martes, 12 de septiembre de 2017

Nueva muestra de buen sentido católico del Arzobispo de La Plata

     Monseñor Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, en Argentina, ya nos ha dado otras alegrías a los católicos. Este mismo año recordó a sus sacerdotes: «Cuando no es posible celebrar, según el rito litúrgico, un matrimonio canónico, se debe evitar cuidadosamente todo signo que induzca a confusión, sea a los mismos presuntos contrayentes, a sus familiares o al pueblo de Dios en general.» y les dijo que nada de bendecir parejas concubinarias o adúlteras, bendecir sus anillos o hacer cualquier cosa que tenga apariencia de lo que se suele hacer en los casamientos verdaderos. El año pasado les dijo a sus sacerdotes que interpretase Amoris Laetitia de acuerdo con las enseñanzas de San Juan Pablo II y que nada de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar: «hay que atenerse a la invariable disciplina de la Iglesia».
     El pasado día 8, el Arzobispo de La Plata, ha emitido un decreto en contra de los abusos que muchos sacerdotes, al menos en España, cometen contra la reverencia que se debe a la Eucaristía, las malas enseñanzas a los niños y la falta de respeto a los derechos de los fieles. Es todo una delicia, que se puede leer en http://www.arzolap.org.ar/2017/09/decreto-de-mons-aguer-sobre-el-modo-de-recibir-la-eucaristia/ , aunque aquí me limitaré a reproducir y comentar el texto del articulado:
     «1. Teniendo noticia de que en algunas comunidades, especialmente escolares, no se respeta la disciplina de la Iglesia en la distribución de la Sagrada Comunión a los fieles, es mi deber recordar que estos pueden recibirla, según prefieran, de pie o de rodillas, en la boca o en la mano. Es nuestro deber ilustrarlos sobre el modo de realizar cualquiera de esos gestos como expresión de fe y de profunda veneración.» Son muy frecuentes, al menos en España, los casos de sacerdotes que tiranizan a los fieles imponiéndoles una forma de comulgar, la que el cura quiere, que ¡oh casualidad! es siempre de pie y en la mano. Aunque, por supuesto, lo de que todos somos iguales y la libertad de los hijos de Dios no se les cae de la boca.
     «2. Además, no es lícito “servirse” la Santísima Eucaristía, sino que se la ha de recibir de manos del sacerdote, el diácono, el acólito instituido tal, o el ministro extraordinario debidamente autorizado. Así se manifiesta que la Comunión es un don que recibimos de la Iglesia, y en ella, y con ella.» Me parece muy importante que en los sacramentos quede claro que es algo que se recibe, la gracia se recibe por gracia, graciosamente, por regalo de Dios, no la cogemos nosotros; como mucho nos disponemos a recibirla, quitamos los obstáculos que hemos puesto. Cualquier fórmula, gesto o práctica que oscurezca esta visión debe ser evitada.
     «3. Prohíbo expresamente que se imponga a los niños, a partir de su Primera Comunión, recibir en la mano el Cuerpo del Señor. Se les ha de instruir, según el espíritu de la Iglesia y no la propia preferencia de quien los prepara, acerca de las posibilidades antedichas, de modo que ellos puedan elegir libremente.» Otra vez el punto primero pero esta vez, muy acertadamente, aplicado al caso de lo que se enseña y se impone a los niños de Primera Comunión. Esto también lo podría haber escrito un obispo español, y debería escribirlo.
     «4. Prohíbo asimismo la arbitrariedad que consiste en invitarles a tomar ellos la Hostia y mojarla en el cáliz que contiene la preciosa Sangre de Cristo. Es un abuso intolerable.» He presenciado alguna comunión, en misa de domingo para niños de catequesis, que seguía la fórmula del «agarra pan y moja». Aunque llegado a ese punto de la misa no me extrañó demasiado porque al ofertorio, en vez de sacar unas vinajeras, el sacerdote sacó una botella de vino y un sacacorchos y, mientras descorchaba, nos instruyó con una pequeña monición sobre lo útil que es el sacacorchos.
     «5. Los errores que inspiran las prácticas señaladas inducen a confusión respecto de la doctrina católica sobre la presencia real del Señor en la Eucaristía y del culto de adoración y amor que se le debe.» La inducen, provienen de ella, todo se retroalimenta. La fe se expresa en gestos y la falta de gestos debilita la fe. Si los sacerdotes y fieles tuviesen la firmísima convicción en la Presencia Real que fue corriente en el pasado no sucedería nada de esto; las herejías que se han difundido en torno a este tema, como aquello de la transignificación, han dejado huella. La demolición del culto eucarístico en los últimos cincuenta años ha sido terrible.
     «6. Recuerdo, asimismo, que durante la Plegaria Eucarística los fieles deben arrodillarse en el momento de la consagración, salvo impedimento de salud o de edad. No admito en la arquidiócesis de La Plata excepción alguna a esta norma que consta claramente en el Misal Romano.» A este respecto la situación en España es desastrosa, sin que nuestros obispos hagan lo más mínimo. Desde templos en los que se intenta impedir que los fieles se arrodillen, suprimiendo las facilidades para ello, hasta movimientos eclesiales que tienen por norma el no hacerlo, pasando por montones de sitios en que, simplemente, no se hace. Recuerdo una misa de Primera Comunión en que solamente nos arrodillamos dos personas, que yo viese, y ninguna era alguno de los niños primicomulgantes.
     Dios bendiga a Monseñor Héctor Aguer, más si cabe todavía, porque tanta claridad de ideas católicas y valor para proclamarlas significa que Dios ya lo tiene muy de su mano.
     Por último, si algún obispo español, mi mismo arzobispo, por ejemplo, quiere copiar este decreto cuenta con mi aprobación y, supongo, con la de Monseñor Aguer.

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