lunes, 1 de mayo de 2017

Así se hundió la Iglesia en Holanda, así se hunde en España

El muy sensato arzobispo
de Utrech
     Hace unos días leí una entrevista al arzobispo de Utrech, el cardenal Willem Jacobus Eijk. Toda ella me pareció interesante y aleccionadora; leerla no es pérdida de tiempo para nadie preocupado por la marcha de la Iglesia.
     Reconoce abiertamente la catástrofe en que se halla la Iglesia en los Países Bajos: los católicos se han reducido del 37% de la población en 1990 al 23% actual, y calificarles de católicos con una asistencia dominical de uno de cada veinte...; pocos se casan por la Iglesia y ni siquiera civilmente; su diócesis cerrará dos tercios de las parroquia para el año 2025, quedando reducida a unas veinte parroquias las casi cuatrocientas que fueron en los años sesenta.
     De la entrevista destacaré lo relativo a la manera en que la Iglesia que peregrina en ese país se ha precipitado en el abismo. El itinerario, que considera impulsado por el cambio cultural, fue así:
     - Los primeros signos de secularización entre los católicos de Holanda se observaron en los años 20 y 30 del siglo pasado. En las grandes ciudades ya había católicos que ni iban a la iglesia ni bautizaban a sus hijos. Ya en 1947, en un simposio, sacerdotes y laicos lúcidos previeron que un gran número de bautizados abandonaría la Iglesia silenciosamente pues su vínculo con ella era más ético-social que de interés por la verdad de la fe; vivían dentro de una red de organizaciones católicas, pero faltaba una vida personal de oración, espiritualidad propia. Por esos mismo años, el que iba camino de ser el gran San Juan Pablo II, visitó Holanda observando falta de vida espiritual y vínculo personal con Cristo; le pareció que los católicos holandeses estaban más unidos contra los protestantes que por su fe personal.
     - Unos veinte años después la Iglesia holandesa se vació rápidamente de la mano del individualismo fomentado por la prosperidad que permitía a cada persona vivir a su aire sin contar con la aprobación de su grupo. Muchos se volvieron autorreferenciales, considerándose con derecho a inventar su vida y su moral, cerrados a Dios y la trascendencia.
     - Por la misma época los teólogos cayeron en toda clase de herejías, convertidos al progresismo. El muy famoso Edward Schillebeeckx, bastante ortodoxo en los años cincuenta, a partir de 1965 pasó a ser un fautor de las nuevas corrientes ideológicas. Los teólogos se dedicaron a seguir el cambio de la cultura en vez de intentar influir en esa cultura.
     - En 1985, cuando San Juan Pablo II visitó Holanda como Papa, se creó un movimiento de protestas contra él, entre los católicos, en apoyo de una teología progresista y criticando muchos puntos de la doctrina de la Iglesia, sobre todo la moral sexual –antes y ahora ¿qué es sino Amoris Laetitia? el sexto mandamiento es piedra de escándalo-. El ahora cardenal, entonces vicepárroco, era consciente de que aunque los domingos la iglesia estaba bastante llena la mayoría de los presentes no aceptaba el contenido de sus homilías –contenido que era católico, se entiende-.
     - Falta de catequesis en el último medio siglo. El mismo Cardenal padeció el paso desde una catequesis bíblica a que los profesores de religión pasasen a discutir sobre el Che Guevara y otros temas de actualidad política de los años sesenta. Ahora se imparte sólo la catequesis de preparación a la Primera Comunión y a la Confirmación; resulta difícil reunir a los jóvenes para la catequesis ante las muchas actividades recreativas que existen actualmente y los colegios católicos han dejado de transmitir la fe pues la mayoría de los alumnos no son católicos y sus profesores tampoco.
     El que no vea un paralelismo con España en todos estos pasos hacia el abismo es que ha leído de manera distraída. La principal diferencia es que en España no hemos tenido ningún teólogo hereje de fama internacional ni se ha llegado a formular un catecismo herético como el holandés; nuestros herejes no tienen nivel ni para eso, pese a lo cual el papanatismo de muchos de nuestros curas y monjas los tiene en un pedestal.
     En los Países Bajos, como en España y en el antiguo Israel, permanece el Resto. El Cardenal dice que los viejos, los que en los años sesenta abrazaron las nuevas corrientes teológicas –el equivalente a nuestros progresaurios españoles- se muestran incorregibles; en cambio los pocos jóvenes que guardan la fe no discuten la ortodoxia y tienen una intensa vida de oración, aman la adoración y la confesión. Prevé una Iglesia muy pequeña en Holanda, pero con una fe firme que podrá hacerla levadura. También existen los que ya en la actualidad se incorporan al Resto: adultos que se convierten e inmigrantes católicos, unos y otros mucho más fieles y activos que el común de los, presuntamente, católicos holandeses. Más o menos lo mismo que en España.

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