sábado, 6 de abril de 2019

El Padre del hijo no pródigo

     El pasado domingo se leyó en misa la muy célebre parábola del hijo pródigo. Alegrémonos del arrepentimiento del putero –démosle la denominación correcta-, pese a no ser perfecto, no por los motivos más elevados, pero dejémoslo para fijarnos en el otro hijo, el que cumple siempre los mandamientos pero considera excesivo el recibimiento dado a su hermano.
     ¿Qué dice el Padre al hijo mayor? ¿Acaso le dice: eres un rígido, autorreferencial, con cara de pepinillo en vinagre y, además, pelagiano –permítase esta licencia aunque para Pelagio faltaban siglos-? No, el Padre no reprocha a su hijo mayor el cumplir los mandamientos, ni el dar importancia a su cumplimiento; le reprocha, más bien se lamenta, de lo que le falta al hijo mayor: el valorar la gracia de estar siempre con Dios y el hacer suya la alegría de Dios por el arrepentimiento de los pecadores.
     ¿Qué enseñanzas pueden sacar los pastores de la Iglesia de esta parábola? Una de ellas puede ser: nada de insultos ni reproches a los fieles por su fidelidad, sino invitarlos a mejorar en lo que estén más flojos.

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