jueves, 9 de marzo de 2017

Hay un Resto que me llena de esperanza

     Aquello del Resto de Israel, que en medio de la apostasía del pueblo permanecía fiel a Dios, es tan actual ahora como lo fue en tiempos veterotestamentarios. La historia de Elías, único profeta de Yahvé que quedaba frente a un gran número de sacerdotes de Baal, se repite una y otra vez. Sea necesario que baje fuego del Cielo o utilice Dios medios más suaves, Elías volverá a triunfar.
     En los últimos tiempos llegan noticias –para algo bueno habría de servir Internet- de profetas de Yahvé, de clérigos que no han doblado la rodilla ante Baal, y cada una de ellas me produce alegría. Un recuento incompleto, pero esperanzador, de personas y sus santos dichos y acciones puede ser:
     El Cardenal Carlo Caffarra, uno de los firmantes de las célebres “dubia” ha dicho: «Yo puedo ser dócil al magisterio del Papa si sé lo que el Papa enseña en materia de fe y de vida cristiana. Pero el problema es exactamente esto: que sobre los puntos fundamentales no se entienden bien lo que el Papa enseña, como lo demuestra el conflicto de interpretación entre los obispos.» Y extendiéndose en las explicaciones afirmó: «solo un ciego puede negar que en la Iglesia existe una gran confusión, incertidumbre, inseguridad, causada por algunos párrafos de Amoris Laetitia. En estos meses está ocurriendo que sobre las mismas cuestiones fundamentales de la economía sacramental (penitencia, eucaristía y matrimonio), y la vida cristiana, algunos obispos han dicho “A”, y otros han dicho “Lo contrario de A”, con la intención de interpretar bien los mismos textos.» Solamente disiento de su eminencia en que exista la intención de interpretar bien los mismos textos, yo creo que hay mucha mala intención.
     Creo que fue Benedicto XVI, sabio entre los papas, el que creó uno o varios ordinariatos para mejor acoger a los anglicanos que, desengañados por el extravío de esa comunidad eclesial, quieren unirse a la única Iglesia de Cristo. Pues también de donde antes había herejes y cismáticos llega luz. Mons. Steven Lopes, primer obispo del ordinariato personal de los anglocatólicos en Estados Unidos, ha publicado una carta pastoral en al que ratifica la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la situación de los divorciados vueltos a casar. Dice cosas tan obviamente verdaderas, pero que es necesario repetir en estos calamitosos tiempos, como: «Una pareja recasada civilmente que decide guardar castidad completa y por tanto se compromete a no volver a pecar, está en una situación muy diferente a una pareja recasada que no tiene intención de vivir en castidad por mucho que ésta sienta pesar por el fracaso de su primer matrimonio. En esta situación, no reconocen que su impureza, la cual es adulterio, es gravemente errónea, o no tienen intención firme de dejar de pecar.» «A menos que, o hasta que, los casados civilmente manifiesten honestamente su intención de abstenerse por completo de las relaciones sexuales, la disciplina sacramental no les permite el acceso a la Eucaristía.» También recuerda la dificultad de guardar castidad en tales situaciones, pero que Dios no nos abandona; que no puede haber excepciones a las leyes morales absolutas; que la conciencia no es una ley en sí misma ni está por encima de la Ley de Dios. Tras toda esta serie de verdades católicas añade una curiosa petición: que Amoris Laeitita sea protegida de aquellos que la usarán mal para promover prácticas no acordes con la enseñanza de la Iglesia. ¡Difícil lo veo! Pero que el optimismo no decaiga.
     A mediados de enero tres obispos de Kazastán, las periferias que tanto gustan a nuestro Santo Padre Francisco, lanzaron un llamamiento a los católicos del mundo entero para que recemos pidiendo que el Papa Francisco confirme la práctica inmutable de la Iglesia acerca de la indisolubilidad del matrimonio. Hace tiempo que vengo envidiando a los católicos de ese remoto país por tener de obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astana a Athanasius Schneider, todo un guardián de la fe que lleva con gran dignidad el nombre del gran San Atanasio; después me enteré de que el arzobispo de esa diócesis, Tomash Peta, también era como para envidiar; finalmente, al leer este llamamiento me enteré de que en Kazastán hasta los eméritos son de nota, al menos es el caso de Jan Pawel Lenga, emérito de Karaganda. Con una mínima muestra de lo que dicen a propósito de ciertas directrices pastorales basta para hacerse una idea de la firmeza doctrinal de estos obispos: «El cumplimiento de los Diez mandamientos de Dios, y en particular del sexto mandamiento, que obliga a toda persona humana, sin excepción, siempre y en toda situación. De modo que no pueden admitirse casos individuales o excepcionales, ni hablar de un ideal más plenamente alcanzado. Santo Tomas de Aquino dijo: “Los preceptos del Decálogo expresan exactamente la intención de Dios, el legislador (…) y por esto no consienten ningún tipo de dispensa” (Summa theol. 1-2, q.100,a.8c).»
     El arzobispo de Malta y el obispo de Gozo son de vergüenza, a juzgar por la posibilidad que han dado para que comulguen los adúlteros; pero cuando fallan los pastores puede servirse Dios de las ovejas, y así ha sido en ese pequeño archipiélago mediterráneo. Un grupo de católicos malteses ha publicado una reprensión a sus obispos recordándoles cosas como: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.» (Mateo 7,6). Les recuerdan que el Señor Jesús vendrá a juzgar a vivos y muertos, por lo que les invitan a dar marcha atrás en el abominable documento que se han atrevido a publicar. Me parece que San Pablo fue mucho más blando cuando corrigió a San Pedro; estos de Malta son católicos de armas tomar.
     El Cardenal Müller tiene un papel entre imposible y desairado al estar como guardián de la ortodoxia, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, con un Papa de mejorable interés por esa ortodoxia; pero hace lo que puede con sus declaraciones. A la pregunta: ¿Se puede dar una contradicción entre Tradición y conciencia personal? Responde: «No, es imposible. Por ejemplo, no se puede decir que hay circunstancias por las cuales un adulterio no constituye un pecado mortal. Para la doctrina católica es imposible la coexistencia entre el pecado mortal y la gracia santificante. Para superar esta absurda contradicción Cristo ha instituido para los fieles el sacramento de la Penitencia y Reconciliación con Dios y con la Iglesia.» Y el Cardenal Müller sigue haciendo lo que puede al contestar a la pregunta ¿Cómo se puede resolver el caos que se genera a causa de las diferentes interpretaciones que se han dado de este pasaje de Amoris Laetitia? «Recomiendo a todos reflexionar, estudiando antes la doctrina de la Iglesia, partir de la Palabra de Dios en las Sagrada Escrituras, que es muy clara respecto al matrimonio. Aconsejaría también no entrar en ninguna casuística que puede generar fácilmente malentendidos, sobre todo el que afirma que si se muere el amor, entonces se muere el vínculo matrimonial. Éstos son sofismas: la Palabra de Dios es muy clara y la Iglesia no acepta secularizar el matrimonio. La tarea de los sacerdotes y de los obispos no es la de crear confusión, sino la de aportar claridad. No podemos referirnos solamente a pequeños pasajes presentes en Amoris Laetitia, sino que es necesario leer todo en su conjunto, con la finalidad de hacer más atractivo para las personas el Evangelio del matrimonio y de la familia. No es Amoris Laetitia la que ha provocado una interpretación confusa, sino algunos confundidos intérpretes de ella. Todos debemos comprender y aceptar la doctrina de Cristo y de su Iglesia, y al mismo tiempo estar dispuestos a ayudar a los demás a comprenderla y a ponerla en práctica también en situaciones difíciles.» Este hombre se va a ganar el Cielo con sus esfuerzos por indicar la buena doctrina pese al poco margen que le deja su jefe. Y por otro lado, si empezamos estudiando, como el nos recomienda, la doctrina de la Iglesia a partir de la Sagrada Escritura, que él dice que es muy clara ¿para qué necesitamos leer siquiera la Amoris Laetitia?
     El obispo de Chur, en no sé qué rincón de Suiza estará eso, ya nos ha dado alguna otra alegría. Más recientemente, Mons. Vitus Huonder, ha dado una guía para la aplicación de la Amoris Laetitia por sus sacerdotes. Si toda la guía es como su punto octavo la cosa está clara: «Si en la conversación (durante una confesión) se solicita la absolución de un divorciado civilmente casado, debe establecerse que la persona está lista para asumir las prescripciones de Familiaris Consortio 84. Esto significa que si ambos cónyuges no pueden satisfacer la obligación de separarse, deben vivir juntos como hermanos. Esta regla todavía se aplica ahora como entonces, porque la nueva exhortación apostólica Amoris Laetitia expresamente no pretende “un nuevo conjunto de reglas generales, de naturaleza canónica” (AL 300). El penitente debe manifestar la firme intención de vivir con respeto al vínculo matrimonial del primer matrimonio.» Dijo más cosas sustanciosas pero con este párrafo vamos servidos y, sobre todo, queda claro el distinto valor que atribuye a Familiaris Consortio y Amoris Laetitia.
     Al sur de Brasil existe una diócesis con el curioso nombre de Frederico Westphalen, nombre del ingeniero que dirigió la colonización de esa zona de Rio Grande do Sul, erigida en 1962. Yo le habría puesto el nombre de algún santo o santa, pero bueno, aunque sea con nombre de ingeniero su obispo, Antonio Carlos Rossi Keller, tiene las ideas claras, o sea, católicas. En su nota pastoral sobre la interpretación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia se declara cansado de escuchar durante los últimos años a los que no han dejado de pedir cambios de la práctica sacramental de la Iglesia mediante el principio del cambio “de abajo hacia arriba” o el conocido principio de los hechos consumados: se adopta una práctica pastoral y con el tiempo la Iglesia se vería obligada a aceptarla y a incorporarla a su doctrina y a su práctica. Pero como buen pastor se sobrepone al cansancio, no traga con los hechos consumados, y declara que Amoris Laetitia debe leerse e interpretarse en el contexto de la hermenéutica de la continuidad y de la profundización, lo que significa que una mejor comprensión de la enseñanza moral de la Iglesia, fruto de la acción del Espíritu Santo, nos lleva gradualmente al conocimiento de la verdad plena y completa, sin contradecir ni negar nunca el magisterio anterior. Tras lanzar durísimas condenas a todos los errores fomentados y consentidos alrededor de este asunto, invocar a los santos que dieron su vida por defender el matrimonio, etc. termina donde casi todos: en la Familiaris Consortio, que esa es la exhortación que hay que aplicar.
     El arzobispo de Baltimore, Mons. William E. Lori, no es de los más rotundos. Aun así, en una carta dirigida a sus sacerdotes y fieles les anima a leer Amoris Laetitia, especialmente el capítulo 8, párrafo 305 (y la nota al pie 351), junto con los puntos correspondientes de las exhortaciones apostólicas de San Juan Pablo II, Familiaris Consortio nº 84, y del Papa Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis nº 29. Vamos, que este arzobispo tampoco ve Amoris Laetitia como la superexhortación supermagisterial que anula todo el magisterio anterior y hasta la Revelación, si hace falta para acomodarse al Mundo.
     Mons. Chaput, arzobispo de Filadelfia, tampoco considera que Amoris Laetitia sea el no va más de los no va mases. Dice cosas tan católicamente obvias como: «Me parece que es imposible contradecir las palabras de Jesús, y también es imposible que una enseñanza sea verdad hace 20 años y hoy no lo sea, cuando se trata de las enseñanzas del Papa. Lo que enseña el Papa Francisco no puede contradecir la enseñanza de Juan Pablo II, cuando se trata de doctrina oficial». Y sobre la interpretación de Amoris Laetitia dice que debe hacerse «a la luz de lo que ha pasado antes, principalmente con base en las palabras de Jesús, pero también, secundariamente, en las enseñanzas del Papa, el Magisterio de la Iglesia. Por tanto, ¿cómo va a ser cierto que las personas puedan recibir la Comunión cuando viven en una unión adúltera cotidiana? ¿Cómo es eso posible, cuando la Iglesia dice que no es posible?» También le gustaría que el Papa respondiera a las célebres dubia de los cuatro cardenales. A mí también me gustaría pero creo que lo tenemos difícil.
     El arzobispo de Ottawa, Mons. Terrence Prendergast, un ejemplo de que no es imposible ser jesuita y católico, ha aprobado las directrices que los obispos de Alberta y Territorio del Noroeste publicaron hace algún tiempo acerca de Amoris Laetitia. En su día ya comenté que esas instrucciones ignoran olímpicamente la célebre exhortación postsinodal del Papa Franciso y se basan en el Evangelio y toda la tradición de la Iglesia, incluido, por supuesto, el punto 84 de Familiaris Consortio.
     El Instituto Ruth, del que no sé nada pero sospecho que debe ser algo bueno, ha enviado una carta de felicitación y 24 rosas blancas al Arzobispo Alexander Sample de la diócesis de Portland, Oregon. ¿Por qué? Por su defensa de la enseñanza católica sobre el matrimonio. El Instituto Ruth declara: «Nos sentimos particularmente alentados por el hecho de que el Arzobispo Sample abordó tres posibles malas interpretaciones de Amoris Laetitia. Un primer mal uso consiste en afirmar que la conciencia legitima las acciones contrarias a los mandamientos de Dios. Un segundo mal uso es el que afirma que bajo ciertas circunstancias hay excepciones a las prohibiciones divinas. Y el tercer mal uso: que la fragilidad humana exime de cumplir los mandamientos.» Si mi arzobispo de Oviedo dijese otro tanto y tan claro hasta puede que me animase a enviarle 24 rosas blancas.
     No sé si Liechtenstein, país riquísimo donde los suizos son considerados mano de obra barata, está entre los calificados de paraíso fiscal, pero debe ser un pequeño paraíso doctrinal a juzgar por la carta pastoral de Mons. Wolfgang Haas, arzobispo de su capital, Vaduz. Con motivo de la Cuaresma, muy santa Cuaresma en este caso, dice que cuando se somete a debate la indisolubilidad del matrimonio cristiano y se llega a afirmar que el adulterio no es pecado grave en todos los casos se va directamente contra la voluntad salvífica de Dios. ¿Y que apoyos busca, entre otros, este arzobispo para su afirmación? El punto 84 de la Familiaris Consortio, naturalmente.
     ¿Qué tienen en común la mayoría de los obispos que, proféticamente, sostienen la verdad sobre la santidad del Matrimonio y la Eucaristía, la primacía de la Ley de Dios sobre los subjetivismos y la posibilidad de cumplir los mandamientos con ayuda de la Gracia divina? Que se remiten a San Juan Pablo II y el número 84 de Familiaris Consortio. Me parece que ese documento tiene más valor magisterial del que indica su modesto título de exhortación apostólica.

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