miércoles, 4 de mayo de 2016

Tuve la gracia de asistir a la conferencia del cardenal Müller

El Cardenal Müller atendiendo a los que

se le acercaban tras la conferencia.
     Hoy pronunció una conferencia el Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Müller, en el Seminario de Oviedo. El pretexto era la presentación de su libro «Informe sobre la esperanza»; pero uno, pese a ser cándido como paloma, se inclina a pensar que el verdadero motivo era dar una interpretación católica a la exhortación postsinodal «Amoris Laetitia».
     La impresión que me causó el Cardenal fue excelente. Creo que consiguió dar esa interpretación católica, incluso a la nota 351, –intento en el que bastantes han fracasado- lo que dice mucho de su ciencia y su fe. Además, al terminar la conferencia, fue muy amable con las personas que le pidieron les firmase el libro, hablando con cada una de ellas y escribiéndoles una dedicatoria de cierta extensión. Estas cosas me hicieron recordar que fue Benedicto XVI el que le nombró, primeramente, para el cargo que ahora ocupa, y ese Benedicto XVI, cuando de cardenal estaba al frente de la misma congregación, también era conocido por su ciencia y por su amabilidad con las personas que se dirigían a él.
     La asistencia fue próxima a las quinientas personas, ese es el número aproximado de asientos del salón de actos y pocos quedaron libres, entre las que se hallaban el Arzobispo de Oviedo, el Obispo de Astorga, otro obispo que no conozco, un buen número de sacerdotes vestidos como Dios manda, otro número no pequeño de sacerdotes vestidos según su propia inspiración, monjas con hábito de pies a cabeza y otras que no llevan tanto hábito, pero incluso así se les nota mucho, y bastantes laicos que peregrinamos en medio del Mundo sin ser del Mundo –o por lo menos eso quiere Dios-.
     Inició el acto el Arzobispo de Oviedo con la acostumbrada presentación, tras lo cual el Cardenal desarrolló su conferencia durante una hora; siguió un pequeño resumen o eco por parte del Arzobispo y algunas palabras, cuyo valor y utilidad no llegué a captar, por parte del responsable de la editorial del libro presentado, la BAC. El Cardenal leyó su conferencia con una pronunciación del español más que aceptable y una entonación de las frases mucho mejor de lo habitual en extranjeros. Percibí que yo necesitaba hacer un esfuerzo de atención poco mayor de lo habitual para seguirle; a la salida algunas personas me dijeron que apenas habían entendido lo que dijo, pero se trataba de personas con una edad y un oído que ya no es lo que fue. La culpa no era del Cardenal.
     A lo largo de la conferencia, el Cardenal utilizó el Arca de Noé como figura de la Iglesia y, partiendo de que en esa embarcación se salvó una familia entera, no personas sueltas, fue desgranando doctrina sobre la familia, el matrimonio, los sacramentos, la imposibilidad de la comunión de los divorciados vueltos a casar, etc. Insistió varias veces en la indisolubilidad del matrimonio y otras varias en la imposibilidad de recibir la comunión los adúlteros –no los llamaba así pero todos sabemos que lo son-. Habló de que el matrimonio no es un ideal irrealizable sino que se realiza porque en el mismo está presente Jesucristo, de la ruptura en la Iglesia si se permitiese la disolución del matrimonio en algunos casos, de la vía de agua en el barco de la Iglesia si se permitiese la comunión de los adúlteros en algunos casos –Su Eminencia no está por casuismos-, de que el orden sacramental es un orden visible y ha de adaptarse a la objetividad de las situaciones y no a la subjetividad de la conciencia de pecado o no pecado que tenga cada uno, etc.
     Advertí que, cada vez que llegaba a uno de esos puntos de doctrina o disciplina que no han cambiado ni puede cambiar pese a la confusión presinodal, sinodal, postsinodal y kasperiana que padecemos, el Cardenal añadía al texto escrito algunas frases improvisadas para reforzar la doctrina católica al respecto. Como su dominio del español es bueno las frases le salían bien y, únicamente al hablar de la integración de los divorciados vueltos a casar en la vida de la Iglesia, cometió un fallo en la elección del léxico: explicó que los adúlteros no pueden comulgar pero si participar en la misa pues esta es mucho más que la comunión, la misa es la representación del sacrificio de Cristo; es obvio para cualquier católico hispanohablante que el término «representación» no resulta adecuado para referirse al Santo Sacrificio de la Misa.
     En fin, no sé si iríamos bien o mal con todos los puestos altos de la Iglesia cubiertos por gente como Müller, pero que no padeceríamos la menor confusión doctrinal lo tengo seguro.

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