sábado, 3 de agosto de 2024

Al hilo de la peregrinación de Oviedo a Covadonga

Esta peregrinación ha permitido poner de manifiesto, una vez más, las diferencias entre dos sectores de la Iglesia, uno de los cuales pertenece a la Iglesia fundada por Jesucristo de manera meramente formal. Las diferencias entre los católicos que tratan de seguir a Jesucristo, malamente como pecadores que son, y los que buscan los parabienes del Mundo son fáciles de observar.
Sector que domina las estructuras formales de la Iglesia Sector que se esfuerza por seguir a Jesucristo a pesar de las zancadillas del otro
     En nuestro mundo no solamente hay cambios tecnológicos, políticos o económicos; hay un continuo cambio de errores. En cada época se ponen de moda ciertos disparates como pudieron ser en su día los de la ilustración o el marxismo y ahora la ideología de género. Grandes sectores del clero y la jerarquía abrazan los errores de cada momento y tratan de congraciarse con los poderes que los propugnan alejándose de la buena doctrina.
     En estos momentos hay jerarcas que ven en la adopción de la agenda 2030 signos de esperanza, aunque la misma incluya anticoncepción y aborto. Alguna conferencia episcopal pone como tarea prioritaria de la Iglesia la lucha contra el cambio climático.
     La apoteosis de este tragar lo que domina en cada momento para congraciarse con el Mundo ha venido con la representación blasfema en la inauguración de los juegos olímpicos: se han producido más pronunciamientos en contra por parte de altas instancias del islamismo que por parte del Vaticano y demás altos representantes de la iglesia claudicante. *Ver nota final
     La Revelación es el criterio supremo, los mandamientos son para cumplirlos siempre y en toda circunstancia, las enseñanzas de los antiguos catecismos siguen tan válidas como cuando se redactaron.
     “Stat Crux dum volvitur orbis.” Mientras el Mundo cambia de criterios y objetivos, la salvación es el único objetivo y su camino es el de siempre; algo estrecho, pero si se mira donde desembocan los caminos del Mundo apetece más seguirlo.
     Ante blasfemias y sacrilegios hay bastante propensión al desagravio. La reparación por los pecados propios y ajenos es noción ampliamente aceptada y práctica bastante común.
     Dios es casi secundario respecto al hombre. El culto a Dios únicamente tiene valor si complace al hombre, si el hombre lo entiende, si resulta entretenido. Para ello hace falta trivializar, introducir continuas innovaciones, hacer tonterías –se llama creatividad- que llamen la atención.     Todos y todo se debe orientar hacia Dios y darle culto es la mayor necesidad. En la oración individual o en el culto público el protagonista y destinatario es Dios.
     Lo profundo, el misterio, no supone problema. Dios siempre entiende lo que sus fieles hacen y dicen aunque ellos no puedan captar toda la profundidad del culto en que participan.
     Tienen bastante olvidado el aspecto sacrificial de la misa y muy presentes a quienes asisten, hasta hay sacerdotes que consideran que una misa sin fieles no tiene sentido.
     Celebrar misas para Dios Padre les resulta algo exótico y al centrar la misa en los asistentes celebran misas para niños, para jóvenes, para grupos diversos y hasta misas blasfemas para los que practican pecados contra natura.
     Todas las misas se dirigen al mismo, Dios Padre; todas las misas son un acto de culto a la Santísima Trinidad; en todas las misas pueden participar todos los católicos.
     La predicación ha de ser adecuada a las necesidades y capacidades de los asistentes; la solemnidad estará condicionada por los medios disponibles; las oraciones y desarrollo no cambiarán en función de los asistentes pues no son para ellos, son para el Padre.
     No conformes con la confusión sobre el destinatario promueven la confusión sobre el celebrante. Buscan todos las maneras de aumentar el papel en la misa de cualquiera que no sea el sacerdote; han llegado a compartir la plegaria eucarística con laicos y laicas.
     En los casos más leves el sacerdote celebrante sufre una cierta desazón si no consigue ministros extraordinarios para la comunión.
     Consideran indiscutible que el sacerdote es el cauce de la gracia, configurado sacramentalmente para ello e insustituible por voluntad de Dios, en la misa y otros sacramentos. Los demás colaboran, ayudan, participan, a veces con su silencio, y son los beneficiarios de la salvación que traen estas celebraciones.
     Hacen proclamas hipócritas sobre que las formas no tienen importancia, que importa el interior, lo espontáneo, etc. Pero al que se le ocurre adoptar ciertas formas –puede ser el simple hecho de comulgar de rodillas- lo desprecian y expulsan de sus círculos.     Las formas son una expresión del fondo, una muestra de reverencia a Dios y respeto a los hermanos, una venerable herencia de los siglos en que se desarrollaron para gloria de Dios y salvación de los fieles, una manifestación visible de que las criaturas están celebrando un culto que es muy superior a ellas, a su talento, creatividad y capacidad de expresión.
     Son exacerbadamente clericales.
     Continuamente proclaman libertad, creatividad, madurez de los laicos y otro montón de cosas semejantes, pero todo se reduce a que ellos pueden hacer lo que les da la gana y los feligreses tienen que tragar con los caprichos del cura.
     En lo doctrinal, a los errores de moda de cada momento, cada sacerdote puede incorporar los añadidos y variantes que desee. Los feligreses tienen que tragar o buscarse otra parroquia.
     Un ejemplo preclaro es el Papa que cree poder cambiar una doctrina tradicional recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica según sus gustos, curiosamente coincidentes con los del Mundo.
     Los clérigos suelen tener una conciencia clara de que están para ayudar a los fieles a salvarse; el fin está claro y los medios no pueden crearlos ni inventarlos, son los que Dios ha dispuesto y la Iglesia transmite.
     No se atribuyen ninguna autoridad doctrinal, litúrgica o de otro tipo para modificar lo recibido, lo mandado, el camino estrecho.
     Mientras el Mundo se enfanga más y más descaradamente en su pecado, se afirma que todos somos fundamentalmente buenos, que se trata más de errores psicológicos que de pecados propiamente dichos, que como Dios es bueno nadie va al Infierno…
     Para pecados como el adulterio se llega a recomendar un camino penitencial, pero que no suponga ni intención de abandonar el adulterio ¡hasta ahí podríamos llegar! o asistir a una absolución colectiva sin confesión.
     Estas ideas concuerdan muy bien con el olvido del carácter sacrificial de la misa. Sacrificarse ¿para qué? ¿por qué? si no hay motivo.
     Tiene como la cosa más natural la idea de que todos somos pecadores, de que cada uno es pecador con sus pecados individuales de los que debe arrepentirse, confesarse y corregirse. Los mandamientos están ahí para cumplirlos y se reconoce que es mucho lo que ofendemos a Dios en ese terreno.
     En este sector de la Iglesia el perdón sacramental de los pecados es algo que se considera muy necesario, una gracia salvífica que los fieles deben buscar y acoger, con mucho agradecimiento a Dios, a su Iglesia y a los sacerdotes.
     Los sacerdotes consideran que confesar es de las cosas más importantes que han de hacer. Incluso si están en el confesonario sin que nadie acuda no lo consideran pérdida de tiempo, su presencia en el confesonario es una llamada a la conversión.
     La esterilidad es nota dominante en todos los sentidos: no hay vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada, los nacimientos son escasos, no se buscan conversiones pues se denuesta el proselitismo. Para empeorar las cosas padece apostasía silenciosa y masiva.
     Las cifras de los países occidentales no dejan dudas, la Iglesia que busca complacer al Mundo se está extinguiendo con la complacencia y desprecio de ese Mundo ante el que se humilla.
     Se casan como Dios manda y tienen hijos como Dios manda.
     No deben hacerse ilusiones de que van a crecer como para cambiar esta sociedad anticatólica, enemiga de Dios y del hombre, pero sí que tendrán un cierto crecimiento, vocaciones y todo cuanto hace falta para que la única Iglesia fundada por Cristo tenga continuidad.
     La fe es débil y prescindible, como lo demuestra todo lo anterior y mucho más que podría decirse.
     Baste de muestra el resultado de una encuesta sobre la Presencia Real entre católicos de Estados Unidos: solamente la tercera parte creen en ella. ¿Hay algún motivo para pensar que será muy diferente en España y otros países occidentales en el sector oficialista?
     La fe es apreciada, intocable y completa –se aceptan todas las doctrinas que la Iglesia ha proclamado tradicionalmente, incluidas las que puedan ser menos placenteras-. Desde muchas situaciones personales, en general asociadas con el pecado, puede resultar duro asumirla, pero no se puede rebajar.
     Una muestra puede ser la encuesta realizada en Estados Unidos entre católicos asistentes a misa tradicional: el 98% creen en la Presencia Real. No hay motivo para pensar que sea diferente en otros países y sí para admirarse de que pueda haber asistentes que no creen en ella.

* Nota final.

Mientras escribía lo anterior, tras una semana de estruendoso silencio (puede sustituirse estruendoso por claudicante, complaciente, cómplice, cobarde, apostático, etc.) la Santa Sede sacó un sábado por la tarde y de forma muy poco visible un comunicado de 90 palabras ¡gran esfuerzo! y parece que únicamente en francés –no vayamos a darle difusión en otros idiomas-. Este comunicado confirma las peores cosas que escribí más arriba:
- Nadie lo firma. Nadie en el Vaticano quiere figurar como opuesto al Mundo.
- Reconoce verse obligado a unirse a las quejas que otros ya formularon, que si por el Vaticano fuese no diría nada.
- Se abona a un lenguaje compatible con lo masónico: “acontecimiento prestigioso”, “el mundo se reúne alrededor de valores comunes” y reafirmación final de la libertad de expresión.
- No menciona ninguna ofensa en particular. Ni la representación blasfema de la Última Cena, ni la promoción del aborto, ni nada.
- Al Vaticano le importa menos que un bledo Dios y la ofensa a Dios. Solamente se queja de la ofensa a numerosos cristianos y personas de otras religiones, lo que en este caso solamente puede referirse a los musulmanes.

Texto del comunicado según se encuentra en: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2024/08/03/0598/01219.html

Communiqué du Saint-Siège, 03.08.2024
Le Saint-Siège a été attristé par certaines scènes de la cérémonie d’ouverture des Jeux Olympiques de Paris et ne peut que se joindre aux voix qui se sont élevées ces derniers jours pour déplorer l’offense faite à de nombreux chrétiens et croyants d’autres religions.
Dans un événement prestigieux où le monde entier se réunit autour de valeurs communes ne devraient pas se trouver des allusions ridiculisant les convictions religieuses de nombreuses personnes.
La liberté d’expression, qui, évidemment, n’est pas remise en cause, trouve sa limite dans le respect des autres.

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