lunes, 14 de diciembre de 2015

Elija a su abortista preferido

     Hay unos diez partidos y coaliciones que, según encuestas y experiencia de pasadas elecciones, tienen posibilidades de obtener algún diputado en las ya inminentes elecciones generales del Estado español –antaño llamado España—. Por lo que conozco todos son abortistas: abortistas entusiastas, abortistas convencidos, abortistas rabiosos, abortistas acomplejados, abortistas por que no se diga, abortistas para mantener la unidad del partido… pero todos, llegado el caso, actúan a favor de mantener la legislación que, en España, permite matar a los no nacidos con las mayores facilidades.
     He visto que se presenta a las elecciones un partido que está en favor del respeto a la vida y contra el aborto, a veces llega a decirlo explícitamente, aunque no siempre, pero experiencia y encuestas le dan remota posibilidad de obtener algún escaño.
     Los ciudadanos podemos escoger entre la abstención, el voto nulo, el voto en blanco, el voto abortista o el voto testimonial. No pocos dirán que debe escogerse el mal menor, otros que el bien posible –formulación más optimista que la anterior— y si alguno dice que lo mejor es desentenderse de toda esa gentuza y sus juegos de poder y engaño no seré yo quien le condene.
     La idea del mal menor, aplicada al abanico abortista, puede llevar a conclusiones curiosas: entre un abortista de convicción y otro de conveniencia ¿cuál es peor? ¡Sólo Dios lo sabe! Pero aplicando criterios de Doctrina católica podría ser, podría, que un abortista de convicción fuese víctima de un error invencible y, por tanto, tuviese escasa responsabilidad moral; en cambio en un abortista de conveniencia es difícil suponer ese error invencible y la responsabilidad moral puede ser mucho mayor.
     ¿El efecto de uno y otro tipo de abortistas en la sociedad? Los entusiastas buscan dar más facilidades para el aborto, los acomplejados mantienen las facilidades para el aborto y dejan que vayan calando en la conciencia de las personas, conformando de manera casi irreversible la opinión pública.
     La conclusión, atribuida a Shakespeare, es sencilla: «there's small choice in rotten apples» (poco hay que escoger entre manzanas podridas).

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