lunes, 8 de enero de 2018

Ahora la luz viene de Kazajistán

     Antes nos llegaba de algo más cerca, pero ahora son las periferias más periféricas las que son luz y esperanza de la Iglesia.
     Tres obispos de ese remoto país han hecho una profesión pública, y muy acertada, de verdades inmutables sobre el matrimonio. Y uno de ellos, Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astaná, en reciente entrevista ha dicho cosas de lo más sensatas y católicas, a la vez que nos permite atisbar lo que se consigue del pueblo fiel si los obispos son, de verdad, obispos católicos y no meros funcionarios pontificios en espera de ascender a otra diócesis de más prestigio y al cardenalato. Reconozcamos que, tal como están las cosas en el Vaticano, Schneider tiene difícil ascender y me parece que ni lo piensa intentar.
     Monseñor Schneider explica la razón por la que la Conferencia Episcopal de Kazajistán no ha visto la necesidad de publicar directrices para la aplicación de Amoris Laetitia y el documento relativo a verdades inmutables sobre el matrimonio es cosa de los obispos firmantes (añadiré que, en mi opinión, parece dirigido a la Iglesia universal más que a los fieles de una diócesis):
     «Aunque en nuestra sociedad la plaga del divorcio está muy difundida como consecuencia de 70 años de materialismo comunista y también tenemos en nuestras parroquias casos de los llamados “divorciados que se han vuelto a casar”, los mismos “divorciados que se han vuelto a casar” no se atreverían a pedir ser admitidos a la Sagrada Comunión, dado que la conciencia de pecado está, gracias a Dios, muy arraigada en las almas e, incluso, en la sociedad civil. En nuestro país la gente comete pecados, como en todas partes, pero sigue siendo consciente que un pecado es un pecado y, por lo tanto, para estos pecadores hay esperanza de conversión y misericordia divina. Para nuestra gente –e incluso para los “divorciados que se han vuelto a casar” entre ellos–, sería como un tipo de blasfemia pedir el acceso a la Sagrada Comunión mientras conviven con una persona que no es el cónyuge legítimo.»
     Conclusión: El problema de que algunos adúlteros quieran comulgar, la falta de sentido y conciencia de pecado presente en muchos católicos nominales, es culpa de sacerdotes y obispos que llevan décadas minimizando el pecado, negándolo, buscando excusas para todo lo relativo al sexto mandamiento, etc. Donde los pastores no hacen eso los pecadores reconocen su pecado y, por ese camino, puede que lleguen a la feliz penitencia.
     Usted también podrá disfrutar leyendo esta entrevista –no me voy a guardar el placer sólo para mí- en:
https://infovaticana.com/2018/01/08/la-actitud-los-obispos-hacia-papa-colegial-fraterna-no-servil/
https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/01/important-bishop-athanasius-schneider.html

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