El pasado 2 de junio, domingo, a las 19 horas se celebró misa tradicional del Rito romano en León, por primera vez y con aquiescencia del Obispo; anteriormente la celebraban en un pueblo de la diócesis.
La celebración tuvo lugar en la capilla del antiguo Colegio de Huérfanos de Ferroviarios, que ahora es un edificio ocupado por el ayuntamiento de León con las cosas más diversas. Se halla hacia la mitad del paseo del Parque, una zona periférica y poco poblada de León, pese a lo cual no sobran demasiados aparcamientos si se coincide con horas a las que numerosos padres llevan a sus hijos a las instalaciones deportivas adyacentes.
Parte trasera, almacén de Última Cena y celebración del rito Romano tradicional. |
El antiguo Colegio se edificó hacia 1958, cuando en España los niños se quedaban huérfanos por muerte de sus progenitores, no por divorcio, y en todo centro educativo grande se incluía una capilla. En este último detalle tenía influencia el que gobernaba entonces en este país, cuyo nombre no debe ser mentado pues pone nerviosos a los actuales gobernantes 49 años después de muerto ¡hace falta haber tenido importancia en vida para que alguien te siga temiendo a los 49 años de muerto!
La capilla de este Colegio ocupa una parte de la planta baja con capacidad para entre 300 y 400 niños, conserva sus bancos originales, algo pequeños e incómodos para adultos, y no ha sido profanada ni desacralizada al pasar el edificio al Ayuntamiento. Su entrada es la que queda más al sur de todo el edificio, junto a un campo de fútbol, y en la doble puerta de la capilla hay un pequeño letrero de “Iglesia”.
Parte delantera donde celebran el Rito bizantino los católicos rumanos. |
Causa la impresión de tener poco uso: almacén de imágenes de una cofradía, la cabecera para las celebraciones de los católicos rumanos de Rito bizantino y la parte posterior fue la usada para la celebración tradicional del Rito romano. No sospechaba que en León hubiese una comunidad de católicos rumanos, pero así parece, y el celebrante del Rito romano insistió en tranquilizarnos afirmando que se trata de católicos en comunión con Roma y que dicen “filioque” en el Credo; algo de eso dirán, Padre, pero no en latín, sino en rumano que es su lengua litúrgica.
El celebrante era un sacerdote relativamente joven y bastante entusiasta, de un estilo diferente al que celebra en Asturias o a los que celebran en Madrid, pero todos católicos, apostólicos y romanos. Quizás algo falto de experiencia, aunque celebró bien, y de un pequeño pulido teológico. El monaguillo bien, aunque mejorable en pequeños aspectos prácticos. Los asistentes –no hay motivo para criticar siempre a los actores y no al público- éramos unos 37 y de una calidad muy desigual, algunos francamente inexpertos en el rito tradicional y necesitados de su pulido. La nota media del público era inferior a la de Asturias y muy inferior a la de Madrid, donde cada vez que asisto me gusta más lo bien que los fieles conocen la celebración tradicional.
La misa era la del segundo domingo después de Pentecostés, aunque celebrada de blanco por estar en la octava del Corpus; hubo incienso y el sacerdote cantó todo lo cantable, advirtiendo antes de empezar que los que no conociesen los cantos o les saliesen desentonados mejor participaban con su silencio. Por la Octava el sermón tuvo bastante de Presencia Real, aunque sin necesidad de excesiva insistencia pues los asistentes a estas misas ya están convencidos de esa verdad, y al final de la misa celebró una minerva, una pequeña procesión con el Santísimo por el interior del templo, seguida de un rato de adoración. En la adoración el sacerdote rezó y cantó todo lo que sabía, por lo que se me hizo algo larga y pesada. Quizás el mismo tiempo, pero con menos palabras y pausas de adoración en silencio, me habría sentado mejor.
La previsión es seguir celebrando esta misa los primeros domingos de mes y el tercer lunes de mes, aunque la hora de esos lunes está por determinar. Mi consejo es que si quiere una misa bien celebrada, de cualquier forma ritual que sea, considere seriamente acudir a esta de León; quizás en ciento cincuenta kilómetros a la redonda encuentre algunas otras celebraciones dignas, pero no mejores, y una amplia mayoría de peores.
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