Preparación informática de la misa |
Mis sospechas empezaron cuando llegué media hora antes y estaban haciendo ajustes en el ordenador conectado a un proyector para poner imágenes y letra de canciones en la pantalla del presbiterio. No me gusta convertir las misas en espectáculos audiovisuales y la pantalla, más luminosa que el mal iluminado altar, hace que la vista se desvíe del que debería ser punto central de la celebración. Además suele ocurrir, y así fue en esta misa, que se produzcan fallos de coordinación entre las imágenes y textos que se quieren mostrar en la pantalla y el desarrollo de la ceremonia, constituyéndose en causa de distracción.
Al llegar músicos y cantores mi impresión empeoró. Atravesaron la iglesia, el presbiterio y lo que hubiese que atravesar sin un amago de genuflexión al Santísimo, ni reverencia alguna, ni señal de la cruz ni nada. Un grupo de ateos no lo habría hecho peor. En conjunto eran unos cuantos adolescentes y un par de adultos –parecían ser sus inspiradores- que me recordaron una de las maldades que se decían en tiempos de Franco sobre la OJE: unos niños vestidos de gilipollas dirigidos por unos gilipollas vestidos de niños. En este caso se trata de unos jóvenes haciendo necedades bajo la dirección de unos necios haciéndose los jóvenes. No recuerdo si la maldad se me vino a la memoria por su entrada o por su actuación: cantos buenistas y muy fuera de la liturgia acompañados de un par de guitarras mal tocadas y palmas. La guitarra en manos de un buen concertista suena de maravilla, pero en manos de los rascadores de cuerdas que actúan en las iglesias puede ser sustituida por el cencerro de una vaca sin gran pérdida musical. El vestuario también acompañó: una de las coristas llevaba la camiseta de un equipo de fútbol, otra la barriga al aire; y allí estaban, delate de todos, en el presbiterio sentadas de cara a los fieles, ni siquiera mirando hacia el altar. ¡Pobres adolescentes deformados por los adultos! No les enseñan ni lo que es la misa, ni como comportarse en una iglesia, ni la música y cantos que encajan en la liturgia, ni dada. Ciegos guiando a los que todavía no han desarrollado el sentido de la vista ni lo desarrollarán en tanta tiniebla.
La misa, tras la inevitable monición de entrada, empezó de manera bastante normal, si exceptuamos que el celebrante principal sustituía en las oraciones la palabra “pecado” por “error”. Es una de las formas que usan muchos sacerdotes para, al no hablar de pecado, no tener que hablar de normas morales, ni de redención e ir reduciendo el papel y la persona de Jesucristo al mínimo. Yo cometo errores al hacer operaciones matemáticas, pero no creo que por esos errores Dios me envíe al Infierno, ni siquiera al Purgatorio; por mis pecados sí podría ser.
El Gloria fue de lo peor de la misa al ser sustituido por un canto buenista que ni se acordaba de las Personas Divinas, como el verdadero Gloria, ni ¡líbrenos Dios! hacia mención alguna al pecado o a la necesidad de redención con cosas como “Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”.
El salmo fue sustituido por otro canto buenista que no tenía nada que ver ni con las otras lecturas, ni con la fiesta que se celebraba ni con nada. Incluía algo así como “… amas a todas, a todos”. Después de esto todavía tuve que dar gracias a Dios porque el canto no añadía “a todes”.
El Santo fue sustituido por otra canción –si sospecha que buenista, acierta- que conservaba alguna parte de la oración de la misa, como mucho la mitad.
El resto de la misa fue bastante normal, dentro del novusordismo, sin que los restantes cánticos buenistas sustituyesen oraciones del misal.
Recuerdo los tiempos en que todos los domingos, en misa de 12:30, se llenaban los bancos de la iglesia, la tribuna y todavía quedaba gente de pie. Hoy, domingo a las 12:30, con el añadido de la titular de la parroquia, no se llenaron los bancos. La calidad de las celebraciones ha empeorado, el coro y la música son mucho peores que los de antaño, el vaciamiento doctrinal ha ido a más y la primavera se vuelve crudo y merecido invierno.
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