeres catequistas y precedidos por dos monaguillos: cruciferario y turiferario. La proporción de sexos, 9 a 5, me parece sospechosa aunque he visto algún caso muchísimo peor. ¿Será que hasta los varones más pequeños rechazan la vacuidad que se les ofrece en la Iglesia la mayor parte de las ocasiones? ¿Será que están mucho más interesados en cosas como los deportes que las niñas y por ello rechazan ir a catequesis? Lo que quiera que sea. Si los de un sexo desaparecen a tan tiernas edades no tardarán en desaparecer las del otro.
Curiosamente el celebrante no entró en esa procesión, sino que esperó un rato a que los niños se situasen en sus sitios del presbiterio y, solamente entonces, entró él procesionando solo ¿afán de protagonismo? ¿extraño gusto litúrgico? Además entró mandando a la gente que se pusiese de pie, con lo que dio la primera de muchas muestras de actuar como un regidor de escena: poneos ahí, haced tal cosa, arrodillaos… así se pasó la misa.
En la procesión solitaria del sacerdote vi que iba de rojo e inmediatamente pensé: malo, malo, malo. Este señor va a celebrar la misa de domingo, la del domingo de Pentecostés el sábado por la mañana. Y así fue en todo, con el engaño adicional a los presentes de decirles, más adelante, que estábamos celebrando Pentecostés y esa era la misa del domingo. Supongo que cargará él ante Dios con la culpa de los que no asistan a misa este domingo.
A la entrada hubo incensación del altar, no hubo más en el resto de la misa, con el único fallo de que asignaron mal las tareas a los monaguillos. Adjudicaron el incensario al menor, un niño bastante pequeño y, por tanto, de baja estatura, que no podía presentárselo al sacerdote a una altura suficiente.
Tras la invocación trinitaria y el saludo inicial, una niña leyó la primera monición de la misa. En comparación con otras, en esta misa de primera comunión la cantidad de moniciones y adiciones fue moderada. También debo decir en honor de esa niña y de todos los que después leyeron algo que lo hicieron de manera sobradamente digna para su edad.
Primera lectura a cargo de una niña, salmo bien cantado por solista y coro, segunda lectura a cargo de un niño y evangelio proclamado por el celebrante, seguido de una homilía dialogada con los niños que levantaban la mano para contestar a las preguntas. La homilía fue de buena doctrina, salvo el ya mencionado engaño sobre el calendario litúrgico.
Siguió la oración universal interviniendo cinco niños para las peticiones más otros cuatro para presentar el pan, el vino y una flores. Como detalle de buen gusto litúrgico: el pan y el vino lo llevaron varones, los recibió el sacerdote y los pasó a los dos monaguillos que le acompañaban.
Antes de la epíclesis el celebrante nos obsequió con otra monición de buena doctrina y con las siguientes dos órdenes (recuérdese lo de regidor de escena): a los monaguillos que se arrodillasen y a los primicomulgantes que no se arrodillasen ¿por qué? Creo que habría estado mejor al revés y todavía mucho mejor que nos hubiese mandado arrodillarnos a todos los presentes.
En el novusordismo el rito de la paz es muy importante, tanto que el celebrante mandó a los niños que bajasen del presbiterio para dar la paz a sus padres que estaban en los primeros bancos, advirtiéndoles que volviesen rápido. Creo que habría tenido sentido que el sacerdote diese la paz a cada niño y el niño la transmitiese a sus padre, por eso de que la paz viene de Cristo, pero no. Él no dio la paz a los niños de los que, misteriosamente, emanó la paz que dieron a sus padres.
Administró la comunión a los niños bajo las dos especies, por tinción, y no me quedó claro si los niños no sabían bien como hacerlo o es que el sacerdote les decía algo pues cada uno tardó mucho más de lo normal en recibir la comunión de esa manera. Durante la comunión de cada niño el número de fotos que hicieron los dos fotógrafos oficiales fue exagerado, con los correspondientes fogonazos que más bien molestan o distraen que fomentan la conciencia de lo que se hace. En mi primera comunión no me hicieron fotografía alguna y nunca he sentido que en mi vida hubiese un vacío por la falta de esa imagen.
Acabada la comunión de los fieles una niña leyó algo parecido a una petición y luego otra un ofrecimiento a la Virgen, tras lo cual todos los niños le llevaron flores, no sin ser advertidos antes por el presbítero de que debían esperar a la niña que estaba leyendo.
Lo siguiente fue la petición, por parte del sacerdote, de un aplauso antilitúrgico (los monaguillos aplaudieron con estusiasmo) seguido de la bendición y la orden de que se pusiesen todos en las gradas del altar para fotografiarse.
Y así, querido lector, es como se estropea una primera comunión.
sábado, 18 de mayo de 2024
Otras primeras comuniones mal
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