miércoles, 10 de abril de 2019

Ya tenemos el sagrario y el cristo ¿y ahora qué?

     En el templo del Sagrado Corazón de Gijón hubo, durante unos 66 años –tras descontar los de persecución religiosa- un sagrario monumental y un cristo esculpido por Miguel Blay, de notable valor artístico. En 1998 los jesuitas se llevaron esos dos muebles, a la vez que vendían muy barato el templo al Arzobispado de Oviedo, y acabaron instalándolos en la iglesia de La Merced de Burgos, tras un incendio en que ese templo perdió parte de su mobiliario. Hace un par de días, tras años de múltiples gestiones, por la generosidad de los jesuitas o porque se están muriendo y ven que de nada les sirve tener tantas cosas como acumularon en sus buenos tiempos, ese sagrario y ese cristo volvieron a su ubicación original en Gijón.
     En el terreno del arte ese sagrario y ese cristo están mejor en Gijón que en Burgos, pues el primero fue diseñado expresamente para el templo gijonés y el segundo contaba en el mismo con un retablo a juego, pero en el terreno religioso ¿qué ganamos trayendo y llevando sagrarios e imágenes? ¿La Basílica del Sagrado Corazón de Gijón se va a llenar de fieles a rebosar? Desde hace bastantes años los viejos se van muriendo y no aparecen jóvenes que cubran los huecos de los bancos de la Basílica. ¿Se producirán conversiones de ver tanto arte? No me lo creo.
     ¿Qué pasará con ese cristo y ese sagrario y con la Basílica entera? Mi pronóstico es pesimista. En unos años la Iglesia que peregrina en España no podrá seguir disimulando la estrepitosa caída en número de fieles, de sacerdotes y religiosos; no podrá seguir con estos apaños de tener cada vez menos sacerdotes en cada templo o mayor número de parroquias a cargo de un mismo sacerdote, no tendrá dinero para mantener tanto templo, para reparar tanto tejado; posiblemente en unos años no haya dinero ni para pagar las cosas más corrientes de cada edificio: un poco de energía eléctrica, otro poco de limpieza, unas velas, algún ornamento, pan y vino eucarísticos… y habrá que cerrar.
     En la ciudad de Gijón se han creado bastantes templos parroquiales en la segunda mitad del siglo XX, no hay fieles ni sacerdotes para tanto templo. La Basílica del Sagrado Corazón está en medio de cuatro templos parroquiales, a pie el más lejano está a 600 metros –las aves solamente tienen que volar 480 metros-; en unos años o cierra la Basílica o cierran algunos de esos cuatro templos, pero que haya gente y dinero para mantenerlos todos abiertos… no me lo creo.
     Esos piadosos muebles traídos de Burgos con tanto esfuerzo tienen bastantes posibilidades de acabar en un templo cerrado al culto o en un museo, pero que obren la taumaturgia de invertir la tendencia en que nos hallamos inmersos… no me lo creo.
     En las últimas décadas la Iglesia que peregrina en España ha tomado conciencia creciente de la importancia del patrimonio artístico e histórico que atesora, dedica más esfuerzos a su conservación, cada vez se hacen restauraciones más cuidadosas, se adoptan mejores medidas de seguridad. Muchos objetos son trasladados a museos diocesanos para conservarlos al abrigo de robos y se celebran excelentes exposiciones como las de Las Edades del Hombre. Si por cuidado del patrimonio histórico-artístico fuese la Iglesia se hallaría en su mejor momento en España; en cambio todos sabemos que se halla en su peor momento en bastantes siglos, posiblemente el peor desde la invasión musulmana. El patrimonio no produce fe, fue la fe la que produjo este patrimonio que ahora tanto nos cuesta cuidar y tan poco fruto nos produce.
     Tirar todas esas obras de arte y fe, regalarlas sin más, permitir que se dediquen a usos profanos (en bastantes casos llegarían a lo obsceno), es muy duro y la jerarquía eclesiástica se resiste ¡a mí me resultaría de un difícil!; pero no pasa de ser pensamiento mágico, o algo similar, pensar que los museos, las visitas turísticas y las proclamas retóricas glosando la enorme importancia que el patrimonio de la Iglesia tiene para nuestro país solucionan el problema a largo plazo. No va a ser posible mantener los inmuebles de la Iglesia, de ningún modo, y con ellos se tienen que ir los muebles. Parte de los muebles y objetos de culto se podrán amontonar en los museos diocesanos, para otros ni eso será posible.
     Una última consideración sobre tanto crear museos y el estado de la Iglesia en España. Museo significa: muerte, incapacidad de dar uso, cachivache inservible o despreciado. A los museos va lo que ya no tiene uso, lo que sus dueños no quieren seguir utilizando o cuidar, aquello cuyos creadores y usuarios han muerto y con lo que los vivos no quieren cargar. Mi ordenador, mi coche o mi cama no están en un museo, los uso y si no los tuviese a mano los echaría en falta en mi vida corriente; cuando dejen de servirme o yo me muera irán al desguace o a la basura –si fuesen algo de destacado valor artístico o yo me convirtiese en un personaje de importancia histórica irían a un museo-. Las imágenes acumuladas en los museos eclesiásticos dan testimonio de que ya no hay fieles que con su ayuda den culto al Dios Uno y Trino, a la Virgen y a los santos; los cálices quieren decir que ya no hay sacerdotes que los empleen para celebrar el Sacrificio de Cristo; los sagrarios, que ya no hay quien se arrodille ante ellos para adorar la Presencia Real. Esta es la realidad de muerte del culto y de los fieles que lo dieron, y lo demás son fantasías de gente de iglesia fuera de la realidad.
     ¿Qué podemos hacer? El que buena parte de los bienes que la Iglesia tiene en España acaben fuera de su uso y control es inevitable, no vale la pena gastar las últimas fuerzas, los pocos sacerdotes que quedan y el escaso dinero en sostener lo insostenible. Concentrémonos en la evangelización, promovamos la buena liturgia, la buena doctrina, la disciplina eclesiástica y dejemos de traer y llevar cristos y sagrarios; el que haga lo primero saldrá en la prensa maldecido como Reig Pla, a lo segundo los periódicos dedicarán una notita intrascendente, dejando de manifiesto que la Iglesia es irrelevante cuando se dedica al legado artístico y agita las conciencias cuando se dedica al legado de Cristo.

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