sábado, 24 de agosto de 2019

Se puede ser hereje y jesuita

     ¡Si San Ignacio levantara la cabeza!
     Hemos visto jesuitas favorables al aborto o a las relaciones homosexuales, algún negador de la virginidad de María y otros especímenes contradiciendo pertinazmente doctrinas católicas claras y claramente indudables para estar en comunión de fe con la Iglesia. Con tanto hereje suelto en esa banda alguno tenía que llegar a jefe, y ha llegado.
     El Prepósito General de los jesuitas, preguntado hace unos días por una revista italiana, ha negado de la forma más explícita la realidad del Diablo; afirma tres veces que no es una persona y dos que es un mero producto de nuestro modo de hablar o imaginación: «Esiste come il male personificato in diverse strutture ma non nelle persone, perché non è una persona, è una maniera di attuare il male. Non è una persona come lo è una persona umana … il diavolo esiste come realtà simbolica, non come realtà personale.» Dejo así sus palabras pues no hace falta saber mucho italiano para entender que es un hereje.
     Hereje lo llamo por ser la segunda vez que de manera pública ¡temblemos por lo que pueda estar diciendo y haciendo en entornos más discretos! niega la realidad personal del Demonio, Diablo o Satanás. Ya en 2017 declaró al diario El Mundo que «hemos hecho figuras simbólicas, como el diablo, para expresar el mal». Al poco salió el portavoz del Prepósito General diciendo que sus palabras se habían sacado de contexto (siempre que algún personaje mete la pata no es que él se haya equivocado, es que periodistas y lectores somos tontos o malintencionados) y que el Padre Sosa profesa y enseña lo que la Iglesia profesa y enseña. En este caso no acaba de aparecer el portavoz, no sé si porque ya abrazó las herejías de su superior o por ver imposible que nos traguemos tonterías sobre contextos, malas interpretaciones y fidelidades a la doctrina de la Iglesia.
     ¿Quién soy yo para juzgar? Las conciencias no están a la vista, los hechos lo están y la responsabilidad objetiva de Francisco en todo este desaguisado también, responsabilidad por omisión y por animación: no hace nada contra el mal de los jesuitas y más bien estimula a lo peor de esa banda (el caso de James Martin). San Juan Pablo II intervino a los jesuitas, consiguió poco, pero lo intentó.
     El actual Papa cuela mosquitos y traga camellos: interviene e incluso disuelve órdenes religiosas por irregularidades administrativas y diferencias de opinión sobre las bondades de las reformas postconciliares, mientras deja a órdenes plagadas de herejes seguir minando a la Iglesia. Pareciera que en la Iglesia en salida de las periferias y el olor a oveja es mucho más importante administrar bien el dinero que el depósito de la fe.

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