sábado, 26 de junio de 2021

Obispos o agradaores

     Los agradaores se dedican a acariciar los oídos de sus señoritos y hacerles pequeños servicios, que se encuentre cómodos y con su vanidad bien satisfecha. Los mejores se anticipan y van más allá de los deseos de los señoritos, pero con algún grado de contención para evitarles el ridículo. En el agradaor se mezclan el beneficiarse de la benevolencia del agradado y la inclinación natural o adquirida con el ejercicio.
     Los obispos deben enseñar el camino estrecho que lleva al Cielo. Están al frente de una porción del Pueblo de Dios a la que tienen que apartar de los errores y proteger de los que hacen daño a ese Pueblo. Ser obispo fiel y hacer amigos es difícil, desagradará a los enemigos de Dios que se convertirán en enemigos personales del obispo.
     En nuestra misma España y hace menos de un siglo algunos obispos fueron mártires (memoria histórica de la buena). Nadie recuerda un agradaor mártir. Seré mal pensado, pero veo a muchos de nuestros obispos muy lejos del martirio, como corresponde a un híbrido entre agradaor y general de cierto país sudamericano, militares de los que se decía que antes morirían de parto que en combate.
     Desde que murió Franco ¡Dios lo tenga en su gloria! la legislación y los actos de gobierno han ido cada vez más en contra de la Ley de Dios, de la Iglesia y de los derechos de los católicos. Baste pensar todas  las dificultades que se ponen a los padres para dar a sus hijos una educación moral católica. Pero los obispos suelen pasar por alto tales cosas, a lo sumo algún comunicado para que no se diga, y siguen adelante hablando de diálogo, colaboración y buen entendimiento con el Gobierno en la resolución de problemas comunes.
     Vino el divorcio y luego la trivialización total del matrimonio; el aborto como cosa para casos especiales y luego como derecho para todas las mujeres; la erosión normativa y económica de la libertad educativa, en particular de los centros católicos; la esterilización forzosa de deficientes mentales; las uniones homosexuales y la imposición del adoctrinamiento correspondiente; la eutanasia como cosa para casos especiales que pronto será obligatoria; los cambios de sexo, de género, o como lo quieran llamar, sin el menor sentido biológico ni lógico. Por lo menos todo esto, quizás algunas cosas se me olviden. Además de criticar y condenar a los miembros del Gobierno y a los legisladores en cada ocasión, los obispos deberían estar hablando a sus fieles continuamente de estos temas, proclamando a tiempo y destiempo el enorme mal que suponen estas conductas y las doctrinas que las acompañan. ¿Por qué continuamente? Porque continuamente hay gente apartándose de Dios, porque se trata de motivos de continua tentación y caída que, digan lo que digan los herejes, están haciendo que el Infierno se trague un montón de almas. Continuamente.
     ¿Qué hacen la mayoría de los obispos en la mayoría de las ocasiones? Al adoptarse cada medida contra la Ley de Dios los obispos suelen emitir algún comunicado desde la Conferencia Episcopal Española, alguna que otra pastoral en las diócesis, llaman al diálogo, olvidan el tema (el agradaor tiene que quitar de en medio lo que molesta al señorito) y se apresuran a negociar la renovación de algún acuerdo sobre financiación de la Iglesia (el agradaor busca activamente que el señorito le arroje alguna migaja), a explicar que la exención del Impuesto de Bienes Inmuebles es algo de lo que gozan otras entidades o que las inmatriculaciones no suponen adquirir la propiedad sino, únicamente, inscribir la que ya se tenía.
     ¿Qué otra cosa hacen los obispos? Pues, por ejemplo, el día que se votaba la aprobación de la ley de eutanasia uno de los destacados sacaba un comunicado sobre no sé qué bobadita ecológica. Es decir, desviar la atención; todo antes que criticar a los gobernantes. Luego, cuando tienen algún contacto con ellos, salen hablando del buen clima de diálogo y comprensión, avances ¿hacia dónde? y alguna otra cosa que suene bien a los oídos de los gobernantes. No importa los desprecios que reciba el agradaor, siempre ha de decir algo bueno del señorito.
     Tenemos recientes dos grandes ejemplos de servilismo episcopal hacia los gobernantes: El cierre de templos por la epidemia y el de bocas por los indultos.
     Cuando se inició el estado de alarma con sus confinamientos por el COVID-19, el Gobierno dispuso que en los templos se guardase distancia de seguridad. ¿Qué hicieron la mayoría de los obispos, menos cinco? Cerrar los templos, dejarnos a los católicos sin culto divino durante nueve domingos consecutivos y sus días por semana, que incluían nada menos que la Semana Santa. Típico comportamiento de agradaor, tratar de adivinar los deseos del señorito para apresurarse a cumplirlos sin que siquiera se le pida.
     Se llegó a decir que el Gobierno quería cerrar los templos –los católicos con mucha más gana que los de otras religiones-, pero que no se atrevió por los posibles problemas constitucionales (y para que no se les acusase de hacer como hicieron los políticos de su partido durante la, por el momento, última persecución religiosa cruenta en España) y pidió a los obispos que le hiciesen el trabajo sucio. Que yo sepa nadie ha presentado prueba alguna de que el Gobierno pidiese eso a los obispos, pero lo malo es que no existen pruebas en contra. Si los obispos, haciendo el papel de obispos, hubiesen mantenido el culto con las razonables limitaciones de separación y aforo que estableció el Gobierno en el Decreto correspondiente, nadie podría pensar ni decir que el Gobierno pidió y ellos accedieron, pero como hicieron lo que hicieron podemos pensar lo que pensamos.
     En el tema de los indultos a los condenados por sedición, por el intento de dividir España en 2017, los obispos podrían haber callado pura y simplemente; algo así como: es una opción política y nosotros hablamos de Dios, fe, moral; o bien hacer un juicio moral sobre los indultos y, todavía más, sobre la palabrería con que se han acompañado. Creo que debieran haberse pronunciado más sobre las cosas que se han dicho para justificarlos que sobre los indultos mismos. Los indultos son una cuestión de derecho positivo del Estado, en la que se habrán cumplido o no las normas de ese derecho. Que lo discutan los políticos y los jueces.
     Las justificaciones que se han dado entran de lleno en lo religioso, se ha incluido el concepto de misericordia y el añadido, por parte de un ministro, de que entre el Antiguo y el Nuevo Testamento debemos quedarnos con el Nuevo. En definitiva, se ha metido a Dios por medio dándole cierto tono religioso, e inevitablemente católico, a la justificación de los indultos. Los obispos deberían haber rechazado, como mínimo, la confusión políticamente buscada entre misericordia divina e indulto, por la simple razón de que Dios solamente concede su misericordioso perdón al que se arrepiente del mal que hizo y añade propósito de enmienda; los presos por sedición estaban manifestado en la cárcel su orgullo por lo hecho y su intención de repetirlo en cuanto saliesen. Los obispos debieran repeler cualquier intento de instrumentalización política de la religión católica, pero no lo han hecho.
     ¿Qué hicieron o dijeron los obispos españoles sobre los indultos? Los de Cataluña actuar como auténticos agradaores reproduciendo buena parte de la terminología empleada en la justificación política. El Presidente de la Conferencia Episcopal Española actuar como corresponde a un agradaor cuando a su señorito le pueden venir malas consecuencias de sus actos: obstaculizar que la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal emitiese un comunicado que, inevitablemente, contendría críticas al Gobierno. El Secretario y Portavoz de la Conferencia Espiscopal, también obispo aunque auxiliar, apoyó en conferencia de prensa lo dicho por los obispos catalanes; un auténtico agradaor que hace coro a otros agradaores.
     La mayoría de los obispos españoles han sido perros muchos. Pocos obispos, a título individual han criticado los indultos; el de Oviedo ha destacado entre ellos. Unámoslo todo y los mal pensados –o más perspicaces- dicen que el Presidente de la Conferencia Episcopal se comprometió con el Gobierno a mantener neutral a la Iglesia en el tema de los indultos. No hay pruebas de que haya sido así, pero su maniobra para impedir que la Comisión Permanente emitiese un comunicado va en ese sentido, es un buen indicio y, al igual que en los cierres de templos, no hay pruebas en contra y debería haberlas.
     Si alguien ve como una desconsideración hacia los obispos el asimilarlos a la figura del agradaor puede reformular el asunto pensando que tienen un complejo de alianza del altar y el trono que no se lo logran quitar de encima. Tienen un irrefrenable reflejo, herencia de tiempos del regalismo, como poco, de reverencia y apoyo a los gobernantes; en tiempos pretéritos a los reyes que eran, más o menos católicos, en la actualidad a gobernantes claramente anticatólicos por muchos ataques y humillaciones que reciban de ellos. Llevamos décadas de separación legal de Iglesia y Estado en España, mucho más tiempo de hostilidad estatal hacia la Iglesia; los gobernantes se declaran a favor de erradicar de España toda influencia católica y legislan continuamente contra todo lo que sea católico; pero nuestros obispos siguen sin enterarse de que no tienen ningún motivo, de que no ganan nada agradando a los gobernantes, de que así caen en su merecido desprecio y la total irrelevancia social, de que a los fieles nos daña la falta de orientación de los obispos en temas que atacan frontalmente la Ley de Dios. ¿De dónde sacan los nuncios candidatos al episcopado tan romos intelectualmente, tan fuera de la realidad? Misterio.
     Si nada de lo anterior logra despertar a nuestros obispos de sus estúpidas ensoñaciones sobre las ganancias de ser agradaores y mantener una ilusoria alianza entre el altar y el trono, una consideración más mercantil sobre su clientela debiera ayudarles.
     Los nacionalistas e independentistas –lograr distinguirlos no está al alcance de todos-, tanto vascos como catalanes, son muy mayoritariamente no católicos, apóstatas, indiferentes y enemigos que hasta declaran sus planes contra la Iglesia. Hay bastantes con antecedentes familiares católicos y hasta carlistas, pero en la inmensa mayoría el culto a la nación ha desplazado a Dios y cuando mantienen alguna apariencia católica suele ir dirigida a controlar y manipular las iglesias locales en beneficio de su independentismo. La mayoría de los católicos que van a misa y dan dinero para mantener a la Iglesia son contrarios a la división de España, pero párrocos y obispos se empeñan en despreciarlos y hacer todo lo posible –el agradaor procura humillar al que no agrada a su señorito- para congraciarse con los independentistas. En todo el conjunto de España, también en las regiones controladas por el independentismo, los católicos que van a misa son muy mayoritariamente contrarios a los indultos de los sediciosos, pero la mayoría de los obispos o se han callado o han ido contra las preferencias de los fieles que pagan. ¿Es esa forma de cuidar a la clientela? ¿Puede una tienda mantenerse si sus dependientes ofenden a los compradores y se deshacen en amabilidades con los que no compran?

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