miércoles, 7 de junio de 2017

Otra de ordenaciones sacerdotales

     A muchos españoles nos suena Wichita de las películas de oeste y ni sospechábamos que allí hay una diócesis con ciento treinta mil católicos. No son muchos pero son buenos.
     El pasado 27 de mayo la diócesis de Wichita ordenó diez nuevos presbíteros, el día 20 había ordenado a diez diáconos que, Dios mediante, serán presbíteros de aquí a un año.
     Lo de los presbíteros no es lo único. El 52% de los católicos de Wichita acuden a misa los domingos –mejor ni hacemos comparaciones con España- mientras que el promedio en Estados Unidos anda por el 22%. Si tenemos en cuenta que en 1965, antes de que la renovación litúrgica aproximase la misa al pueblo, el pueblo católico en Estados Unidos se aproximaba a la misa dominical en un 55%, lo de esa diócesis perdida del Medio Oeste es de sobresaliente. Por cierto, el obispo no está contento pues ve que la asistencia a misa está disminuyendo en el ámbito rural y aumentando en el urbano; aunque en vez de sacar conclusiones sociológicas y buenistas emite palabras del siguiente tenor: «El mensaje es que hay mucho trabajo por hacer. Hay que permanecer firmes y seguir predicando el mensaje del evangelio y seguir invitando al altar a cada vez más personas».
     Los nuevos sacerdotes de esa diócesis, todos vestidos como Dios manda, días antes de su ordenación expresaron sentimientos como:
- «Espero ofrecer bien los sacramentos de la Reconciliación y de la Santa Misa a la gente de nuestra diócesis».
- «El sacramento de la confesión ha jugado un papel significativo en mi vida espiritual. Me emociona poder ofrecer a mi vez, como sacerdote, esas gracias a los demás».
- «Cuando entré en el seminario pensaba en el sacerdocio en términos de las cosas a las que se renuncia. Ahora lo pienso en términos de las cosas a las que digo “sí”: sí a servir a Dios con el corazón íntegro, sí a una disponibilidad radical ante su pueblo, sí a ofrecer una vida de oración en nombre de aquellos a quienes sirvo».
- «Hemos de confiar en el Señor, pero sé que será una auténtica alegría celebrar los sacramentos para la gente de la diócesis».
- «Siento que finalmente estoy preparado para hacer aquello para lo que el Señor me puso en el mundo, es decir, servir al pueblo de Dios como sacerdote que continúa haciendo presente a Jesucristo en el mundo hoy».
- «La poderosa experiencia de la confesión con tantos sacerdotes de la diócesis de Wichita fue una razón de peso para que me uniese al seminario, y me emociona poder llevar ese manto y ser un mediador de la misericordia y la gracia de Dios para las personas. El sacerdote es un padre espiritual para los fieles: es un don impresionante para nuestra iglesia y me emociona asumir esa responsabilidad».
- «El hecho de que esa mañana de mayo me levantaré sin poder perdonar los pecados ni celebrar misa, y al final del día podré hacer ambas cosas y la gente me llamará “padre” y confiará en mí me asombra e impresiona».
- «No hay palabras para expresar cómo me emociona celebrar la Santa Misa, donde estaré unido a Cristo como sacerdote y como víctima».
- «Celebraré los sacramentos y pondré el práctica todo lo que he aprendido en el seminario. Lo más importante, amar a las personas, servirlas y acompañarlas en nuestro camino de fe».
     En fin, para qué seguir; ideas claras, fe católica de la de siempre –no hay otra-, ni atisbo de crisis de identidad sacerdotal. Baste una comparación con la muy católica España, donde las setenta diócesis suman un número de católicos nominales doscientas y pico veces mayor que el de la diócesis de Wichita, y han ordenado 122 presbíteros en 2011, 130 en 2012, 131 en 2013, 117 en 2014, 150 en 2015, 138 en 2016. Sumemos algunos sacerdotes más ordenados por órdenes religiosas, uniones de fieles, etc. y nos sale que los de Wichita, tirando por lo bajo, son unas diez veces más fecundos a este respecto.

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