viernes, 22 de enero de 2016

¡La que se nos viene encima!

     Es bastante probable que en España se forme un gobierno de tipo frentepopulista, un revoltillo de todos los odios a la derecha –aunque nadie sepa qué significa eso en la política española actual–, la existencia de España como nación y estado, la tradición católica –que actualmente tampoco significa demasiado–, etc. Ese gobierno de «todos en contra» se apoyaría en el PSOE con sus diversas corrientes y su poco justificada “E”; las diversas tribus de Podemos –sus profundas divergencias consisten en que unos están «en contra de todo» y otros «en contra de todo y más»–; los separatistas catalanes, vascos, gallegos y algunos más de los que ni sospechábamos que querían separarse de algo; los anarquistas y anarquizantes que ahora se llaman «antisistema»; los anticatólicos y anticlericales profesionales –casi todos lo son en estos grupos, pero algunos con dedicación exclusiva–; los de la ideología de género –asumida por todos sea por convicción, complejo u odio–; todos los batallones de la cultura de la muerte –otra cosa aceptada por políticos de todo pelaje, pero que en la izquierda adopta caracteres de franco odio a la vida–; y puede que algunos más que se me olvidan, pero que se hallan unidos por «estar en contra». Una gran conjunción de odios.
     ¿Qué podemos esperar del nuevo gobierno que parece avecinarse? Por un lado, al ser una alianza de odios resulta difícil que haga algo bueno, siquiera medianamente bueno; pueden aliarse «contra», para destruir algo, para llevar a cabo alguna medida demagógica y dañina a corto o largo plazo. El precedente más inmediato de alianza de odios fue el Frente Popular que ganó las elecciones generales de 1936, con no pocos fraudes, y en los meses que transcurrieron hasta iniciarse la Guerra Civil no fue capaz de elaborar una sola ley que tratase los problemas económicos y sociales del momento: muchas manifestaciones, huelgas, tiroteos, ocupaciones de fincas, quemas de iglesias… mucho destituir al Presidente de la República para sustituirlo por uno de su secta, pero ni un mal arreglo de uno cualquiera de los problemas.
     Supongo que esta vez no acabaremos en guerra, pero que acabaremos mal, bastante peor de lo que estamos, me parece seguro; hasta donde caigamos dependerá del tiempo durante el que los odios comunes de los frentepopulistas superen a sus odios mutuos. En los diversos aspectos en que se puede pronosticar: el puramente político, el económico, el de seguridad personal, el moral o el religioso las perspectivas que se abren son pésimas.
PORVENIR POLÍTICO
     En lo más puramente político tenemos el riesgo de rotura de España o el que la unidad e igualdad de los españoles queden reducidas a pura fórmula, sin contenido alguno por los privilegios políticos y económicos que ya tienen algunas regiones más los que se concederán a otras. Parece seguro que las oligarquías políticas de algunas autonomías se verán reforzadas con el consiguiente detrimento de libertad y derechos para sus habitantes, al menos para los que no comulguen con el programa de esas oligarquías. El único freno en ese camino puede ser la imposibilidad de modificar la Constitución por la mayoría absoluta que el Partido Popular tiene en el Senado, pero ese obstáculo se puede obviar mediante golpe de estado legislativo, amedrentamiento y convergencia de oligarquías o nuevas elecciones al Senado.
     El Congreso de los Diputados, incluso con el Senado en contra, puede aprobar toda clase de leyes inconstitucionales, y dada la lentitud habitual del Tribunal Constitucional –potenciada políticamente por los nuevos mandamases– se creará tal situación de hechos consumados que es equivalente a la de un golpe de estado. En otra modalidad de golpe de estado es el Gobierno el que consiente, sin hacer nada –y de eso ya dio ejemplo Mariano Rajoy–, cosas como la independencia de Cataluña. Una vez declarada, ejercida en la práctica, y retiradas por parte del Gobierno las fuerzas del Estado español de Cataluña ¿qué más da lo que diga la Constitución o lo que los españoles puedan decir en unas futuras elecciones?
     Los del Partido Popular, desde que renunciaron a toda convicción ideológica y política, no se caracterizan por su valor –Mariano Rajoy antes morirá de parto que por defender ni lo más sagrado–. No me parece demasiado difícil atemorizar a una parte de los políticos de ese partido, empezando por los más señalados, para obligarles a votar lo que quieran los frentepopulistas. Medios para atemorizar a los peperos no faltan: que si no aceptan se producirá una revolución; sus puestos y prebendas y los de su familia; ataques a su vida personal y familiar, incluso en sus mismos hogares; o la cárcel, la pura y simple cárcel a la que se podría enviar a bastantes por su implicación en corrupciones varias, solamente hay que azuzar investigaciones policiales y judiciales desde el Gobierno. Fácil.
     La Constitución y las leyes permiten convocar elecciones al Congreso de los Diputados y al Senado de forma separada; hasta ahora siempre se han celebrado elecciones generales conjuntas a las dos cámaras, pero nada impide que, una vez consolidado el gobierno frentepopulista en su poder mediático y control social, se convoquen nuevas elecciones al Senado en las que el Partido Popular obtendría, con bastante probabilidad, unos resultados penosos. Esta es otra amenaza más que añadir a las mencionadas en el párrafo anterior.
     Otro aspecto político a considerar es el establecimiento del control totalitario de diversos sectores por parte de los frentepopulistas. En el aspecto de la administración de justicia, ya muy politizada, no les será difícil con tanto juez progresista y dado al uso alternativo del derecho como ya tienen.
     En el de los medios informativos los del odio y la cultura de la muerte ya tienen una posición aplastantemente mayoritaria; si a ello le sumamos lo fácil que es conseguir la sumisión económica de muchos medios de comunicación dependientes de las concesiones y otros favores oficiales y los propósitos declarados por algunos de establecer un control político de los medios privados, es posible que en España hayamos celebrado las últimas elecciones generales con alguna libertad de prensa.
     La gran mayoría de los periodistas son de un izquierdismo entre infantil y malvado; basta alguna medida, como la propuesta por Podemos, de eso que se llama control democrático de los medios de comunicación, materializada mediante una ley que dé la autoridad en cada medio a un comité de redacción formado por los periodistas, y ya no podrá haber ni un periódico, revista, televisión o radio que no se dedique a cantar las alabanzas del Frente Popular y la maldad intrínseca de la derecha. En lo sucesivo el Partido Popular, y hasta Ciudadanos, tendrá la misma oportunidad en los medios de comunicación que hasta ahora han tenido partidos extraparlamentarios como Vox. Y si en algún medio, por pura casualidad o por control ideológico de la contratación, hubiese mayoría de periodistas contrarios al Frente Popular basta alguna ley antidiscriminación, de imposición de cuotas y diversidad –o sea, de imposición de la ideología de género– para obligarlo a contratar frentepopulistas e integrar ese medio de comunicación en el coro totalitario.
     Podrán sobrevivir, y con dificultades, algunos medios de internet que sean pequeñitos, es decir, con muy poco personal y posibilidades, quizás incluso teniendo que operar desde el extranjero, casi sin publicidad y ya veremos si con su acceso a través de internet dificultado. En nombre de la libertad se puede suprimir toda libertad, y si además se invoca la igualdad, la no discriminación, la inclusión, la diversidad, la visibilización, el empoderamiento, la discriminación positiva… no se salva nada ni nadie.
PORVENIR ECONÓMICO
     El futuro económico de España con un gobierno de los odiadores profesionales seguirá una senda muy clara que pasa por Grecia y acaba en Venezuela, aunque es difícil saber si nos detendremos en algún punto del camino. Pero antes de hablar del futuro conviene conocer el presente y algo del pasado. Es mentira que gracias al benéfico gobierno de Mariano Rajoy y el Partido Popular hayamos salido de la crisis económica que nos dejó Rodríguez Zapatero –otro odiador como los que vienen ahora–. Del déficit pavoroso y la abultada deuda pública que nos legó Zapatero hemos pasado a la deuda pública pavorosa y el abultado déficit público que ahora nos lega Rajoy. Tenemos un déficit público grande y difícil de reducir, incluso si hubiese un serio propósito de hacerlo, junto con una deuda pública también muy difícil de pagar, aunque se quisiese sinceramente, que únicamente se sostienen por la situación anómala de un banco central emitiendo dinero sin parar para mantener artificialmente bajos los intereses, pero ¿qué pasará cuando tanto dinero en circulación amenace con provocar inflación y haya que subir los tipos de interés? Supongo que ocurrirá algún día, hasta ahora siempre ha ocurrido.
     Pero lo peor es la visión, las diversas visones, que los de este amenazante Frente Popular tienen de los asuntos económicos. Según ellos hay muchas necesidades, siempre hay muchas necesidades insatisfechas, mucha pobreza, una situación de emergencia, y hasta pobrezas de reciente invención como la energética. Yo me pregunto: si en España hay mucha pobreza ahora, necesidades y situaciones de emergencia ¿qué había hace cincuenta años? ¿cómo pudimos sobrevivir sin padecer todos raquitismo y otras enfermedades carenciales? ¿cuánta gente se moría de hambre cuando yo era niño? Creo que, aproximadamente, cero.
     Con el pretexto de esas pobrezas y emergencias pretenden gastar dinero a mansalva: pensiones para estos y los otros, subsidios diversos, creación de nuevos organismos o engorde de los existentes, intervención en la economía, mucha intervención. Si al déficit que ya padecemos sumamos los nuevos gastos, y los privilegios que se concederán a algunas regiones ¿seguiremos recibiendo financiación, se seguirán fiando los prestamistas de la deuda pública española? Y, en todo caso, ¿qué pasará cuando el Banco Central Europeo se vea en la necesidad de seguir una política monetaria más ortodoxa?
     Dentro de su abultado paquete de odios nuestros futuros gobernantes siempre tienen un sitio reservado para los ricos, las grandes empresas y los bancos; sueñan con arruinarlos a todos, mientras los sangran a impuestos para que paguen los enormes gastos en que quieren incurrir, con una visión del tipo «robar a los ricos para dar a los pobres». Dejando aparte aspectos de justicia y otros morales hay un problema práctico: los impuestos provocan la merma, desaparición o huida del sujeto fiscal, sobre todo si ese sujeto es rico, si puede vivir, trabajar o hacer negocios en varios países. Cuando a los ricos se les aplican impuestos por encima del contexto internacional, esos ricos, personas o empresas, se van y el fisco ingresa menos de lo que esperaba, a veces menos que antes de la subida porque al marcharse los ricos y su riqueza, además de no pagar los nuevos impuestos dejan de pagar los que ya pagaban. Dicho sea todo lo anterior sin ponernos técnicos y hablar de la curva de Laffer.
     El lamentable Presidente de la República que ahora tienen en Francia, ellos lo votaron, se lo merecen, como el común de los españoles se merecen lo que se nos viene ahora, inauguró su mandato poniendo un impuestos del 75% a los sueldos de más de un millón de euros anuales. Los financieros parisinos, que ganaban esos sueldos, se fueron a trabajar a Londres, desde donde las finanzas se pueden manejar igual o mejor que en París y pagando menos impuestos. Ese disparatado impuesto se ha suprimido, pero dudo que todos los financieros y sus negocios hayan regresado a Paris.
     Hace algunos años en Suecia, todo sea por la justicia social, la recaudación y el impedir la especulación, pusieron a ciertas operaciones financieras una variante de la tasa Tobin. Esperaban recaudar mil quinientos millones de coronas anuales; el año que más recaudaron fueron ochenta millones y, además, disminuyó la recaudación del impuesto sobre ganancias del capital. El volumen de negociación de bonos disminuyó un 85%, el de futuros un 98% y las opciones desaparecieron, simplemente dejaron de existir. Esa fue la merma de la actividad financiera, lo que no he podido saber fue la merma de empleos en el sector financiero, el número de personas que se quedaron en paro, dejaron de pagar impuesto sobre la renta y hubo que pagarles el seguro de paro.
     Pensar que a la economía española, de alrededor de un billón de euros anuales, se le pueden extraer todos los impuestos actuales más otros cincuenta mil millones o más para hacer frente a los nuevos gastos que se planean y evitar una subida insostenible de la deuda pública, es una pura ilusión, aunque también puede ser algo malignamente intencionado. Podría ocurrir en circunstancias casi milagrosas de una oleada internacional de gran prosperidad que arrastrase irresistiblemente a España, pero en estos momentos lo más probable es una recaída en la crisis, al menos es lo que se ve en el panorama internacional.
     Antes o después acabaremos mal y ojalá con recortes de sueldos, pensiones y subvenciones como Grecia y no con racionamientos como en Venezuela. Lo único que no puede ocurrir es que todo acabe bien con mayores sueldos, mayores pensiones, subsidios por todo y para todo, etc.
PORVENIR DE SEGURIDAD
     La clásica expresión «seguridad de vidas y haciendas» significa muy poco, más bien es objeto de aversión, por parte de los que amenazan gobernarnos. No debemos esperar cosa buena de los frentepopulistas ni para la seguridad de nuestras vidas ni para la de nuestros bienes.
     Muchos de los grupos del odio son de los que afirman que ladrones, asesinos y terroristas son inocentes y la culpa es de las víctimas y la sociedad en general; si sumamos el odio a España, a la civilización occidental, su deseo de llenarnos de inmigrantes musulmanes –mucho mejor musulmanes que cristianos–, el multiculturalismo multiétnico y multiprogre, no cabe esperar más que permisividad con muchos delitos contra las personas y las propiedades. Tampoco olvidemos la tendencia, algo quebrada con las violaciones del pasado fin de año en Colonia, que se extiende por Europa de encubrir policial y políticamente las fechorías de los inmigrantes musulmanes, el racismo antiblanco de muchas de tales autoridades.
     Además de la delincuencia común cabe esperar un aumento de la delincuencia política, el consentir toda serie de ataques y amenazas a los adversarios políticos, a los empresarios y las empresas: manifestaciones violentas, ocupaciones de locales de negocios, concentraciones amenazadoras. Todo consentido y hasta fomentado. En algunas regiones españolas ya viene siendo costumbre, de hace años, el ataque a sedes de partidos políticos como el Popular o Ciudadanos, con gran impunidad. Entre los frentepopulistas hay grupos totalmente a favor de tales violencias y su gobierno las permitirá impidiendo la actuación normal y natural de la policía en tales casos.
     Otra amenaza para los bienes de las personas, y para la economía general, vendrá por el lado de las deudas, los alquileres y la inseguridad de la propiedad inmobiliaria.
     Toda la demagogia del no desahuciar, sea por vía de ley o por vía de hecho –violencia contra los propietarios o contra los agentes de la autoridad en los desalojos, negación del auxilio policial en tales casos–, es desastrosa para la seguridad de las personas cuyos negocios o mera supervivencia depende de disponer de edificios y sacarles alguna rentabilidad. Puede ser la ruina o desaparición de actividades económicas en el campo de la construcción y los préstamos.
     Muchas operaciones inmobiliarias suponen la adquisición de un edificio, vaciarlo de habitantes y negocios para, tras un tiempo variable según oportunidades económicas, obtención de permisos y financiación, reformarlo y llenarlo de nuevos habitantes. ¿Cuántos de estos negocios se frustrarán, ni se intentarán, si un edificio puede ser ocupado ilegalmente y las autoridades favorecen a los ocupantes contra los propietarios? ¿Cuánto dinero dejará de invertirse y cuántos puestos de trabajo dejarán de crearse?
     De las viviendas vacías por haber sido compradas como forma de ahorro para cuando haga falta dinero, o para un miembro de la familia cuando se independice ¿qué decir? Si con el pretexto de que hay necesidad de vivienda, cosa falsa si pensamos en la cantidad de viviendas que hay en España, el ridículo número medio de personas por vivienda y la existencia de numerosas viviendas vacías en propiedad de organismos estatales, se favorece la ocupación ilegal de viviendas ¿qué harán los propietarios cuando necesiten el dinero, cosa muy frecuente al alcanzar la ancianidad? ¿qué seguridad económica tienen en su vida?
     Hace muchos años vendí una vivienda y, como el comprador era solvente pero no tenía todo el dinero necesario y los bancos prestaban a un interés muy alto, yo le presté al comprador parte del dinero con un interés algo menor del entonces usual. Dicho de manera más formal: el pago de una parte del precio fue aplazado con interés y garantía hipotecaria. Hoy ni de broma vendería una vivienda en tales condiciones, sabiendo que si no me pagan tengo muchas probabilidades de no recuperar mi dinero subastando la vivienda hipotecada pues ¿quién la comprará en la subasta si no puede desahuciar al que la ocupa sin pagar la hipoteca? Supongo que los bancos, objeto de especial odio por parte de los frentepopulistas, tendrán reservas similares a las mías. A menor garantía de cobrar menos dinero se presta y a mayores intereses; y sin préstamos ¿cuánta gente puede comprar viviendas? ¿cuántos se arriesgarán a construir edificios de venta tan incierta?
     Las viviendas en alquiler y la posibilidad de que los inquilinos dejen de pagar sin que los propietarios puedan hacer nada merece una atención particular. Muchos españoles, en gran parte jubilados y ancianos que cuando eran más jóvenes pudieron ahorrar algo, viven en parte o en todo gracias a cobrar el alquiler de una o varias viviendas; si dejan de pagarles pueden quedar en la ruina o no poder hacer frente a parte de los gastos que en los últimos años de la vida ha de hacer una persona. ¿Qué seguridad, para su vejez, ofrecen los frentepopulistas a esas personas?
     Jugar con los alquileres es injusto desde el primer momento y a largo plazo induce cambios sociales muy negativos.
     En España la proporción entre personas que viven en viviendas de su propiedad y las que viven de alquiler es anómala si se compara con la mayoría de países occidentales. No siempre fue así, en el pasado la proporción de personas que vivían en régimen de alquiler era mucho mayor que ahora, era más “normal”, pero la demagogia franquista con su protección de los pobrecitos inquilinos arruinó a los propietarios, llevó a la casi desaparición de los inquilinos y alteró grave y desfavorablemente algunos aspectos de la sociedad española. Franco implantó un sistema en que los alquileres duraban tres generaciones, la renta no se podía aumentar pese a la considerable inflación que hubo durante todo su gobierno y el intento de desahuciar a un inquilino que no pagase era largo, costoso y, gran parte de las veces, fallido. Las condiciones eran tales que, para muchos propietarios, la mayor bendición era la ruina del edificio; así se libraba de los inquilinos. En esas condiciones las viviendas en alquiler fueron desapareciendo, nadie compraba ni construía viviendas para alquilarlas, era un suicidio económico.
     En las últimas décadas las diversas leyes que liberalizaron los alquileres y facilitaron los desahucios de los inquilinos morosos han animado a muchas personas a comprar viviendas para alquilar, para tener unos ingresos complementarios, sacar un rendimiento a sus ahorros. Si a los propietarios se les vuelve a dar un trato como el que les dio Franco volveremos a la extinción del alquiler y al aumento de la rigidez de la sociedad española en lo que a cambio de residencia de refiere.
PORVENIR MORAL
     En el futuro moral las incógnitas son pocas: aborto, eutanasia, ideología de género, pansexualismo…
     En el aborto, además de volver a permitir que las menores de edad aborten sin contar con sus padres, cabe esperar alguna facilidad más para el aborto, alguna presión más a las que se niegan a abortar y a los que se nieguen a practicar abortos. No desechemos el que se dé a médicos y comités de bioética el poder de efectuar abortos sin consentimiento de la madre e, incluso, con su oposición.
     La eutanasia debemos darla por cosa echa si se forma este gobierno de la cultura de la muerte. Las únicas dudas son si inicialmente se aplicará, también, a los niños o solamente a los adultos, si se exigirá el formalismo –formalismo porque todo será mentira y trampa consentida a ciencia y conciencia– de que tenga que pedirla el futuro difunto o esa petición la podrán hacer familiares, médicos, comités de bioética…
     La ideología de género será, todavía más que ahora, la ideología oficial del Estado y se animará, inducirá, fomentará toda clase de comportamientos homosexuales, cambios de sexo y no sé qué más. Los privilegios laborales, penales, económicos, etc. para homosexuales y transexuales, ya existentes, alcanzarán cotas exorbitantes. El hombre y la mujer que se casen entre sí y tengan hijos serán sospechosos e irán claramente detrás de parejas homosexuales, familias monoparentales y cualquier otra cosa que aparezca. De las familias numerosas ni hablemos, puede que se llegue a una clara persecución.
     Se volverá a imponer, en todo su esplendor, el adoctrinamiento de género en la escolarización obligatoria y puede que alguna asignatura específica de educación sexual abominable ¡y que solamente sea teórica y no práctica! Podemos dar como cosa hecha una asignatura del tipo «Educación para la Ciudadanía» más una impregnación general de toda la enseñanza a base de cosas que se llaman transversalidad, objetivos comunes y similares.
PORVENIR RELIGIOSO
     El laicismo militante y agresivo de la mayor parte de los que intentan formar un gobierno del odio hará, ya se da en buena parte, que el Estado no sea aconfesional sino confesionalmente laicista; el que no logren reformar el 16.3 de la Constitución para sustituir la aconfesionalidad por la laicidad y, de paso, eliminar la mención a la Iglesia es irrelevante a efectos prácticos.
     Es difícil saber si el Estado denunciará los acuerdos con la Santa Sede –el inexistente concordato del que hablan muchos ignorantes de la izquierda–, pero entre lo que no se cumple desde hace tiempo, caso de lo referente a la asignatura de Religión, lo que puede modificarse sin incumplimiento, caso de la asignación tributaria, y lo que carece de verdadera importancia práctica da casi igual.
     La asignatura de Religión será suprimida o dejada tan fuera de lo académico, más todavía de lo que ya está, que será muy parecido a su supresión. Hay una mayoría de alumnos que siguen cursando Religión católica en España pese a los desastrosos profesores que la Iglesia ha nombrado durante décadas: secularizados, adúlteros, herejes, tibios más que tibios… Si muchos padres fuesen verdaderamente católicos, conocedores y creyentes de la religión católica, hace tiempo que habrían apartado a sus hijos de tales clases. Es posible que al suprimirse la clase de Religión en los centros estatales una parte, incluso minoritaria, de los padres tomen mayor conciencia de su obligación de formar a sus hijos en la fe, hasta podríamos salir ganando.
     Un punto en que puede darse un claro ataque a la Iglesia es el de su patrimonio inmobiliario con el pretexto de las recientes inmatriculaciones de muchos bienes. Cuando se creó el Registro de la Propiedad en España se prohibió que la Iglesia inscribiese sus templos –esta discriminación respecto a otros propietarios se mantuvo más de un siglo– y dado que muchos bienes inmuebles de la Iglesia no se compran, ni venden, ni donan, ni heredan durante siglos tampoco hubo ocasión ni documento público que facilitase el hacerlos figurar en el Registro de la Propiedad, lo que se denomina inmatriculación.
     Hace algunos años se suprimió la discriminación contra la Iglesia y se le dio una facilidad especial para inmatricular sus bienes, lo que permitió inscribir miles de templos, cementerios y terrenos diversos, en general los que suelen rodear a los templos. En el Frente Popular muchos pretextan que esas inscripciones se hicieron de manera privilegiada, ocultando la prohibición previa de inscribirlos, que los templos utilizados, administrados y poseídos en todos los sentidos por la Iglesia durante siglos no son de la Iglesia sino del ayuntamiento, o la comunidad autónoma o alguna otra entidad que ni existía cuando se construyeron y la Iglesia empezó a poseerlos. No sería raro que los frentepopulistas creen alguna ley confiscatoria para quitar a la Iglesia esas propiedades.
     Otro peligro patrimonial para la Iglesia viene de poseer numerosos bienes inmuebles que, ni por lo más remoto, tienen una finalidad de culto, apostolado, caridad, residencia de clérigos, etc. No es difícil dar con un pretexto para quitar esos bienes a la Iglesia: que si no están debidamente explotados –lo que seguramente es cierto en numerosísimos casos–, que si no están bien mantenidos, que si el interés público para esto o lo otro, que si la limitación de la concentración de propiedad inmobiliaria en una única mano…
     Existe también la posibilidad de aplicar a la Iglesia el Impuesto de Bienes Inmuebles, de hecho los anticlericales llevan años hablando de ello. La Iglesia ya paga, cosa que ocultan sus enemigos, ese impuesto y todos los demás por los bienes que no tienen relación con el culto, la caridad, la vida religiosa, la formación religiosa y similares; una editorial, emisora de radio, explotación forestal, librería o cualquier otra cosa por el estilo que sea propiedad de la Iglesia paga los mismos impuestos que un negocio igual de cualquier otra persona.
     El meollo del asunto está en los inmuebles, especialmente los templos, exentos del célebre impuesto en las mismas condiciones que sus equivalentes en otras religiones y que sus análogos en partidos políticos, sindicatos, fundaciones y alguna institución más. ¿Impondrán los frentepopulistas el Impuesto de Bienes Inmuebles a todos los que ahora están exentos? ¿se atreverán con partidos políticos y sindicatos? ¿se atreverán a poner ese impuesto a los musulmanes, a sus mezquitas? ¿lo pondrán solamente a los templos católicos y a nada más? Esta última posibilidad sería una persecución descarada difícil de sostener dentro y fuera de España.
     Los que amenazan gobernarnos son enemigos de toda libertad educativa, enseñanza privada, derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos y cualquier otra cosa similar. Tampoco les falta hipocresía para enviar a sus hijos a colegios privados cuando tienen dinero suficiente. El odio a la libertad conjuga perfectamente con el odio al catolicismo y, por tanto, permite un amplio abanico de medidas en contra de los centros de enseñanza de la Iglesia: mayor ahogo económico en los conciertos educativos y su paulatina supresión, mayor control ideológico de las enseñanzas y del profesorado, exigencia de condiciones materiales de imposible cumplimiento, y así hasta la estatalización completa.
     Dado que gran parte de los centros de enseñanza (presuntamente) católicos concertados son totalmente inútiles en lo que a difusión de la fe y los valores católicos se refiere, que las órdenes religiosas propietarias llevan traicionando a la Iglesia mucho tiempo, tendrían bien merecido perder sus colegios y el daño para la Iglesia sería escaso. Nuevamente una toma de conciencia de sus deberes por parte de los padres, aunque fuese de una minoría, hasta podría suponer ganancia para la Iglesia.
     Los frentepopulistas impondrán, presumiblemente, a todo centro sanitario la obligación de matar: aborto y eutanasia; al fin y al cabo el aborto es un derecho, la eutanasia lo será y ¿cómo no va respetar los derechos humanos un centro sanitario? Todos los hospitales católicos, lo sean de verdad o no, que dependan económicamente del Estado mediante fórmulas como concierto sanitario, integración en una red sanitaria, contrato de prestación de algunos servicios… pueden darse por perdidos. En realidad muchos ya lo están; nuevamente la traición a la Iglesia de órdenes religiosas, obispos y sacerdotes ha llevado a que diversos hospitales vinculados con la Iglesia practiquen toda clase de inmoralidades desde tiempo atrás. Otro apartado en el que la Iglesia puede perder poco a manos de sus enemigos de fuera porque ya ha perdido la mayor parte a manos de los de dentro.
     Me parece seguro el incremento de la persecución contra la Iglesia en algunos aspectos en que ya se produce con una intensidad baja y que pueden presentarse como no queridos ni organizados por el Gobierno, o como defensa de minorías, o como respeto a los sentimientos de los que no comparten la fe católica y así hasta el infinito. En este apartado pueden mencionarse los ataques a templos y profanaciones, los obstáculos a celebraciones religiosas o los ataques a los que predican algunos aspectos de la fe católica.
     En la, por el momento, última persecución religiosa sangrienta habida en España las profanaciones y la destrucción de templos fueron generalizadas y consentidas por el Frente Popular –se quedo corto decir “consentidas”–. En los últimos años cada vez son más frecuentes las profanaciones del Santísimo, la destrucción de imágenes y mobiliario y los intentos de quemar templos, que no suelen pasar de causar daño a las puertas. Es muy infrecuente que los autores sean descubiertos ¿se investigan siquiera tales delitos? Tengo serias dudas. Con más odio en el Gobierno, mayor fomento de todo lo blasfemo, calumnioso e insultante contra la Iglesia y sus sacerdotes, y mayor impunidad, si cabe, para los autores el aumento de profanaciones y destrucciones es seguro y los frentepopulistas dirán que ellos no han sido, que su gobierno está en contra de tales actos, y todo lo demás.
     Ya se han produciendo prohibiciones de procesiones, alguna ha tenido que ser realizada como manifestación –las procesiones las autorizan, o prohíben, los alcaldes y las manifestaciones los delegados del gobierno–, y los hay que han hablado de prohibir las de Semana Santa, si bien la oposición popular les ha hecho desistir. Un gobierno del odio pondrá limitaciones y obstáculos a las procesiones y permitirá contramanifestaciones que dificulten su desarrollo u otro tipo de ataques.
     En algunos países occidentales se ha encarcelado a personas por predicar que las conductas homosexuales son contrarias a la Biblia, suelen ser lo que llamaríamos predicadores protestantes por libre. En España uno de nuestros obispos, de los buenos, ya ha sufrido varios intentos de demanda judicial por ese mismo motivo. Los frentepopulistas, en perfecta alianza de anticlericales y homosexuales, perseguirán a los católicos que prediquen contra inmoralidades como todas las que comprenden todo el paquete de la ideología de género; si no basta utilizar y retorcer las leyes que ya existen harán, como en otros países, leyes para impedir esas críticas: que si delitos de odio, que si inducción a la discriminación de minorías, que si…
     La persecución purifica, y a fe mía que la Iglesia en España necesita mucha purificación, por lo que mi visión no es enteramente pesimista. Dudo sobre formas e intensidades de las diversas actividades persecutorias, pues si se diese un ataque frontal contra la Iglesia se produciría una reacción religiosa, se fortalecería la fe de muchos; no digamos ya si hubiese mártires.
     Ni Satanás ni sus servidores son tontos, su objetivo es claro pero ¿qué táctica escogerán? ¿qué permitirá Dios? La Iglesia que peregrina en España lleva décadas de autodestrucción promovida, especialmente, por los obispos, sacerdotes y religiosos traidores que la llenan. ¿No sería más inteligente para sus enemigos el fomentar que siga la autodestrucción en vez de un ataque frontal que produzca la reacción del Pueblo de Dios?

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