sábado, 27 de junio de 2015

Dios nos dé obispos africanos

     El episcopado español no es el peor de entre los países europeos, quizás ese lamentable honor corresponda a los de Holanda, Bélgica o Alemania; pero ante los ataques al matrimonio, el homosexualismo rampante y otros males por el estilo, incluida la absoluta indisciplina y abundante herejía de muchos sacerdotes, la tónica dominante es el silencio, la inacción y las palabras melifluas.
     El Arzobispo de Madrid no es el peor de nuestro obispos, en modo alguno, pero participa de esa inacción y palabrería inane que esteriliza a la porción de la Iglesia que debería gobernar con más ánimo.
     Hace días el P. Ángel, ese perejil de tantas salsas profanas, el mismo que tanto gusta a los que no son católicos, anunció un homenaje a un orgulloso promotor de toda aberración recientemente fallecido; lo llamó homenaje-oración y tendría lugar en un templo católico, el que la Archidiócesis de Madrid le facilitó, para mayor escarnio de la Iglesia y escándalo de los fieles. La cosa fue tan pública que el anuncio llegó a mí, que vivo a cientos de kilómetros, pero parece no haberle llegado al Arzobispo que vive a menos de dos kilómetros, y si le llegó nada hizo par impedir el disparate blasfemo.
     Al día siguiente el Arzobispo publicó un comunicado que comienza «El Arzobispo de Madrid, Monseñor Carlos Osoro, quiere manifestar su «dolor» al conocer la utilización que se ha dado a la Iglesia de San Antón a través de las informaciones publicadas en los medios de comunicación.» Vale. ¿Y no le causó dolor el anuncio de la utilización que se iba a dar? ¿No le movió a actuar para impedirlo?
     El segundo párrafo del comunicado es otro modelo en eso de la inacción, el jugar al despiste y el seguir las modas: «Pido que la Iglesia, abierta a todos, sea para la oración y para la celebración de los Misterios del Señor y no para hacer manifestaciones ideológicas o políticas, sean las que fueren, que nada tienen que ver con la misión de la Iglesia a la que nos llama el Papa Francisco. Para esa misión se entregó ese Templo y, por ello, ruego a los responsables que sean coherentes con la misión recibida».
     Que si la iglesia abierta a todos para la oración ¿y qué hace el Sr. Arzobispo para que se dedique a la oración?
     Negativa a las manifestaciones ideológicas y políticas sean las que fueren; pero el caso es que el templo no se puso al servicio de algo abstracto «sean las que fueren», si no de una muy concreta y aberrante que el Arzobispo se abstiene muy cuidadosamente de condenar.
     Y ese mencionar la misión a la que nos llama el Papa Francisco ¿a qué viene meter al actual Papa en danza? ¿Acaso la misión de la Iglesia ha cambiado con el Papa Francisco respecto a la que tenía con Benedicto, Pío, Clemente o Lino? La misión de la Iglesia ¿no la fijó ya Cristo? Ese tipo de frases se introducen para alargar el escrito, que si se queda muy corto parece que se tiene poco interés en el asunto, y para parecer que se está haciendo algo, guiar a la diócesis hacia donde señala el Papa Francisco, cuando en realidad no se está haciendo nada.
     Pedir que los responsables del templo sean coherentes con la misión recibida es otra forma de ejercer el escapismo poniéndonos abstractos, cuando el Arzobispo sabe perfectamente que el responsable es el P. Ángel y que lo que tiene que hacer es echarlo, quitarle ese templo en mala hora confiando a persona tan poco fiable. ¡Cuánto mejor estuvo cerrado durante años que ahora abierto para escenario de los espectáculos del P. Ángel!
     Pero ni siquiera tanta suavidad, que a mí me parece más dejación de funciones que otra cosa, por parte del Arzobispo ha sido aceptada por el P. Ángel que ha tenido la desfachatez de afirmar que el acto fue, exclusivamente, de oración por un amigo, cuando la verdad es que el acto fue anunciado como homenaje-oración; así, primero homenaje y después oración. Y para retorcer más la razón y el buen juicio el P. Ángel echa en cara al Arzobispo el funeral celebrado por un Delegado del Gobierno, recientemente fallecido, porque ese funeral fue solicitado y a él asistieron miembros del Partido Popular. P. Ángel, el difunto delegado, Francisco Antonio González, era un hombre casado con una mujer y, lejos de declararse ateo, decía: «Soy creyente pero seguramente no tan practicante como debiera.»
     Para empeorar la cosas, para blandear más, tras la desvergonzada respuesta del P. Ángel, Monseñor Osoro hace unas nuevas declaraciones diciendo que el P. Ángel es un gran sacerdote y un testigo del Evangelio (yo pensaba que más que testigo de algo era figurante de muchas cosas). Con testigos así vamos como vamos, y con obispos así también vamos como vamos.
     Por si fuera poco Monseñor Osoro disculpa la conducta de Rita Maestre, la «asaltacapillas» de Ahora Madrid en base al Evangelio: «No juzguéis y no seréis juzgados». Yo pensaba que el Evangelio nos da base, más bien nos obliga, para perdonar, pero no para hacer como que asaltar capillas es un entretenimiento inocente... Así se entiende mejor que Don Carlos Osoro no haga nada real sobre la glorificación de la homosexualidad en la iglesia de San Antón; si asaltar capillas es cosa de poco el utilizar templos para esas otras cosas debe ser casi, casi, loable.
     Parece que este tipo de obispos tan poco celosos de su misión ya no satisfacen ni a buena parte del clero, pese al tipo de sacerdotes que padecemos desde el postconcilio. Parece que en las elecciones al Consejo Presbiteral han salido adelante candidatos bastante alejados de las preferencias de Monseñor Osoro que cubre los cargos importante con sacerdotes viejos anclados en el estilo de los años del postconcilio, es decir, con progresaurios.
     En África hay un buen plantel de obispos, de los que prácticamente no sabía nada hasta que se pusieron a la cabeza de la defensa de la fe en el Sínodo mientras otros episcopados flojeaban, y siguen haciendo frente a la marea de la degeneración de los países occidentales, de los episcopados de muchos de esos países; a la marea de Satanás.
     Recientemente se han reunido cardenales y obispos africanos en Accra para preparar la defensa de la fe católica en el Sínodo. Así, como suena.
     El cardenal guineano Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el culto Divino, marcó la línea con las primeras frases: «No tener miedo de confirmar la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio». «Hablar en el sínodo con claridad y con una sola voz, con amor filiar hacia la Iglesia». «Proteger a la familia de todas las ideologías que quieren destruirla y, por lo tanto, también de las políticas nacionales e internacionales que impiden promover sus valores positivos».
     Parece que hubo total acuerdo con estas ideas, tanto que hasta el único obispo del África subsahariana que en los meses pasados se había despistado un tanto con aperturas hacia el divorcio, Gabriel Charles Palmer-Buckle, ha estado de acuerdo con todos los asistentes en la defensa de la doctrina católica sobre la familia.
     Una de las ponencias en la reunión de Accra, muy bien vista por los obispos participantes, hablaba de «la estrategia del Enemigo del género humano», que a la vista de que sus objetivos máximos: bendición de las segundas nupcias y de las parejas homosexuales, parecen estar fuera de alcance adopta la estrategia de abrir caminos que luego se ampliarían, obviamente afirmando con palabras que no se quiere cambiar nada de la doctrina. Todos esos casos lacrimógenos de adúlteros que sufren mucho por no poder ni comulgar ni casarse con quien viven en adulterio, todas esas búsquedas de equilibrios y caminos intermedios entre la doctrina de la Iglesia y la aceptación del divorcio y el matrimonio homosexual. Todos esos caballos de Troya en forma de atribuir valor positivo a toda relación fuera del matrimonio y de considerar la indisolubilidad como un ideal que ni todos pueden alcanzar ni, me temo, ninguno está obligado a esforzarse por alcanzar.
     Los propósitos de los obispos africanos seguramente quedan bien resumido en una de las declaraciones del cardenal Sarah: «En el sínodo del próximo octubre afrontaremos, lo espero, la cuestión del matrimonio de manera totalmente positiva, buscando promover la familia y los valores de la misma. Los obispos africanos intervendrán para sostener lo que Dios pide al hombre sobre la familia y acoger lo que la Iglesia ha enseñado siempre».
     A mí me gustaría que en España tuviésemos obispos africanos; visto que la mayoría de los indígenas son flojitos, y que la Iglesia es católica, nos vendrían bien obispos alógenos, en concreto africanos que ahora son de lo mejor que hay en la Iglesia. Me opongo a cualquier consideración sobre si el obispo tiene que ser de los nuestros, de aquí, conocer nuestra cultura y zarandajas por el estilo. Un obispo tiene que ser católico, creerse la doctrina católica y estar dispuesto a defenderla con la palabra y los hechos. Y si alguien cree que mis preferencias africanas están poco fundadas le diré que en África el número de católicos crece y en España disminuye ¿quién lo está haciendo bien?
     Reconozco, Señor, que no los merecemos, no somos dignos de tener obispos africanos; pero por tu gran bondad, por el trato misericordioso que siempre nos has dispensado, para que tu nombre siga siendo honrado en esta España pecadora ¡danos obispos africanos!
     San Cipriano, San Agustín, San Atanasio y otros santos obispos africanos ¡rogad por nosotros!

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