domingo, 10 de mayo de 2015

Historia de la Basílica del Sagrado Corazón de Gijón

Interior de la Basílica
en el año 2011.
     El Sagrado Corazón de Gijón, Archidiócesis de Oviedo, es una basílica menor. Levantada a mayor Gloria de Dios en ella los sacerdotes ofrecen al Padre el sacrificio de Cristo y los fieles elevan sus oraciones, reciben el perdón sacramental y se alimentan con el Cuerpo de Cristo. También es el Santuario Diocesano del Corazón de Jesús.
Edificio noble por su arquitectura y decoración, lo santifican el culto de varias generaciones de gijoneses y los mártires que en él sufrieron prisión hasta el momento de su testimonio.
     Anexa a la Basílica se halla la Casa Diocesana y Residencia Sacerdotal en cuyas dependencias se celebran reuniones, retiros, conferencias, ensayos de la escolanía…
     Cuando el ejercicio de la libertad religiosa no es impedido, los cristianos construyen edificios destinados al culto divino. Estas iglesias visibles no son simples lugares de reunión, sino que significan y manifiestan a la Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres reconciliados y unidos en Cristo.
Catecismo de la Iglesia Católica, apartado 1180.

Orígenes

     Los jesuitas habían estado en Gijón con alguna frecuencia para realizar trabajos apostólicos, pero hasta 1882 no establecieron una residencia permanente. El 1 de julio llegó el P. Bonifacio López Doncel con el encargo de fundar tal residencia, lo que parece logró pues consta que a finales de aquel año ya funcionaba bajo la dirección del P. Valentín Ruiz de Velasco.
     Impulsó a los jesuitas a establecerse en Gijón el que para cerca de quince mil habitantes solamente había una parroquia, la de S. Pedro, poco clero, poca atención pastoral y ninguna congregación de religiosos (sí había algún convento de monjas). Durante las primera décadas de su establecimiento se crearon otras dos parroquias, S. José y S. Lorenzo, pero, para entonces, los jesuitas ya tenían en marcha un colegio, numerosas actividades apostólicas y el apoyo de numerosos benefactores.
     Su propósito fundamental era crear un colegio, el actual de la Inmaculada cuya primera piedra se colocó el 3 de febrero de 1889. Ya pudo ser habitado en el verano de 1890 y se inauguró oficialmente aquel 26 de septiembre. Este colegio y el templo del Sagrado Corazón y su residencia tienen sus historias muy entrelazadas pues los jesuitas de una comunidad eran, frecuentemente, destinados a la otra y ambas se apoyaban continuamente en todo tipo de actividades de culto y apostolado.
     En aquellos primeros años los jesuitas llevaron a cabo tareas pastorales en las iglesias de las Madres Agustinas, Colegiata de San Juan Bautista, San Lorenzo, San José, Begoña y la propia capilla de su Colegio de la Inmaculada. Pero a principios del siglo XX ya había, tanto en los jesuitas como en colaboradores, la idea de que era conveniente tener una residencia fija y una iglesia en el centro de Gijón, pues los jesuitas no solamente habían utilizado múltiples templos, también habían tenido que cambiar muchas veces de vivienda.
     En 1901 pudieron trasladarse a la casa y jardín del número 40 de la calle del Instituto, terreno que actualmente ocupa la Basílica, cuya propiedad les ofreció su propietaria, Dª Ana María Díaz, en 1903. En 1904, fallecida la anterior, su hija, Dª María del Carmen Zuláibar Díaz, les ofreció también su casa, jardín y anexos, contiguos a los de su difunta madre, completando de esa manera los terrenos que ahora ocupan la Basílica y su residencia anexa.
     Los jesuitas dudaron años en aceptar las donaciones. Dudaban entre Gijón y Oviedo como su asiento definitivo en Asturias y les abrumaba la magnitud de la obra propuesta. Los decidió, entre otras cosas, el consejo del Obispo en favor de Gijón. A la postre, han acabado teniendo colegio, casa y templo en ambas ciudades.
     A mediados de 1910, el P. Cesáreo Ibero Orendain, rector del Colegio de la Inmaculada, se decidió a firmar la escritura pública de aceptación de las fincas donde habían de levantarse templo y residencia. El conjunto de donaciones suponía un terreno, muy aproximadamente rectangular, de 17 por 68 metros que daba a las calles de Begoña, Jovellanos (la más importante) e Instituto; de lo más céntrico dentro del ensanche jovellanista.
     Los jesuitas habían tenido alguna otra oferta de donación de terrenos que rechazaron por estar demasiado próxima a un templo parroquial ya existente y no querían hacerle competencia.

Proyecto arquitectónico

     Tras pedir al ayuntamiento de Gijón que fijase la alineación de las calles, firmó el proyecto en 1911 el arquitecto de Reus D. Juan Rubió y Bellver, discípulo y colaborador de Gaudí.
     El proyecto se conceptúa como modernista tardío, según la moda de la época, con las soluciones arquitectónicas que imponía la estrechez del espacio disponible. No era posible la existencia de cualquier elemento que requiera cierta amplitud a lo ancho: múltiples naves, crucero o capillas laterales. También fue este el motivo para cubrir la iglesia con una bóveda de sección parabólica.
     Dirigió la obra D. Miguel García de la Cruz, gijonés y arquitecto municipal de Gijón. Introdujo modificaciones en el proyecto original, particularmente en la fachada principal que paso de las dos torres previstas a un templete coronado con la imagen del Sagrado Corazón; esta modificación es considerada de tipo más impresionista que modernista. Otra modificación del proyecto consistió en suprimir las ventanas previstas para la parte superior del ábside para dar mayor espacio a la pintura del Juicio Final.
     Fue maestro de obras D. Claudio Alsina Bonafont, colaborador de Gaudí en la construcción de varios edificios y que tuvo un papel muy importante de coordinación entre el arquitecto Rubió y Bellver, que vivía en Barcelona y apenas visitó Gijón mientras se levantaba el edificio, y los jesuitas a la hora de incorporar las modificaciones que estos requerían al proyecto original. Este maestro de obras suministró los siguientes datos sobre las dimensiones definitivas del templo: longitud por la calle de Begoña 45,9 m; longitud por la calle del Instituto 45,6 m; anchura de la fachada 17,45 m; anchura en la cabecera junto a la residencia 16,55 m; grosor de los muros 0,75 m; anchura interior media 15,15 m; longitud 41,3 m incluyendo unos 15 m de presbiterio y trasaltar y sin incluir unos 4 m del pórtico; altura de 27 m desde el pavimento hasta lo más alto del intradós de las bóvedas. Como puede verse la planta es algo irregular.
Andamios durante la edificación.

Construcción

     El P. Cesáreo Ibero fue, por parte de la Compañía de Jesús, el que llevó el peso de la obra, cuidándose bien de obtener todas las licencias eclesiásticas y civiles en Gijón, Oviedo y Roma.
     Como toda obra buena la construcción sufrió la oposición del Maligno en forma de maledicencias, envidias, huelgas, obstáculos administrativos y hasta algún pleito. No solo se opusieron "las fuerzas del progreso", como de costumbre, sino hasta clérigos mezquinos. La misma denominación popular del templo como "La Iglesiona" es atribuida por unos al gusto de los gijoneses por los superlativos mientras que otros consideran que en su origen era despectivo.
     En uno de estos lances el P. Cesáreo Ibero hubo de interponer recurso ante el Tribunal Supremo contra el Ministro de Gobernación, D. Santiago Alba Bonifaz, obteniendo sentencia favorable a la construcción el 3 de julio de 1914.
     Sin llegar a tan altas instancias políticas y judiciales, se argumentaron toda clase de cosas contra la construcción que los jesuitas pretendían: las Decretales del Papa Gregorio IX; la rasante de la calle; el peligro de que el tranvía, que discurría por la calle Jovellanos ante la puerta del templo, atropellaría a muchos de entre la multitud atolondrada que saldría de la iglesia; el hundimiento de una estructura tan atrevida y apretada contra las aceras por la estrechez del solar. También hubo algún intento de instar a la demolición de lo ya construido.
El templo en sus primeros años.
Todavía no se habían instalado
las seis estatuas de la fachada.
     A finales de 1912 se derribó el chalet en cuyo terreno había de construirse la residencia, inaugurada el 10 de diciembre de 1915.
     El templo del Sagrado Corazón se construyó en una zona que, en tiempos históricos, era un tómbolo por el cual se podía pasar a pie, en bajamar, entre la antigua ciudad de Gijón, situada en el cerro de Santa Catalina, y el actual paseo de Begoña, una elevación rocosa. Un informe técnico del año 2000 ha revelado que el terreno consta de una capa superficial de 35 centímetros de pavimento, seguida de otra de 4,5 metros de arenas gruesas, una capa de arcilla amarilla de seis metros y, finalmente, roca calcárea. El edificio se cimentó sobre una zapata corrida de hormigón ciclópeo que descansa directamente sobre la arena, no sobre la roca calcárea. Este tipo de cimentación es muy corriente en edificios modernos de Gijón pues gran parte de la ciudad está asentada sobre antiguos arenales y pantanos costeros.
     La primera piedra del templo se colocó el 7 de noviembre de 1913, oficiando D. José Álvarez Miranda, penitenciario de Oviedo y ya preconizado Obispo de León, aunque para entonces ya se estaba cimentando la fachada y levantando las paredes laterales. El grueso de la construcción se llevó a cabo entre 1918 y 1922. A principios de 1919 se cerraron las bóvedas, a finales de año se concluyó el campanario y el 4 de enero de 1920 quedó colocada la estatua del Sagrado Corazón que corona el templo.
El templo en sus primeros
años ya completado.
     Las vidrieras se colocaron en febrero y marzo de 1920, todas ellas policromadas de estilo modernista de la casa Maumejean Hermanos.
     El interior fue decorado con pinturas de los hermanos Immenkamp, pintores alemanes, al fallecer el primer candidato que tenían en mente los jesuitas, el pintor gijonés D. Juan Martínez Abadés. Los hermanos viajaron a Gijón para ver por sí mismos el templo el 24 de diciembre de 1920 y volvieron el 21 de junio de 1922 para presentar los primeros bocetos. Finalizaron la pintura del ábside el 2 de febrero de 1923, invirtieron un año más en pintar las cuatro bóvedas y otros cuatro meses en la decoración de las paredes laterales, incluidos los medallones de los santos y beatos de la Compañía. Concluyeron sus trabajos a mediados de 1924. Estos mismos hermanos pintaron, en lienzos colgados de las paredes, el Vía Crucis inaugurado el 10 de enero de 1926.
     La apertura del templo al culto se retrasó por las huelgas que detuvieron el trabajo los once últimos meses de 1921 y no fue posible efectuar su consagración hasta el 30 de mayo de 1924, por parte del Obispo de Oviedo D. Juan Bautista Luis Pérez, si bien la ornamentación no se concluyó hasta mediados 1925.
     No hubo víctima alguna durante la construcción del edificio, aunque sí dos accidentes de mucho peligro: Un obrero se cayó desde un andamio próximo a la bóveda, pero lo hizo sobre una lechada de cal cuya consistencia pastosa amortiguó el golpe librándole de toda lesión. Se rompió el eje de una polea con cuya ayuda varios obreros elevaban una gran piedra; aunque había muchos obstáculos y poco espacio libre lograron apartarse y la piedra cayó en medio del grupo sin dañar a nadie.
     No hay datos sobre el coste de la obra. Los relatos escritos por jesuitas, todos de tono apologético, hablan de la gran generosidad de los benefactores, de la afluencia de donativos en dinero y especie para la construcción y decoración, y nada de que instancias superiores de la Compañía enviasen dinero a Gijón. Si las obras fueron avanzando al ritmo de los donativos es posible que nunca se llegase a hacer cuentas del coste total.
     En su momento se dijo que, sólo para la decoración pictórica, los jesuitas habían previsto cien mil pesetas; pero es difícil saber si se trata de un dato real o uno más de los bulos (leyendas urbanas en la terminología actual) y maledicencias que se prodigaron alrededor de la obra. Por aquel entonces un obrero no especializado cobraba algunas pesetas al día, uno cualificado podía llegar hasta las cinco pesetas.
     Las descripciones y fotografías de los primeros tiempos y el templo en su estado actual indican que, acabado de construir y decorar, el aspecto debía ser magnífico e impresionante. Tras los daños, que se mencionan más adelante, nunca ha recuperado aquel esplendor, pese a lo cual muchos visitantes siguen manifestando sorpresa por su belleza.

Primeros años de actividad

     La actividad en el templo del Sagrado Corazón era muy intensa. Además de las misas habituales en cualquier templo y una amplia disponibilidad de confesores, se celebraban numerosos cultos y actividades de formación, más o menos regulares o extraordinarios, tanto para los fieles en general como para las numerosas asociaciones pías que utilizaban el templo.
Puerta lateral, ahora tapiada y
donde se ha colocado una
imagen de la Virgen de Covadonga.
     Entre las actividades hay referencias a: ejercicios espirituales, predicaciones, comuniones generales, comuniones de los primeros viernes, Vía Crucis mensuales y más frecuentes en la Cuaresma, novena de Cristo Rey, felicitación sabatina a la Virgen, los trece martes de S. Antonio, novena al Santo Cristo de la Paz, novena a Cristo Rey, triduos con ocasión de beatificaciones y canonizaciones de jesuitas, visitas y oraciones para ganar las indulgencias del año santo 1925, jubileo sacerdotal del Papa Pío XI, Te Deum por la victoria en el Protectorado de Marruecos, Te Deum por los veinticinco años de reinado de Alfonso XIII…
     Entre las asociaciones, grupos de apostolado, hermandades, etc. que realizaban sus actividades en el templo del Sagrado Corazón se hallaban: Apostolado de la Oración, Congregación de Sirvientas, Congregación de la Buena Muerte, Caballeros de Nuestra Señora de Covadonga y S. Ignacio, Congregación de la Inmaculada y S. Estanislao…
     Estas eran actividades y asociaciones de las que consta su relación con el templo, pues las actividades que realizaban los jesuitas de la residencia anexa y las asociaciones que dirigían eran mucho más numerosas.
     Gran parte de las actividades y asociaciones que dirigían los jesuitas continuaron una vez cerrado el templo y después de disuelta la Compañía de Jesús en 1932, con las limitaciones que suponía haberles incautado todos sus bienes y el tener que actuar como individuos, no ya como organización con personalidad jurídica.
Incendio de 1930.

Periodo martirial

     Los odios y calumnias de los que los jesuitas eran víctimas habituales en Gijón alcanzaron un nuevo nivel el 15 de diciembre de 1930. A media mañana, con ocasión de una huelga general por el fusilamiento de los sublevados en Jaca, hubo una concentración donde ahora se halla la plaza del Instituto, que derivó en ir a quitar la placa que daba el nombre del caído dictador D. Miguel Primo de Rivera a la calle conocida, antes y después, como del Instituto; la placa estaba instalada en el lateral de la iglesia.
     Viendo la deriva de los acontecimiento, el superior de la residencia, P. Pascual Arroyo, telefoneó al alcalde, al cual le parecía que el tumulto no pasaría a mayores. También telefoneó a la fuerza pública que se retiró, tras una carga con varios heridos, entre ellos dos guardias, dejando dueños de la situación a los revoltosos que, tras destrozar la placa con el nombre de la calle, apedrearon la vidrieras, forzaron la puerta y entraron en turba en el templo.
     Los hijos de San Ignacio, más conscientes de su deber y de la realidad que las autoridades de la ciudad, evitaron la profanación del Santísimo retirándolo poco antes del asalto, por mano del P. Pedro Fernández. También se refugiaron en el tercer piso de la casa contigua, hasta donde llegaron algunos asaltantes.
Algunos de los daños del
incendio. En lo alto de la
fachada se aprecia la
inscripción COR IESV
ADVENIAT REGNUM TVVM
desaparecida en algún momento
indeterminado.
     En poco tiempo los asaltantes causaron numerosas profanaciones y grandes daños: el sagrario arrastrado por el medio de la iglesia y algunas de sus estatuitas robadas; la imagen de la Virgen de Covadonga profanada en la calle. Unos asaltantes hicieron una hoguera en la calle, avivada con gasolina, con bancos, confesonarios y la imagen de la Virgen. Otros asaltantes se dedicaron a incendiar y destrozar dentro de la iglesia, hasta que sonaron dos disparos, uno de los cuales mató a Carlos Tuero Morán, de 25 años. Nunca se determinó el origen de los disparos.
     En el interior formaron hoguera bajo la primera bóveda del templo, bajo el coro, en la que se quemaron, entre otras cosas, la imagen del Sagrado Corazón que se sacaba en las procesiones, las de S. Luis y S. Estanislao, candelabros y paños de altar. Esta hoguera del interior hizo arder el coro con el órgano y las llamas salían por sus ventanales. Nadie intentó evitar ni apagar el incendio. Se derritieron los colores de los muros laterales y los medallones, quedó muy dañada la pintura de la primera bóveda y todas las demás ahumadas y rebajadas de color; el calor hizo estallar algunas vidrieras. También quedó destruido el Vía Crucis del muro y la Cruz de la Victoria que remataba el arco de la entrada; esta cruz nunca se ha repuesto.
     Cuando todo el mal ya estaba hecho llegó la caballería de la Guardia Civil, bajo el mando del capitán D. Lisardo Doval Bravo (que en años siguientes alcanzaría bastante celebridad), dispersando a los asaltantes.
     Ese día no se asaltaron otros templos y lo ocurrido en el Sagrado Corazón no fue casual, formaba parte de una larga cadena de ataques a los jesuitas, de fomento deliberado de la inquina contra ellos, de invenciones y calumnias. Esto ya se manifestó en muchas de las oposiciones a la construcción del templo del Sagrado Corazón y tuvo uno de sus desarrollos en la campaña que desde ambientes intelectuales y reformistas, en especial desde el diario “El Noroeste”, acusaba a los jesuitas de frenar el desarrollo de la enseñanza pública (¿cómo, si ellos no elaboraban los presupuestos del Estado?) y de querer competir simbólicamente con el Instituto Jovellanos al construir enfrente un templo monumental; también se reprochaba que los símbolos civiles (reloj campanario para marcar los tiempos urbanos y actividades productivas) eran superados por los símbolos religiosos de los jesuitas (el Santón, así llamaban la estatua del Sagrado Corazón, y los toques de sus campanas). La pregunta a este respecto es ¿qué impedía a esos intelectuales y reformistas edificar un campanario más alto?
     Tras el incendio los jesuitas mantuvieron el culto en el salón de la residencia. Se hizo una rápida reparación del templo, lo más imprescindible, bajo la dirección del arquitecto D. Juan Manuel del Busto González, y el 19 de marzo de 1931 se reanudó el culto en el templo, después de que la víspera el Obispo lo reconciliase.
     El 13 de abril siguiente fue el último día que hubo culto en el templo en más de seis años. El 14 de abril de 1931, proclamación de la II República española, ya no fue posible abrir las puertas; ni tampoco durante el mes de mayo siguiente en que se intentó celebrar las “flores”. El clima de odio y amenazas contra los jesuitas lo hizo imposible.
Huellas de disparos de un arma de poco
calibre en el retablo del altar mayor.
     Un Decreto de 23 de enero de 1932 disolvió la Compañía de Jesús y el día 3 de febrero se llevó a cabo la incautación formal del templo, la residencia y el colegio que los jesuitas tenían en Gijón por parte del gobernador civil de la provincia, D. José Alonso Mallol, ante notario y testigos.
     Naturalmente, la Compañía de Jesús y cada jesuita conservaron intacta su situación canónica y derechos dentro de la Iglesia, pero a partir de entonces se quedaron sin casa donde vivir, sin templos ni colegios y sin las facilidades de actuación que supone el tener personalidad jurídica reconocida por el Estado. En esta situación se les cedió un chalet en la zona de la Guía y los jesuitas siguieron en Gijón manteniendo muchas de sus actividades anteriores y como profesores en academias y sacerdotes al servicio de parroquias.
     Esta disolución de la Compañía de Jesús fue una más de las varias disoluciones y expulsiones que los jesuitas sufrieron en España, y de las muchísimas que desde finales del siglo XVIII a mediados del XX sufrieron en diversos países. En muchas de estas ocasiones los enemigos de la Iglesia, de manera hipócrita, decían estar a favor de la Religión e Iglesia católica, que los jesuitas causaban una serie de trastornos, nunca demostrados ante tribunales, y que todo era para conseguir la tranquilidad pública (¿quién la inquietaba?) y el bien de la Religión.
     ¿Por qué en estos casos los enemigos de la Iglesia solían disolver y expulsar a los jesuitas y no a otras órdenes religiosas o a los sacerdotes diocesanos? En primer lugar para disimular, si atacasen a todo el clero no podrían decir que estaban a favor de la Iglesia, y en segundo lugar porque los jesuitas eran lo mejor de la Iglesia en muchos aspectos.
     Para comprender esto último hay que darse cuenta de que los jesuitas actuales no son, en general, sucesores dignos de los de antes; por eso ahora no los expulsan de ninguna parte. Para una persona joven que solamente conozca el estado actual de la Compañía de Jesús es difícil hacerse idea de lo buena que era en el pasado.
     Hasta hace unos cincuenta años los jesuitas eran una orden de absoluta fidelidad a la doctrina católica y al Papa, de obediencia extraordinaria, con la máxima preparación espiritual e intelectual, dispuesta a acudir allí donde la Iglesia flaquease, sufriese los embates de la herejía o el relajamiento moral. Por eso Dios los hizo crecer hasta el número de treinta y seis mil (año 1965), pese a las muchas exigencias para ser admitido y la larguísima preparación. Por eso los fieles católicos de fe sólida y vida coherente apoyaban extraordinariamente a los jesuitas, y de ahí casos como los de Gijón en que en unas décadas pudieron construir un colegio y un templo magníficos y llevar a cabo otras muchas iniciativas.
     Ahora la Compañía de Jesús tiene unos diecisiete mil miembros, y todavía son demasiados si se considera que entre ellos existen herejes diversos, promotores de la homosexualidad, partidarios del aborto y una larga serie de individuos que debieran estar fuera. Claro que si los echasen, en vez de ser quedar menos, Dios haría que floreciesen de nuevo.
     Con ocasión de la revolución de octubre de 1934 el templo fue utilizado como cárcel (por parte de un gobierno de derechas) y vuelto a convertir en prisión desde el inicio de la Guerra Civil Española (esta vez por parte de fuerzas de izquierdas), hasta la ocupación de Gijón por el bando vencedor de la Guerra Civil Española el 21 de octubre de 1937. En 1934 la residencia de los jesuitas fue utilizada como auditoría de guerra; en 1936 como cárcel de mujeres, que después fueron trasladadas a un barco en el Musel. Como dato indicativo, se sabe que el 21 de agosto de 1937 los presos en la residencia y templo eran doscientos setenta.
     Quizás estos usos profanos evitaron que el Sagrado Corazón terminase destruido, durante la persecución religiosa paralela a la Guerra Civil, como tantos miles de templos españoles, entre ellos los principales de Gijón: San Pedro, San Lorenzo y San José (Dios escribe derecho con renglones torcidos) aunque no pasó este periodo sin daños.
     Los del Frente Popular desmontaron la imagen del Sagrado Corazón y las otras seis de la fachada, las de San Pedro y San Pablo que remataban los laterales del arco de entrada y las de S. Ignacio, S. Francisco Javier, S. Luís y S. Estanislao que estaban a los lados del arranque del pedestal del Sagrado Corazón. Destruyeron las seis de los santos y solamente causaron algunos daños a la del Sagrado Corazón pues tuvieron la idea de transformarla en una estatua de Lenin (abandonar a Dios y postrarse ante los ídolos es todo uno). También arrancaron el bronce de los púlpitos y, para calentarse, hicieron en el vestíbulo astillas de las imágenes que quedaban.
     Al final de este periodo apenas quedaba del templo más que paredes y techo. El viento y la lluvia entraba por las vidrieras destruidas; muros y bóvedas estaban sucios y ahumados; no había estatuas en la fachada, ni imágenes en los retablos ni altares.
     Aunque materialmente desgraciado, el periodo en que el templo se utilizó como cárcel de 1936 a 1937 ha de verse como especialmente glorioso para la Iglesia pues entre los prisioneros hubo numeroso sacerdotes y religiosos que sufrieron cautiverio y muerte por odio a la fe.

Reconstrucción

     El día de Cristo Rey de 1937, que ese año fue el domingo 31 de octubre, previa purificación de las profanaciones sacrílegas con las preces rituales, el templo reabrió al culto con un altar improvisado. Solamente hacía diez días que las tropas franquistas habían ocupado Gijón y se había dejado de utilizar el destrozado templo como cárcel, así que poco se pudo arreglar y adecentar en ese tiempo. Todos los templos parroquiales de Gijón habían sido destruidos y la urgencia de tener algún lugar de culto, por destartalado que estuviese, era grande.
     Algunos elementos valiosos se habían salvado de la destrucción y pudieron reintegrarse al templo en los meses y años siguientes.
     La gran estatua del Sagrado Corazón que coronaba el edificio, desmontada en diciembre de 1936, no llegó a ser transformada en estatua de Lenin. Un escultor reparó los daños sufridos en corazón, dedos y manto y se pudo reinstalar, bendecida por el Obispo D. Manuel Arce Ochotorena, en el aniversario de la ocupación de la ciudad por las tropas franquistas, orlada en la base con las antiguas letras de bronce: CHRISTUS VINCIT REGNAT IMPERAT.
     El sagrario, arrancado y arrastrado por los asaltantes de 1930, había sido enviado en 1931 a reparar a un taller de Madrid. Allí permaneció a salvo de la incautación de los bienes de los jesuitas por la II República y las destrucciones de la persecución religiosa, por lo que pudo volver reparado a su lugar en el templo tras acabar la Guerra Civl.
     La valiosa talla del Santo Cristo de la Paz, que no ardió en el incendio de 1930, fue sacada sigilosamente del templo una noche de mayo de 1931 y llevada a Vizcaya. Los del Frente Popular se hicieron con ella, la instalaron en un museo y trataron de llevarla al extranjero. Apareció en la aduana de Bilbao tras ser ocupada esa ciudad por las tropas franquistas y retornó a Gijón en febrero de 1938.
     Antes de la disolución de la Compañía de Jesús el P. Elorriaga había adquirido un Vía Crucis para sustituir al destruido en el incendio de 1930. En 1938 se encontró en un comercio de Gijón y pudo instalarse en el renovado templo.
     Las campanas habían sido hechas pedazos. Se refundieron en Vitoria y el 12 de octubre de 1938 volvieron a sonar.
     Otros elementos no tuvieron tanta suerte, ni siquiera la de las campanas, y hubieron de hacerse nuevos: coro, púlpitos, cancela, antepechos de las tribunas, varias vidrieras…
     La puerta lateral fue tapiada y sobre ella, mirando a la calle se colocó una imagen de la Virgen de Covadonga en diciembre de 1939.
     Diversos grupos religiosos y benefactores individuales donaron numerosos elementos para reparar y redecorar el templo: una imagen de S. Ignacio y un Sagrado Corazón para el retablo del altar mayor, ambos de los talleres del sacerdote asturiano Félix Granda Buylla; las vidrieras del trascoro; un rico ostensorio con su custodia fija; una imagen de la Virgen de Covadonga, obra del escultor Gerardo Zaragoza, natural de Cangas de Onis, y el altar lateral en que se instaló; coronas para esa imagen de la Virgen…
     En este periodo de restauración se colocaron en el atrio del templo dos grandes lápidas con los nombres de 344 personas que, tras sufrir prisión en el edificio, fueron asesinadas. Fueron fruto de una iniciativa encabezada por Dª Carmen Molas, viuda de D. Enrique Gaviñaí, uno de los prisioneros fusilados. Andado el tiempo estas lápidas, con los encabezamientos típicos del momento, octubre de 1938, aunque enormemente moderadas y piadosas para lo que podrían haber sido si los familiares de las víctimas tuvieran la misma catadura moral que los asesinos, darían ocasión a cierta polémica.
     No todos los que sufrieron prisión en el Sagrado Corazón ni todos los muertos que figuraban en las lápidas fueron mártires de la fe católica. Hubo mártires en el más estricto sentido, seguramente hubo decididos enemigos políticos del Frente Popular y otros que, como se dice en alguna películas, estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Periodo largo de actividad de los jesuitas

Una celebración antes de que la iconoclastia y
la trivialización de la Eucaristía, en los años
siguientes al Concilio Vaticano II, colocasen el
altar en una posición un tanto... incómoda e
hiciese desaparecer el hermoso comulgatorio.
     Los jesuitas volvieron a tener una actividad muy grande en su templo y fuera de él, alcanzando un nivel análogo al del periodo anterior.
     Tras tanta agitación el templo experimentó un largo periodo tranquilo y de fecunda actividad. Los padres jesuitas instauraron un amplio horario de misas y confesiones, atendieron con esmero la adoración del Santísimo, a diversas asociaciones católicas, ejercicios espirituales, novenas… y cosecharon el agradecimiento de gran número de fieles, cuyo afecto a la iglesia del Sagrado Corazón se mantiene. Quizás lo más destacado fue la intensa dedicación al ministerio de la reconciliación, el gran número de excelentes sacerdotes que dedicaban muchas horas al mismo.
     Parte de las asociaciones existentes antes de la persecución religiosa reanudaron su presencia y actividad en el templo del Sagrado Corazón una vez acabada esta, otras no. Constan retiros y cultos diversos del Apostolado de la Oración, de las congregaciones de Caballeros de Covadonga, Damas de Covadonga y señoritas llamadas, popularmente, “Covadonguinas”…
     En los primeros años de este periodo hubo numerosos actos de culto excepcionales de reparación por profanaciones, celebración de victorias, recepción de imágenes de gran devoción que habían sido robadas o escondidas, traslado de restos de mártires, etc. En el capítulo de actividades de culto continuadas, y no meramente coyunturales, aparte de lo ya dicho de misas y confesiones, hay referencias a: exposición diaria del Santísimo durante las últimas horas de la tarde, ejercicios espirituales por cuaresma, cultos anuales en reparación por el incendio de 1930, triduo a la Reina de los Mártires en octubre, novena a la Virgen de Covadonga, fiestas de mayo (las flores)…
     Esta vez, la gran tarea llevada a cabo por los jesuitas en Gijón no fue interrumpida por los enemigos exteriores de la Iglesia, sino por los interiores que llevaron a una decadencia progresiva de las asociaciones y sus actividades y a la decadencia de la misma Compañía que dejó de disponer de efectivos suficientes, de convicción y de ánimos para seguir haciendo lo que había hecho, aunque algunas de estas cosas se presentasen como cambios de preferencias y enfoques pastorales.

Paso a la dependencia de la Archidiócesis y restauración

     El 18 de agosto de 1998 la Arachidiócesis de Oviedo y sus sacerdotes se hicieron cargo de "La Iglesiona" tras comprarla a la Compañía de Jesús en cincuenta millones de pesetas. El precio por el templo y la residencia era poco más que simbólico (por aquel entonces muchas viviendas de los alrededores costaban la mitad de esa cantidad o más), si bien hay que tener en cuenta que ambos edificios estaban muy necesitados de mejoras. La venta no incluyó el ajuar del templo.
La Basílica en el año 2011,
tras la restauración.
     El 28 de octubre de 2003 la Santa Sede concedió al templo el título de Basílica Menor, a petición del entonces Arzobispo de Oviedo D. Carlos Osoro Sierra. Los trámites se habían iniciado el año anterior preparando un informe sobre los méritos del templo; la solicitud a la Santa Sede recibió el visto bueno de la Conferencia Episcopal Española y se echó mano de los buenos oficios y conocimientos de la Curia Romana de D. Jorge Gibert Tarruell, por aquel entonces prior de Valdediós.
     Desde su paso a la Archidiócesis de Oviedo el templo ha estado atendido por tres rectores, el obispo auxiliar D. Atilano Rodríguez Martínez de 1998 a 2002 y D. Julián Herrojo Rodríguez de 2002 a 2012 y D. Álvaro Iglesias Fueyo desde 2012, y por diversos sacerdotes, adscritos formalmente los unos y colaboradores voluntarios los otros, varios de ellos ancianos ya retirados de todo cargo pastoral, pero deseosos de seguir haciendo un servicio a la Iglesia.
     Inmediatamente tras su adquisición la Archidiócesis de Oviedo reparó a fondo la residencia de los jesuitas acondicionándola para su actual papel de Casa Diocesana y Residencia Sacerdotal. El templo tuvo que esperar al periodo 2006-2009, durante el que permaneció cerrado y el culto se mantuvo en un salón de la Casa Diocesana (antes denominada residencia de los jesuitas).
     La restauración del templo requirió refuerzo de los cimientos, reparación de los daños estructurales, reparación de la cubierta y restauración y limpieza de las pinturas; además de los desvelos de su entonces rector, D. Julían Herrojo Rodríguez, que llevó por parte de la Iglesia todo el peso del allegar fondos y seguir las obras y decidir hasta donde se podía llegar en la restauración (hasta donde llegase el dinero).
     El mismo informe técnico, ya mencionado a propósito de la naturaleza del terreno sobre el que se asienta el templo, supone que variaciones bruscas del nivel freático provocaron un arrastre de finos, es decir pérdidas de arena, en la base del edificio y con ello un hundimiento de varios centímetros, mayor en la parte izquierda de la fachada dando lugar a numerosas grietas y fisuras; a la vez descarta que los daños se debiesen al peso de la estatua del Sagrado Corazón, el campanario donde se asiento o un cálculo erróneo de la estructura.
     Fue necesario inyectar hormigón entre las zapatas del templo y la roca situada más abajo (170 perforaciones de una media de 13,2 m) para dejarlo definitivamente bien cimentado. Tras esto fue posible sellar la mayor y más claramente visible de las grietas, la que desde el arco del pórtico se extiende por la fachada y la primera bóveda.
     La cubierta presentaba deficiencias y el clima de Gijón no es indulgente con los edificios que fallan en ese aspecto. Las filtraciones de agua habían dañado alguna pinturas del interior del templo y existían embolsamientos de agua. Por ello la segunda prioridad en la restauración del templo fue reparar la cubierta.
     La limpieza y restauración de las pinturas, así como la sustitución de dos medallones hasta entonces vacíos fue la tercera y última parte de la obra, ya que todas las pinturas, todo el interior del templo, estaba ahumado desde el incendio de 1930 y algunas gravemente dañadas por su calor, además de las dañadas en tiempos más recientes por las filtraciones de agua.
     La ocasión fue aprovechada para otras reparaciones menores en la estatua del Sagrado Corazón, sustituir la imagen exterior de la Virgen de Covadonga, limpiar la fachada, reparar la verja, nueva iluminación interior… Lo habitual cuando se inician reparaciones y se ve que hay mucho más que arreglar de lo inicialmente pensado.
     Todas estas obras ascendieron a unos tres millones de euros. Contaron con la aportación de los devotos (unos 670000 €), la del Arzobispado de Oviedo (unos 900000 €), del Ayuntamiento de Gijón (438081 €), Principado de Asturias (438081 €) y Fundación Cajamadrid (491919 €).
Coro cantando en misa
ya restaurado el órgano.
     Durante la restauración del templo hubo polémica sobre si mantener o retirar las lápidas, situadas a los dos lados del pórtico, que recordaban a personas que estuvieron prisioneras en el templo durante el periodo 1936-1937 y luego fueron asesinadas. Finalmente las lápidas de piedra con letras de bronce en el pórtico fueron sustituidas por paneles de plástico en la girola.
     Finalizada la restauración, la Basílica se reabrió el 22 de noviembre de 2009, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, con una misa cantada en la que concelebraron los obispos D. Raúl Berzosa Martínez y D. Atilano Rodríguez Martínez y el lleno de fieles obligó a cerrar las puertas del templo. Muchas personas manifestaron su alegría y sorpresa por la belleza de la Basílica restaurada.
     Como colofón, en el año 2011 se reparó el órgano, construido más de 50 años antes, que llevaba varios años inutilizado.

Cronología

     1882. Los jesuitas establecen, por primera vez, una residencia permanente en Gijón.
     3 de febrero de 1889. Primera piedra del Colegio de la Inmaculada.
     26 de septiembre de 1890. Inauguración del Colegio de la Inmaculada.
     1901. Tras haber residido en varias viviendas, los jesuitas se establecen en una situada donde ahora está la Basílica.
     1903 y 1904. Ofrecimiento a los jesuitas sendas propiedades contiguas que ahora ocupan la Basílica y la residencia anexa.
     Mediados de 1910. Firma de la escritura pública de aceptación de los terrenos anteriormente ofrecidos.
     1911. Proyecto del arquitecto D. Juan Rubió y Bellver.
     Finales de 1912. Derribo de edificios para dar paso a la nueva construcción.
     7 de noviembre de 1913. Colocación de la primera piedra del templo. Las obras ya habían empezado con anterioridad.
     3 de julio de 1914. Sentencia del Tribunal Supremo favorable a la construcción.
     10 de diciembre de 1915. Inaugurada la residencia de jesuitas.
     Principios de 1919. Cierre de las bóvedas del templo.
     Finales de 1919. Concluido el campanario.
     4 de enero de 1920. Colocada la estatua del Sagrado Corazón que corona el templo.
     Febrero y marzo de 1920. Colocación de las vidrieras.
     21 de junio de 1922. Los hermanos Immenkamp presentaron los primeros de las pinturas para el templo.
     Inicio de 1923. Instalación del órgano.
     Mediados de 1924. Los hermanos Immenkamp terminan la decoración de bóvedas y paredes.
     30 de mayo de 1924. Consagración del templo.
     2 de febrero de 1925. Terminada la pintura del Juicio Final en el ábside.
     Mediados de 1925. Concluida la ornamentación.
     10 de enero de 1926. Inauguración del Vía Crucis pintado por los hermanos Immenkamp.
     15 de diciembre de 1930. Asalto, saqueo e incendio del templo.
     19 de marzo de 1931. Reapertura del templo al culto tras el incendio.
     13 de abril de 1931. Último día que se abrió el templo al culto hasta más de seis años después.
     23 de enero de 1932. Decreto de disolución de la Compañía de Jesús.
     3 de febrero de 1932. Incautación formal del templo del Sagrado Corazón, la residencia y el Colegio de la Inmaculada.
     Finales de 1934. Utilización del templo como cárcel y de la residencia como auditoría de guerra.
     1936-1937. Nueva utilización del templo como cárcel.
     Diciembre de 1936. Desmontaje de la estatua del Sagrado Corazón para reconvertirla en estatua de Lenin.
     31 de octubre de 1937. Reanudación del culto en el templo.
     21 de octubre de 1938. Bendición de la estatua del Sagrado Corazón ya reinstalada.
     12 de octubre de 1938. Vuelven a funcionar las campanas después de refundidas.
     Octubre de 1938. Instalación de placas con los nombres de los prisioneros asesinados.
     Diciembre de 1939. Tras tapiar la puerta lateral se instala en su espacio una imagen de la Virgen de Covadonga.
     26 de septiembre de 1941. Inhumación, al pie del Cristo de la Paz, de los restos de cuatro jesuitas mártires.
     1942. Donación de las vidrieras del trascoro.
     8 de septiembre de 1945. Inauguración del altar de la Virgen de Covadonga.
     18 de agosto de 1998. Los sacerdotes de la diócesis de Oviedo se hacen cargo del templo y su culto.
     28 de octubre de 2003. Concedido el título de basílica menor.
     Enero de 2006. Cierre al culto para iniciar obras de restauración.
     22 de noviembre de 2009. Reinicio del culto tras la restauración.
     2011. Reparación del órgano.

4 comentarios:

  1. Hola, podrias decirme donde encontraste las fotografias y la bibliografia que has utilizado, me ayudaria muco para una trabajo academico que estoy desarrollando.
    Gracias.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Las fotografías recientes las hice yo.
      La bibliografía viene de alguna obra no publicada, a la que he tenido acceso, y de publicaciones antiguas que he podido consultar, principalmente en la sección asturiana de la Biblioteca Pública de Gijón.
      Un mayor desarrollo de esta historia se halla en https://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_del_Sagrado_Coraz%C3%B3n_(Gij%C3%B3n)

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    3. Muchas gracias, me ha sido de mucha ayuda.

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