miércoles, 25 de julio de 2018

En el cincuenta aniversario de la Humanae Vitae

     ¡Bendito sea Dios que nos dio a Pablo VI y su amor a la verdad! El beato, y próximo santo, prefirió la verdad impopular a congraciarse con el Mundo y su Príncipe, escuchó los argumentos de buena Filosofía y sana Teología que le presentaron simples presbíteros y hasta algún laico, antes que a los altos eclesiásticos mundanizados. Lo que le quedaba de vida en este valle de lágrimas sufrió mucho por los que dentro de la Iglesia, más en comunión formal que de fe, no pudieron soportar la sana doctrina y se dedicaron a apartar a los fieles de ella. En el Cielo alcanzó la posición del que ha guardado la fe; que desde allí interceda por sus sucesores en la Cátedra de Pedro.
     Mucho se ha dicho de los aciertos de esa gran encíclica, desde su exposición de la verdad sobre el matrimonio a la clarividencia de sus pronósticos sobre las desgracias que traería la anticoncepción. Algo que acabo de leer vuelve a confirmar la verdad del la Humanae Vitae en ambas vertientes: en Estado Unidos la mitad de los matrimonios se divorcian, pero entre los que no practican la anticoncepción los divorcios no llegan al 2%. ¡Ahí queda eso!
     No me extrañaría lo más mínimo que esos datos fuesen ciertos pues en ese país, como en la mayoría de los degenerados países occidentales, no existen mecanismos legales o sociales orientados a la perduración de los matrimonios; van muchas décadas de destrucción deliberada del matrimonio y la familia naturales –de fundación divina-, de fomento de todo vicio sexual y pornografía, exaltación del mal y sistemas educativos estatalizados inculcando cuanto debería considerarse obsceno. En esta situación solamente Dios apoya a los matrimonios que secundan su plan (y un poco su Iglesia, algunos curas que no han perdido la cabeza; también es cierto que «solo Dios basta»), pero únicamente a los que se dejan apoyar, a los que aceptan humildemente la voluntad de Dios, porque ¿para qué va a fomentar Dios la perduración de los matrimonios cerrados al don de la vida, los que rechazan los mayores bienes y finalidad del matrimonio? ¿cómo van a recibir la gracia de permanecer en unión fiel los que rechazan la del «creced y multiplicaos»?, unidos fielmente ¿para qué? Lo que da gloria a Dios permanece eternamente, en este mundo por sus cuidados amorosos, en el Cielo transformado en gloria de los bienaventurados; pero esos matrimonios entregados a la anticoncepción ¿de qué valdría que perdurasen? ¿para qué?
     Seguramente, antes de hablar de si los matrimonios se divorcian o permanecen en unión fiel, habría que preguntarse, incluso desde una visión de Código de Derecho Canónico, ¿de verdad estamos hablando de matrimonios? ¿de esa multitud de matrimonios cerrados a la vida que se divorcian, cuantos eran válidos? Quizás pocos pues ya se casaron con el propósito de no tener hijos. Pudiera ser que no hayamos asistido a un aumento espectacular de los divorcios en las últimas décadas, sino a un aumento espectacular de matrimonios nulos que, por simular ser verdaderos, siguen las pautas de las legislaciones estatales sobre casamientos y divorcios, pero realmente nunca hubo ni lo uno ni lo otro. Lo que voy a decir tómelo cada uno por el lado que prefiera, optimista o pesimista, pero sospecho que la tasa de rupturas matrimoniales en los países occidentales es mucho menor que lo que se publica en estadísticas oficiales porque también la tasa de matrimonios verdaderos está por debajo de lo que proclaman tales estadísticas. Cesan muchos emparejamientos animales, pero no son tantos los matrimonios que rompen su convivencia.

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