martes, 13 de diciembre de 2016

Monseñor Schneider vuelve a defender la Fe

Athanasius Schneider celebrando el Santo
Sacrificio, según el misal de San Juan XXIII,
en Tallin, Estonia.
Fotografía tomada por Marko Tervaportti
el 10 de diciembre de 2009.
     El obispo auxiliar de Astana, Athanasius Schneider, que lleva el nombre de San Atanasio con sobrada dignidad, participó el pasado día 5 en una reunión celebrada en Roma sobre las preguntas presentadas al Papa por cuatro cardenales, los célebres dubia sobre pastoral de los divorciados adúlteros.
     Aprovechando que sus padres sufrieron trabajos forzados bajo Stalin, comparó algunas reacciones ante los dubia con el imponer por la fuerza una «línea del partido»: Vivimos en la Iglesia una atmósfera de amenazas y rechazo del diálogo con un grupo específico; parece que sólo se acepta el diálogo con el que piensa lo mismo que todos los demás. Por mi parte añadiría que solamente se acepta el diálogo con los enemigos de la fe de tipo progre, liberal, laxista, pro adulterio y similares.
     Monseñor advirtió del ídolo del sexo, el nuevo becerro de oro de muchos eclesiásticos: «hoy en día, algunos miembros del clero, incluso entre los de más alto rango, sustituyen el sexto mandamiento por el nuevo ídolo de la práctica sexual entre personas que no están casadas válidamente. En cierto sentido, el becerro de oro es venerado hoy por esos clérigos». Y, por supuesto, criticó todas esas falacias que conducen a la comunión de los adúlteros, lo que él y otros llaman «laetitia adulterii».
     También estoy enteramente de acuerdo con Schneider cuando advirtió que el modo de actuar de los clérigos laxistas convierte al pueblo católico en el hazmerreír de sus enemigos, de este mundo incrédulo y sin moral que puede decir –puede vanagloriarse de haber hecho tragar a la Iglesia- que se puede tener una nueva pareja además del cónyuge y que, en general, se pueden hacer excepciones al cumplimiento del sexto mandamiento.
     Otro gran acierto de Mons. Schneider fue traer a colación el ejemplo del primer santo que dio su vida en testimonio de la indisolubilidad del matrimonio y condena del adulterio, San Juan Bautista, el que hablaba tan claro sobre esos temas que lo seguimos entendiendo pese a veinte siglos de diferencia.
     Unos días después este mismo obispo dio una conferencia en Sevilla sobre María, vencedora de todas las herejías. Si habló como es su costumbre no me extraña que uno de los asistentes, próximo al éxtasis, escribiese el siguiente comentario: «Hoy Mons. Schneider ha estado en Sevilla. Vengo de escucharle. Salimos todos emocionados, confirmados en la fe de siempre. ¡Qué bien se le entiende, qué palabras tan claras, sin ambigüedades, nítidas, ¡católicas!» Sí, comprendo el entusiasmo, escuchar cosas católicas de un eclesiástico es una gracia que no se nos concede todos los días.
     Y ya que estamos con la «laetitia adulterii», el cardenal Cordes ha concedido una entrevista en que dice: «Los cuatro cardenales han pedido de forma objetiva, que se despejen las dudas acerca del texto (Amoris Laetitia). Se encontraron con un rechazo desproporcionado. No logro entender esa indignación; también dudo que esas personas indignadas estén movidas por un deseo de encontrar la verdad.» Verá, señor Cardenal, las personas a las que han escocido tanto los dubia no se mueven por un deseo de conocer la verdad, ya se les ha dado a conocer y la odian, por lo que no quieren que se reafirme y difunda si las preguntas de los cuatro cardenales son contestadas conforme a la Fe. ¿Estoy siendo poco caritativo, mal pensado? Bueno, como no soy cardenal puedo permitirme decir lo que pienso yo y lo que, sospecho, piensan Cordes y algunos más como Terencio y San Agustín. Terencio dijo: «la verdad engendra odio», San Agustín lo glosó y explicó, veinte siglos de persecuciones nos certifican que esto ocurre en la práctica, y las iras desatadas contra los cuatro cardenales son un mínimo ejemplo adicional.

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