jueves, 17 de diciembre de 2015

Conferencia Episcopal: vaguedades y cosas que no comprometen a nadie

     La Conferencia Episcopal Española ha elaborado un plan pastoral para los años 2016 a 2020 (gracias a Dios los Apóstoles no hacían planes pastorales y la Iglesia fue a más) en el que comienza analizando el desastre religioso en que se halla España, donde hablar de secularización es quedarse muy corto. Nuestros obispos, en el punto 1.6, incluyen las siguientes preguntas: «Los obispos, y con nosotros los sacerdotes, los religiosos, y muchos otros fieles cristianos, ¿no hemos contribuido de una u otra manera al desconcierto del Pueblo de Dios? ¿No hemos colaborado con nuestras acciones u omisiones al alejamiento de algunos cristianos de la comunión eclesial?»
     Sí a la primera y sí a la segunda. Aciertan en las preguntas pero, en los siguientes párrafos, responden con vaguedades que no comprometen a nadie a nada: humildad y confianza para revisar nuestra vida, preguntarnos si creemos de verdad en la eficacia del Evangelio, evitar la tentación de la mundanidad espiritual… pero ni palabra de aquellos males que pueden tipificarse con precisión e identificar a sus autores.
     Ofrezco a nuestros obispos esta breve relación de cosas que desconciertan al Pueblo de Dios y alejan de la comunión eclesial: herejía, profanación de la liturgia e indisciplina. Las tres cosas se concretan en actos perfectamente reconocibles y personas perfectamente identificables, pero los obispos huyen de meterse en ese terreno porque muchos de ellos son culpables de ese tipo de hechos o de consentirlos.
     La herejía, los errores doctrinales, que los obispos no mencionan descomponen a la Iglesia, la dividen, desconciertan a los que acuden de buena fe, llevan almas al Infierno. Debieran examinar los obispos a cuántos sacerdotes han sancionado por negar o desfigurar la divinidad de Cristo, alabar las relaciones extramatrimoniales y hasta homosexuales, pagar abortos, negar la resurrección corporal de Nuestro Señor y un largo etcétera. ¿En cuántos casos, si no era posible sancionar, repararon la mala doctrina con una dosis equivalente en cantidad y publicidad de buena doctrina o, por lo menos, señalaron públicamente a los herejes? ¿En el 1% de las ocasiones? Puede que ni siquiera en ese exiguo porcentaje. ¿Quiénes han mantenido a tales herejes como párrocos durante años y décadas hasta el arrasamiento de sus parroquias? Los obispos.
     En el terreno de la profanación de la liturgia, las misas arbitrarias con textos y ceremonias a gusto del sacerdote, hasta estragar totalmente el gusto de los fieles, no puede decirse nada favorable de los obispos; bastantes han puesto más interés en impedir la celebración de la Forma Extraordinaria del Rito Romano que en corregir la enorme cantidad de disparates que se hacían en la Forma Ordinaria. Así las cosas, que hayan introducido en el Plan Pastoral la consabida frase: «La liturgia es, como señala el Concilio, la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su fuerza.» no me inspira ningún comentario caritativo hacia los obispos españoles.
     La indisciplina de sacerdotes, frailes y monjas ha sido y es escandalosa, empezando por el no uso de traje clerical o hábito y siguiendo por todo lo demás. Por cierto, el hábito no hace al monje, ni el traje clerical al sacerdote, son uno y otro los que aman ese signo de consagración y lo usan; o no lo usan si lo único que tienen es una forma de ir tirando en la vida y no un espíritu religioso.
     Hay casos en que resulta difícil saber si estamos hablando de indisciplina, herejía o burla de la liturgia; en ese caso quizás sea lo mejor decir que se dan las tres cosas, ya que unos males son compatibles con otros. El mejor ejemplo es el de las absoluciones colectivas sin confesión previa –ni postrera ni la menor intención de confesar los pecados—. Confiesen los señores obispos: ¿a cuántos sacerdotes han reprendido por tales conductas? ¿y expulsado? ¿a cuántos han dejado hacer durante años y décadas? ¿en cuántas ocasiones se han presentado en la parroquia donde se produjo ese engaño al Pueblo de Dios para decirles a los fieles que su párroco les llevaba por mal camino? ¿no se consideran los obispos responsables de que los feligreses víctimas de ese engaño sigan en su pecado sin advertirles del peligro en que se hallan?
     Menos planes pastorales, menos vaguedades y más actos de gobierno para reprimir el mal y promover el bien, que para eso los puso Cristo y no para escribir sobre sociología de la religión.

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