miércoles, 8 de julio de 2020

Con diez justos se habría salvado Sodoma, no sé si con siete obispos se salvará España

     Durante la epidemia que todavía padecemos, y para seguir, de COVID-19 gran parte de los obispos y sacerdotes españoles han demostrado lo que son. Se ha llegado a decir que el Gobierno quería cerrar los templos, prefirió no meterse en problemas constitucionales y pidió a los obispos que lo hiciesen ellos; la mayoría hicieron el trabajo sucio del Gobierno. Seguramente nos hallemos ante una teoría conspirativa sin más base que lo hecho por la mayoría de los obispos, pero que haya podido formularse sin que las pruebas la refuten ya es una total vergüenza para la Iglesia.
     En cualquier catástrofe los hay que se distinguen por mantener la calma, obrar racionalmente y cumplir dignamente su deber. También en esta hemos tenidos algunos pastores dignos de tal nombre, de la misión que Jesucristo les confió. Tenía referencia de siete obispos que en España habían mantenido el culto público, con las limitaciones que las circunstancias imponían, y busqué información para saber si, de verdad, los siete tenían un sentido del valor del culto divino, de la necesidad que las criaturas humanas tenemos de él, de la misión de la Iglesia.

     El obispo de Alcalá de Henares, D. Juan Antonio Reig Pla, acostumbra a hacerlo bien, mucho mejor que la mayoría de sus colegas (bastantes se le parecen sólo en la mitra), y no es un perro mudo ante los disparates que se han institucionalizado en nuestra sociedad. En esta ocasión también lo hizo mucho mejor que la mayoría, por eso de que al que tiene se le dará y abundará.
     El 10 de marzo de 2020 decretó que en todas las parroquias, comunidades cristianas y conventos de clausura se elevasen preces para que seamos liberados de la epidemia y por sus enfermos y difuntos. Esa era la primera disposición del Decreto, lo primero la oración; después venían una serie de medidas inevitables ante la que estaba cayendo.
     El día 13 decretó, expresamente, mantener los templos abiertos y las misas habituales y, que si era necesario, se aumentase el número de misas para facilitar la asistencia a los fieles. O sea, todo lo contrario de cerrar y dejar al Pueblo de Dios sin culto. Añadió el ofrecer auxilios espirituales a los enfermos, confesiones con la debida precaución, que bautizos, bodas y funerales sin hiciesen sin aglomeraciones, insistió en las rogativas, etc. Ese decreto del día 13 debería ser la envidia de otros muchos obispos.
     Todos sabemos que, en aquellos días, las cosas empeoraban con rapidez, así que al día siguiente D. Juan Antonio emitió otro Decreto que encabezaba haciendo ver “una ocasión en la que reconocer la precariedad del hombre herido por el pecado y la necesidad de elevar la mirada a Dios quien, en Jesucristo, ha vencido el poder de la enfermedad, la muerte y el pecado.” Partiendo de principios tan sólidos, y con los antecedentes de este obispo, ya podemos imaginarnos lo que contenía la parte dispositiva: “Asegurar la celebración de la Eucaristía en todos los Templos Parroquiales y demás comunidades, manteniendo los horarios habituales … Que los sacerdotes y capellanes de hospitales extremen la prudente caridad respecto de los fieles y ofrezcan los auxilios divinos … Para las celebraciones del Sacramento del Bautismo y del Matrimonio que estuvieran previstas, y para las Exequias y Funerales que pudieran surgir, sean celebrados en presencia sólo de los familiares y personas más allegadas … Realizar, con la prudencia debida, actos piadosos y rogativas … El cese de toda actividad parroquial, excepto la sacramental … asegurarse que las familias y todos aquellos que son atendidos en Cáritas puedan seguir recibiendo ayuda…” ¡Perfecto!
     Unos días después se publicó una entrevista en que Monseñor Reig Pla daba las razones de su proceder: “…he decidido mantener abiertas las iglesias y también el horario habitual de las celebraciones de la Santa Misa. Con ello quiero ofrecer a los fieles un signo de que la Iglesia no abandona a nadie que requiera los auxilios divinos, especialmente los sacramentos … Entre los bienes de la persona (bienes útiles, placenteros, el bien moral, etc.), el máximo bien es el espiritual, que va unido al destino eterno del hombre. Esta es la razón por la que no podemos privar a los fieles, incluso en circunstancias extremas, de los dones divinos y particularmente de la Eucaristía … No solo mantenemos la distancia de seguridad, sino que tomamos todas las medidas para prevenir la infección … Todo ello es importante, sin embargo ninguna de estas cosas apaga el deseo de infinito que hay albergado en cada corazón humano. Por eso, junto a las medidas de seguridad, no puede faltar lo que especifica la obra de la Iglesia: ofrecer la salvación lograda por Jesucristo mediante la oración, la predicación de la Palabra y los sacramentos … La Santa Misa, en todas las ocasiones, y más en esta situación extrema, es el cielo en la tierra. Sin la presencia del cielo -hecho presente en la humanidad de Jesucristo y ahora en los sacramentos- el hombre desfallece … Críticas directas no he recibido ninguna. Sí he recibido, en cambio, muchas muestras de gratitud … Saber que el bien espiritual es el máximo bien contrasta con el espíritu del mundo y este espíritu mundano también puede penetrar en la Iglesia … Gracias a Dios no he recibido ninguna presión del gobierno … La situación en los hospitales ubicados en el territorio de la diócesis es preocupante …  Hasta ahora las personas o los familiares que solicitan los sacramentos pueden ser atendidos. Para los enfermos que están en las unidades de cuidado intensivo hay medidas especiales y no siempre se puede acceder a ellas.”

     Los que peregrinan en Córdoba también han tenido suerte (gracia de Dios) con su obispo, D. Demetrio Fernández González. El pasado 13 de marzo dio buena doctrina y buenas normas: “En las dificultades, Dios está más cerca que nunca de cada uno de nosotros. A él acudimos especialmente en los momentos de necesidad … En nuestras parroquias y demás instituciones diocesanas, quedan suprimidas todas las actividades no sacramentales … Se mantiene, por ahora, la celebración de las Misas dominicales y diarias para las personas que quieran acudir a las mismas, observando las cautelas establecidas.” Y así se mantuvieron las misas durante toda esta crisis. “Con respecto a las celebraciones de Bodas, Exequias y Misas funerales, se recomienda que participen únicamente los familiares y personas más allegadas, manteniendo las mismas medidas de prevención antes indicadas … Para el sacramento de la confesión, se aconseja vivamente el uso del confesionario, provisto de rejilla y tela higiénica … Según la costumbre de siglos, nuestra diócesis se acoge especialmente a la protección del arcángel san Rafael, custodio de Córdoba … Recomendamos a los fieles que al rezo diario del Rosario, añadan esta oración al arcángel san Rafael …” Es decir, todo el culto que se pueda, todas las celebraciones sacramentales que se pueda y especiales oraciones en este tiempo de especial necesidad. ¡Excelente!
     Tres días después respondió públicamente a consultas: “El Decreto de Alarma establece una serie de motivos para salir de casa, por necesidades básicas. Acudir a un templo cercano a rezar podría ser una de ellas, a no ser que la autoridad nos lo impida. Nosotros no cerramos la puerta de nuestras iglesias … Esta situación no nos impida atender a los pobres, a los sin techo, a los últimos. Al contrario, encuentren en la Iglesia la buena acogida que siempre les hemos dispensado, más necesaria en estos momentos … A los sacerdotes les recomendamos que celebren la Santa Misa a diario, para pedir por el pueblo que sufre e implorar de Dios la pronta sanación de los enfermos y el descanso eterno para los difuntos … Y, por nuestra parte, no impedir a nadie que acuda, a no ser que hubiera aglomeración o no pudieran respetarse las distancias de seguridad …” O sea, culto, atención espiritual, atención a los pobres y de cerrar nada de nada.

     En Valladolid tienen por arzobispo al Cardenal D. Ricardo Blázquez, que sin duda es hombre menos arrojado que los anteriores, pero en sus disposiciones del 13 de marzo comenzó como es debido: “En tiempos de tribulación el Señor sigue presente y nos acompaña con palabras de ánimo al mismo tiempo que nos envía a cuidar y alentar a quienes nos rodean.” Luego recomendó “Caridad activa para no exponernos al contagio ni ser cauce del contagio a otros. Las medidas que hemos de estar dispuestos a poner en práctica han de ayudarnos a no contraer la enfermedad y así no ser la causa de que otros cercanos a nosotros se contagien.” Después, en plan dispositivo, estableció: “Suspensión de la catequesis presencial y demás charlas o encuentros formativos … Se pueden mantener las celebraciones habituales de la Eucaristía, recomendando que se evite la concentración de personas … El sacramento del perdón, si se solicita, podría celebrarse en espacios o ámbitos que aseguren la intimidad y la distancia de seguridad … Pospónganse en la medida de lo posible las demás celebraciones. Con respecto a la celebración de funerales y exequias, se recomienda que participen únicamente los familiares y personas más allegadas…”
     En fin, no es que D. Ricardo Blázquez Pérez sea de los que se lanzan al combate con valor temerario, pero ni de lejos ordenó el cerrojazo. No me gusta nada lo de posponer las demás celebraciones, que incluyen bautizos y bodas que nunca deberían posponerse.

     El obispo de Asidonia-Jerez, o sea, de Jerez de la Frontera para dejarnos de vanos latinismos, D. José Mazuelos Pérez, también estuvo por mantener el culto, con matizaciones; lástima que siempre hable de Eucaristía y nunca del Santo Sacrificio de la Misa.
     El 7 de marzo dio alguna de las disposiciones higiénicas más elementales y recordó, con total acierto: “Y sobre todo evitar el miedo y el sensacionalismo, que nos lleva a olvidar que somos discípulos de Cristo y que estamos llamados a ser testigos del amor de Dios mediante la tranquilidad ante la cruz de la enfermedad y la disponibilidad a ayudar a todos con nuestras oraciones y cuidado…”
     El 14 de marzo se extendió más en consideraciones estrictamente religiosas, a tenor de lo anterior, y pidió a los sacerdotes que “… como signo de esperanza en quien está por encima de todo, sugiero que nuestros templos estén abiertos más tiempo del habitual, de modo que, evitando aglomeraciones, muchos puedan acudir a ellos, entrar a orar y encontrar momentos de recogimiento y de intimidad con el Señor. Asimismo, se debe mantener, mientras sea posible, la celebración de la Eucaristía tanto diaria como dominical en los horarios habituales, o incluso ampliándolos para facilitar la asistencia sin aglomeraciones de personas … No podemos olvidar a las personas más vulnerables que no podrán acudir a la celebración eucarística, hemos de asistirlas cuando soliciten recibir la Sagrada Comunión en casa. Nuestra atención espiritual a los enfermos debe seguir funcionando con la mayor normalidad posible, salvando siempre las medidas higiénicas y sanitarias necesarias.”
     Dos días después dio a los sacerdotes mayor margen para suspender las misas, si bien siguió recomendando mantener el culto: “Aún cuando como Obispo exhorto a que sigan celebrándose las eucaristías en nuestros templos, quiero que los sacerdotes hagan su propio discernimiento personal y decidan, en conciencia y viendo las circunstancias particulares si conviene o no que en su templo siga celebrándose la eucaristía en estos días … Sugiero que, cuando sea posible, nuestros templos estén abiertos para facilitar a los fieles un tiempo para la oración personal ante el Señor. Exhorto a los sacerdotes a que estén disponibles para cualquier servicio pastoral o sacramental para el que sea requerido.”

     En la diócesis de Barbastro-Monzón, D. Ángel Pérez Pueyo, lo hizo bastante peor de lo que había leído de él.
     Suspendió actividades como la catequesis, conferencia, etc. y ya entrando en la sustancia de lo que me importa en este artículo dispuso el 13 de marzo: “…la actividad sacramental en los templos y parroquias de nuestra diócesis continuará con normalidad … En el caso de los funerales, se recomienda limitar la asistencia a familiares y allegados … En el caso que resultase imposible la celebración pública de la misa, rogamos a los sacerdotes que la continúen celebrando unidos a toda la Iglesia … Pedimos que los sacerdotes sigan atendiendo espiritualmente a todos los enfermos y que todos los cristianos sigamos practicando las obras de misericordia que caracterizan un modo de vida según el Evangelio.”
     Por desgracia sólo le duró un día esté afán de mantener el culto divino. El 14 de marzo de 2020 dispuso: “…quedan suspendidas todas las celebraciones de la Eucaristía con participación de fieles, también la dominical, así como las celebraciones de la Palabra que ofician los Animadores de la Comunidad … Los funerales se celebrarán con la asistencia exclusivamente de los familiares más cercanos, y siempre cumpliendo el artículo 12 del Real Decreto de declaración del estado de alarma … En la medida de lo posible, las iglesias se mantendrán abiertas, para favorecer la visita al Santísimo y la oración personal.” Mucha visita al Santísimo pero de misa nada. Hasta el 7 de mayo no tomó disposiciones para reanudar el culto con fieles.
     Después de esto, los siete obispos buenos se quedan en seis.

     En Cádiz tienen por obispo a Monseñor Rafael Zornoza Boy, que además es obispo de Ceuta, en cuya catedral se ha introducido y cantado a un ídolo del hinduismo, adelantándose a lo de la Pachamama en el Vaticano. Tras suspender algunas actividades en días previos, dio una disposición más extensa el 13 de marzo: “…Las iglesias han de permanecer abiertas para permitir la oración … Los sacerdotes celebrarán sus misas diarias y dominicales, así como la administración de los sacramentos, con un numero limitado y controlado de fieles o sin presencia de ellos, pidiendo especialmente por el fin de esta pandemia … Se pide a los sacerdotes disponibilidad y especial esmero para atender a los enfermos llevando la fuerza de la Palabra de Dios y la Eucaristía y acompañando a los profesionales sanitarios y voluntarios en este especial momento.” Todo esto, añadido a las indicaciones doctrinales y piadosas que contenía el documente, está mucho mejor que lo de la catedral de Ceuta.
     El 25 de marzo, al prolongarse la situación, dio unas disposiciones sobre sacramentos en las que hay aspectos objetables, particularmente lo de “La celebración de Matrimonios y Bautismos se posponen hasta que las autoridades determinen la seguridad y viabilidad necesarias para su realización…” La urgencia y necesidad del Bautismo para la salvación no puede someterse a ninguna autoridad estatal y, además, una epidemia es motivo para acelerar los bautizos, no para retrasarlos. Privar a los que quieren y tienen derecho a casarse de hacerlo es otra injusticia; es otro sacramento que puede celebrarse con la presencia de muy pocas personas y nunca puede quedar al arbitrio de las mismas autoridades que imponen el nombre de matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo.
     Tras esto dejaría los obispos que lo hicieron bien durante el COVID-19 en cinco y medio.

     En Granada tienen por pastor a D. Javier Martínez Fernández que, en su nota del 13 de marzo, comenzó marcando diferencias: “…nuestra actitud y nuestros modos de reaccionar a todas las circunstancias, y especialmente ante la muerte, han de ser las propias de hijos de Dios que esperan la Vida Eterna que el Señor nos ha prometido; no pueden ser los mismos de quienes esperan únicamente la pobre felicidad que dan los bienes de este mundo.” ¡Así se empieza! Consecuente con lo anterior invita a orar por los afectados y a que sus archidiocesanos crezcan en caridad. Después añade una seria razón para no cerrar los templos: “Es importante dar a conocer a los fieles y a todos que la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, ‘no cierra’, que ‘no está cerrada’, porque es portadora del secreto de la esperanza del mundo. Al contrario, nunca debe estar más abierta a la oración, y también a la oración en común … y a atender a las necesidades de los fieles.” Tras suspender todas las actividades no propiamente litúrgicas y las turísticas, ordena la apertura y misas diarias en la catedral de Granada y el mantenimiento de otros muchos cultos y celebraciones sacramentales: “No será necesario, al menos por ahora, y salvo que los párrocos o las familias a quienes esta norma les afecte consideren otra cosa, suprimir bodas, bautizos, confirmaciones, comuniones, entierros … Con respecto a la comunión, se dará a quienes la deseen, y los sacerdotes la depositarán en la mano o en la boca de los fieles según ellos lo expresen con su gesto en el momento de recibirla … Los sacerdotes celebren diariamente la Eucaristía, aunque sea con un número muy limitado de fieles e incluso sin ellos … Se recomienda a los sacerdotes que sigan ofreciendo a los fieles el sacramento de la penitencia…” Por si todo lo anterior no fuese suficiente recomienda a los presbíteros que no se den a la molicie: “Particularmente, para los presbíteros, y dado que disponemos de más tiempo al no tener las catequesis, podría ser oportuno incrementar —con las prudencias debidas— la visita a los enfermos, así como los tiempos dedicados al sacramento de la penitencia y a la unción de enfermos…”
     Dos días después, ya declarado el estado de alarma, recordó a los sacerdotes el celebrar misa diariamente, incluso si no hubiese fieles y el que no había que cerrar los templos, solamente evitar aglomeraciones.

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