¡Ja, ja, ja!
En el pasado, España fue el país en el que vivió una porción del Pueblo de Dios destacada por su devoción a la Santísima Virgen. Cuando casi todos los españoles eran católicos, en general con un nivel de fe aceptable, y con una devoción mariana mayor que en otras porciones del Pueblo de Dios, podía decirse que España era la tierra del Pueblo de María Santísima.
Por banderas que no quede. |
Hay mucha gente a la que le gusta engañarse con cosas como que las raíces católicas del pueblo español son profundas o eso de que somos la tierra de María Santísima; incluso he oído que aunque ahora los católicos en España somos menos, somos mejores. ¿Lo dirán por los miles de mártires de hace menos de noventa años en contraste con los millones de apóstatas actuales?
Ahora España es el país donde hay muchos templos dedicados a la Virgen, desde pequeñas ermitas sin culto, pero que todavía cuida alguien, hasta catedrales dedicadas al turismo. Pero de país mariano nada de nada. Son piedras, simples piedras, y no vivas como lo eran los españoles devotos de otros tiempos. Piedras que pronto caerán –es imposible mantener tanto edificio con tan pocos fieles- y España será la tierra de las ruinas dedicadas a María Santísima.
Frente a tanta tendencia al autoengaño propongo las palabra del profeta Jeremías –ya se sabe que era muy aficionado a las jeremiadas, pero era profeta de Dios y lo que dice va a misa- que en el capítulo 7 ataca el engañarse con herencias religiosas y templos de piedra.
Empieza diciendo: «Así dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel: Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y os permitiré habitar en este lugar. No os fiéis de palabras engañosas repitiendo: “¡El templo del Señor! ¡El templo del Señor! ¡El templo del Señor!”» Y luego menciona toda una serie de cosas que tendrían que hacer bien y de males –perfectamente comparables con los que ahora tenemos en España- de los que tendrían que apartarse.
A continuación les recuerda la destrucción que Dios permitió de Siló –templo del que casi nadie se acuerda cuando se habla del Antiguo Testamento-, de la misma manera y por los mismos motivos por los que permitirá la ruina de Jerusalén, y puede permitir la mayor ruina de la Iglesia católica que tan mal peregrina en España.
En fin, que menos dormirse en los laureles de nuestros antepasados, Pueblo de María Santísima que ahora está en el cementerio, y más atenernos a la abyecta realidad en que nos hallamos. Tomemos conciencia de lo mal que estamos y, con la gracia de Dios, por intercesión de la Santísima Virgen, hagamos lo que se pueda: no participemos en la iniquidad, no le riamos las gracias y dejemos de decir tonterías.
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