viernes, 19 de junio de 2015

Curas que saben más que Jesucristo

     Todos sabemos que el Señor, en los evangelios, se refiere frecuentemente a una persona a la que llama «Padre», «Padre celestial» y hasta «Papá»; de ella dice que es padre suyo y nuestro, aunque de distinta manera, y a ella y su voluntad remite la justificación de lo que hace.
     La Iglesia siempre ha entendido que ese «Padre» es la Primera Persona de la Santísima Trinidad, que es totalmente correcto llamarla es «Padre» o «Dios Padre», y que si Cristo la llama «Padre» y no «Madre», o alguna otra cosa por el estilo, será porque la denominación que le cuadra bien y la que tiene su complacencia es «Padre». Tanto lo entiende así Nuestra Madre la Iglesia que incluye ese denominación en multitud de oraciones, de inspiración divina como el Padrenuestro o compuestas por algunos de sus hijos más santos y sabios –llegados a este punto conviene recordar aquello de «lex orandi, lex credendi»–.
     Desde hace algunos años tenemos sacerdotes empeñados en escribir cosas como «Dios Padre/Madre», transformar oraciones de la Santa Misa (que todavía sería más santa si ellos no la deformasen) con clausulas como «Y Dios, que es padre y madre, perdona...» y elaborar profesiones de fe arbitrarias del tipo «Creemos que Dios es padre y madre» que imponen a los incautos caídos en sus garras.
     Podemos preguntarnos: Si estos curas no son personas divinas ni han estado nunca en el Cielo conviviendo con la Trinidad para conocer a fondo a las Personas Divinas y saber qué denominación les cuadra mejor ¿con qué autoridad, al parecer superior a la del Señor Jesús, modifican la denominación de la Primera Persona? Es muy sencillo, nuestros ensoberbecidos presbíteros han estudiado teología y leído el libro del último hereje de moda entre los curas.
     Siendo caritativo, creo que en algunos casos puede haber exención de responsabilidad moral por demencia o por error invencible, dado algunos ambientes que se han creado y algunas enseñanzas que se dan en seminarios y universidades católicas. Para otros muchos casos no logro encontrar explicación que me permita mantenerme dentro de los límites de la caridad –limitado que es uno– y empiezo a pensar en maléficas influencias de la ideología de género y su asunción papanata por muchos sacerdotes, la existencia de un padre de esas ideas que no es precisamente el Padre, etc.

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