miércoles, 13 de diciembre de 2023

La desorientación moral daña a los veterinarios

      Estos días leí noticias sobre la salud mental de los veterinarios y su personal auxiliar, problemas derivados del trato con animales pequeños (eufemismo para perros, gatos y otros animales de compañía). Seguramente los veterinarios que trabajan en granjas de vacas, cerdos y otros animales útiles de verdad no padecen tanto problema.
     Se habla de la ansiedad, depresión, dilemas éticos y, en general, sufrimiento que les produce el final de perros y gatos: que si los conocen desde que nacieron y han creado vínculo afectivo con ellos; que si los problemas de los dueños (a los que a veces llaman tutores) para hacer frente a los elevados gastos de los tratamientos de animales viejos y enfermos; que si el tener que matar a los animales sin aplicarles todos los tratamientos posibles. No pocos veterinarios llevan estos problemas mentales a lo físico, pues cerca de la mitad consideran que su salud física no es buena. A este tipo de cosas hasta se le ha dado un nombre: fatiga por compasión (se idean nombres para todo y el que no descubre un nuevo síndrome y le da nombre no es nadie) ¡A eso hemos llegado! Claro que llamar tutores a los dueños ya dice bastante: personalizar a los animales para animalizar a las personas; lo que persigue el animalismo y sus aliados de izquierdas.
     Que tomemos cariño a unos animales: no veo problema, y a un sillón cómodo, a una casa en el campo y a un restaurante que nos gusta. Que nos deprimamos y hasta tengamos dilemas éticos por matar a un animal viejo y enfermo que no sirve para nada y origina mayor gasto que mantener un hijo ¡qué desnorte! ¡qué escala de valores tan alterada! No me extrañaría lo más mínimo, dada la sociedad en que vivimos y las encuestas que se publican, que buena parte de esos veterinarios tan angustiados, problematizados y con tanta duda sobre si es correcto matar a un animal vean como la cosa más natural, hasta lo califiquen como derecho humano, el aborto y la eutanasia si se trata de matar seres humanos; que cuando se trate de seres humanos ni dilemas éticos ni historias.
     Pero falta lo peor. Según estudios hay países en que los veterinarios se suicidan con una frecuencia doble que los de otras profesiones sanitarias y cuatro veces mayor que la población general. Según una encuesta en Estados Unidos más de la sexta parte de los veterinarios habían considerado seriamente el suicidio. Se buscan explicaciones como una exigencia –se supone que por parte de los dueños de los animales- de calidad como la de los médicos, pero con menos recompensa en dinero y prestigio social; que si el estar en contacto con tanto sufrimiento; que si el estar acostumbrados a matar animales les hace ver la muerte de otra manera y autojustificarse más fácilmente. Sea lo que sea el caso es que se suicidan.
     Ante este problema solamente veo la solución de volverse hacia Dios y al orden de la creación dispuesto por Dios. Los seres humanos somos imagen y semejanza suya, los animales no. A los animales podemos tenerles cierto amor y afecto, pero no puede ser ni de lejos como lo que en ese terreno debemos tenernos unos humanos a otros. Solamente las personas tenemos derechos, no los animales; con respecto a ellos tenemos, todo lo más, algunas obligaciones más por nosotros mismos que por ellos. Usar grandes recursos económicos, que incluso comprometen la economía familiar de los dueños, en mantener con vida animales de compañía es inmoral.
     El afecto desordenado a los animales es algo a combatir, debemos pedir a Dios que nos libre de él como de tantos otros desórdenes que pueden conducir al pecado. No es tan grave como otras tendencias desordenadas que nuestra sociedad alaba, pero es una contribución más a ofuscar nuestra razón y a que vivamos en una sociedad de costumbres y legislación disparatada.
     Estas observaciones mías pondrán como hidras a no pocos animalistas, pero podría asentar mentalmente en la verdad y la sensatez a los que los adopten, incluso inmersos en una sociedad tan desquiciada en lo religioso y tan irracionalizada por el animalismo antihumano.

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