sábado, 23 de septiembre de 2023

Conspiraciones secretas

     Tengo conciencia de ser una persona irrelevante, sin poder político, económico o de otro tipo, y de que mi ser un don nadie tiene consecuencias:
     1ª Los que de verdad saben no vienen a contarme secretos para ganarse mi benevolencia o hacer un intercambio. Ni mi benevolencia vale algo en las esferas del poder ni tengo nada que dar a cambio.
     2ª Si llegase a mi poder algo que es o podría ser un secreto no tengo forma de comprobar si es verdad o si es un engaño destinado a mí o a que lo difunda a otros. Los poderosos pueden consultar sobre la fiabilidad de una información a los servicios de inteligencia, a expertos, a otros poderosos. Yo no puedo.
     Tiendo a pensar que si alguna cosa, presuntamente secreta, llega a mi conocimiento no debe ser muy secreta; si me llega por internet, por artículos y vídeos de gente que está loca por ser leída y vista, entonces la idea de secreto me da mucha risa, «risum teneatis».

     Me asombra que personas en una situación de poder semejante a la mía, de insignificancia similar a la mía, crean conocer turbios secretos de las más altas esferas de poder, de la élite mundialista, etc. Para algunas de esas personas todo son conspiraciones secretas que parecen no tener ningún secreto para ellas pues se las saben todas –vuelvo a asombrarme-. ¿Cómo pueden creerse eso sin hacer ninguna de las consideraciones a las que me lleva mi falta de poder? No lo sé, pero se me ocurren algunas cosas.
     Presentar una información, verdadera o falsa –o sea, desinformación-, como secreta tiene algunas ventajas para el que lo hace, le facilita mucho la tarea con según qué mentes:
     1ª Halaga la vanidad del que recibe el presunto secreto, le hace creerse más importante, más versado, más listo y puede que hasta más guapo. A cualquiera le halaga ser un poco especial si ello le pone un poco por encima de los demás.
     2ª Inhibe la capacidad crítica del que recibe el secreto. Si por sus pesquisas y análisis llega a la conclusión de que el secreto que le han comunicado es una tontería o es falso habrá perdido la superioridad que le daba el conocerlo.
     3ª Al que de esta manera difunde informaciones, solamente para presuntos iniciados, se le exonera de presentar pruebas ya que están ocultas al ser todo muy secreto dentro de una conspiración muy secreta.
     Los hay que llegan a una fe absoluta, una fe digna de orígenes más celestiales, en las conspiraciones secretas. Para los mayores creyentes cualquier razón en contra: histórica, científica, de la experiencia diaria, etc. es inválida para desacreditar, siquiera para rebajar de valor, la teoría de la conspiración secreta a la que se adhieren.
     El siguiente paso de creerse en posesión de secretos puede ser el simplismo de atribuir todos los males a lo mismo: conspiraciones secretas, sin considerar que hay multitud de personas y organizaciones que hacen el mal por su cuenta, por sus propias convicciones e inclinaciones perversas; que muchas veces los malvados colaboran, a efectos prácticos, porque tienen intereses comunes en causar el mismo mal o por contagio, pero sin acuerdo previo.
     A este respecto, el de la iniciativa en el mal que pueden tener las personas sin necesidad de que otros los guíen mediante una conspiración, recuerdo lo que respondió un exorcista célebre a la pregunta de si personas como Hitler y Stalin sufrían posesión diabólica. Según él podría tratarse de personas con tal inclinación al mal que Satanás no tenía necesidad de ejercer ninguna acción especial sobre ellos.
     También es frecuente que el simplismo incluya el desdeñar la existencia de muchos poderes en pugna por sus intereses. Es difícil hacer un seguimiento de tantos actores políticos, ideológicos, económicos, etc. como hay en nuestro mundo, seguir sus tomas de posiciones, enfrentamientos, éxitos y fracasos. Resulta más fácil, y concuerda mejor con la afición a las conspiraciones secretas que no es necesario demostrar, buscarse un malo universal y para ello la Masonería viene que ni pintada.
     La Masonería es muy mala en muchos sentidos, hace mucho mal y debe ser combatida –mucho más de lo que lo hacen los altos eclesiásticos en la actualidad-; pero conviene recordar que Adán y Eva no eran masones e hicieron más mal que el que jamás han hecho, hacen y harán todos los masones juntos. El mal en el mundo es muy anterior a la Masonería y en nuestro tiempo hay otras muchas fuentes de mal. Sin ir más lejos, los mayores asesinos del siglo XX, incluso los que en algún tiempo fueron masones, cometieron sus crímenes tras repudiar abierta o secretamente la masonería y por presupuestos ideológicos distintos de los masónicos. Sí, desdichadamente el mal tiene muchos agentes. Satanás se las arregló muy bien para inspirar el mal desde el principio de la historia; el que desde hace unos siglos tenga también la carta masónica no significa que se lo juegue todo a esa carta.
     Para mantenerse dentro de la verdad, sin fantasías ni engaños, es mucho mejor recurrir a lo público y notorio que a lo secreto. Es tanto lo que los enemigos de Dios y su Iglesia, del orden moral y el más elemental derecho natural publican en sus documentos, páginas web, foros y declaraciones que para conocer el mal que hacen y promueven no hay la menor necesidad de acudir a secreto alguno. Desde la ONU con su Agenda 2030 hasta asociaciones que promueven las relaciones sexuales de adultos con niños, pasando por ciertos documentos vaticanos, hay de todo y todo ello con conexiones –públicas- entre organismos internacionales y nacionales, fundaciones de los más ricos de entre los ricos que aportan dinero para las causas más perversas, etc. Con la cantidad de basura pública y verdadera de todas estas personas y organizaciones hay que tener una especie de apetito desordenado de basura para empeñarse en buscarles la secreta, que puede ser falsa.
     Siendo tanta la información sobre el mal en el mundo, tan pública y notoria sin acudir a «conozco una conspiración secreta que me ha llegado por internet», cabe preguntarse –¿porqué dejar a los conspiranoicos la exclusiva de las conspiraciones?- si eso de las conspiraciones secretas que tanto se difunden no será una maniobra de desinformación con, al menos, dos finalidades:
     1ª Distraer a mucha gente de las cosas verdaderamente graves que están visibles por todas partes. El tiempo que pierden dándoles vueltas a fantasías no lo dedican a mirar la realidad ni combatir sus males.
     2ª Crear una masa de conspiranoicos desacreditados para poder desacreditar a los que señalan males públicos y notorios diciendo que son parte de esa misma masa.
     El Catecismo de la Iglesia Católica es un poco anterior a la generalización de internet, pero la buena doctrina sistematizada en el Catecismo en tiempos de San Juan Pablo II –con mucha colaboración del muy sabio cardenal Ratzinger- es de siempre y para siempre por lo que nos da alguna pista sobre lo que debemos hacer en el mundo hiperconectado en que nos hallamos. El punto 2496 dice: «Los medios de comunicación social (en particular, los mass-media) pueden engendrar cierta pasividad en los usuarios, haciendo de estos, consumidores poco vigilantes de mensajes o de espectáculos. Los usuarios deben imponerse moderación y disciplina respecto a los mass-media. Han de formarse una conciencia clara y recta para resistir más fácilmente las influencias menos honestas.»
     ¿Puede caerse en pasividad y falta de vigilancia respecto a las informaciones que llegan por internet? Sí. ¿Se impone moderación y disciplina? Sí. ¿Estaría de más formarse una conciencia clara frente a las influencias menos honestas? No. Entre lo menos honesto no está sola la pornografía que campa a sus anchas por internet ¡por supuesto! La deshonestidad de las mentiras, los infundios, exageraciones, calumnias, bulos, generalizaciones injustas, etc. no es pequeña.
     Moralmente no se puede aceptar la información que llega a raudales, especialmente si es contraria a alguien aunque sea enemigo, sin hacer un esfuerzo de análisis sobre su verosimilitud, pruebas, fuentes, concordancia con trayectorias de personas y acontecimientos, etc. El esfuerzo ha de ser mayor si de recibir se pasa a reproducir esa información. No es aceptable hacerse cómplice de la difusión de falsedades, informaciones sin pruebas, disparatadas, improbables porque «es que a mí me llegó». Incluso el que llegue de una persona fiable es argumento algo débil para difundir una información –que la difunda la persona fiable- sin añadir el nuevo difusor algún examen más. La persona que, sin ningún análisis ni acompañamiento crítico, reproduce una información en una web, un grupo de una red social o un correo electrónico está añadiéndole un marchamo de credibilidad, el que aporte ella misma, sin la menor prudencia; aumenta la difusión, y con ello el mal que puede hacer, de una posible falsedad y hace perder el tiempo a los demás con cosas que no merecen atención.
     La situación actual nunca se había dado: cualquiera puede emitir informaciones con la posibilidad de que lleguen muy lejos, a mucha gente, que sean reproducidas muchas veces y queden almacenadas y accesibles al público general en algunos repositorios muy largo tiempo. Esto en el pasado solamente estaba al alcance de escritores notables, políticos importantes y pocos más; en el presente pocas veces ocurrirá a las personas más corrientes, pero puede ocurrir y debe actuarse con gran respeto a la verdad, ser más cuidadoso de lo que necesitábamos ser los que hemos conocido un mundo anterior a internet.

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