miércoles, 6 de agosto de 2014

Las muestras de decadencia no atraen prosélitos

     La Iglesia posee en España un gran patrimonio monumental y artístico del que es frecuente oír que tiene utilidad evangelizadora. Tengo reservas sobre esa idea.
     Hace pocos días visitaba la Catedral de Sevilla y al coincidir con un grupo de turistas japoneses pensé en lo extraño que debe resultarles la visita a un lugar así. La mayoría de los japoneses están entre el ateísmo y la falta de ideas claras en materia religiosa, no tienen conocimientos sobre la religión católica y dudo que forme parte de sus programas educativos el profundizar en el arte occidental y, más específicamente, católico. ¿Qué pueden entender del significado del edificio, las imágenes, los objetos de culto en exposición, etc.? Creo que les resultará mucho más inteligible un parque de atracciones como los de Disney o Warner.
     Unas horas después pude asistir a misa en Mérida, en la Basílica de Santa Eulalia. Mucho menos edificio, arte y preciosos objetos de culto pero mucho más testimonio por parte de los fieles. Me gustó lo bien que contestaban y los cantos, que en Asturias se oían hace años pero han sido desplazados por otros. Creo que si el grupo de japoneses hubiera asistido a esa misa en el, relativamente, modesto templo de Mérida habrían sacado la idea de que había un grupo de personas dando culto religioso, unas personas que creen en Dios, o en alguna divinidad, y dicen y cantan algo en su honor.
     Sin buscar casos tan extremos como el de los turistas japoneses piénsese en españoles y turistas europeos en general que sí saben algo del catolicismo, aunque quizás se les hayan transmitido más prejuicios que buena información, y están acostumbrados a este tipo de arte que tenemos en España.
     En la misma Catedral de Sevilla tenemos un coro con 127 asientos ¿donde están los 127 canónigos o quien tenga que ocuparlos? No existen tales personas, quizás en otros tiempos existieron y por eso se construyó un coro tan grande; hoy ni hay tales personas ni se da culto en él. Es una muestra de decadencia. No es el único ejemplo de cosas que en esa catedral tuvieron uso y ya no.
Capilla mayor de la Catedral de Granada.
     La Catedral de Sevilla esté bien cuidada, tiene buen aspecto a simple vista; la de Granada está todavía mejor cuidada y su capilla mayor es una maravilla de arte y de cuidado: toda su rica decoración está limpia y brillante como posiblemente no he visto en ningún templo de cierta antigüedad; la Catedral de Murcia está resplandeciente en su interior. Son cosas que animan al verlas, que pueden atraer a las personas al dar la impresión de que tras ellas hay un grupo humano, los católicos, que tiene fe, capacidad y buen gusto para crear y mantener tanta belleza en honor a Dios.
     Por desgracia las catedrales y grandes templos en España suelen dar amplias muestras de decadencia e incapacidad.
     Incapacidad de acabar lo que se empieza. Es portentoso el número de templos inacabados que tenemos en España: al que no le falta una torre le falta una nave. Cualquiera podría pensar que los católicos españoles son gente de poca consistencia, un tanto volubles, que empiezan unos edificios sin acabar los anteriores. Podemos sumarle los continuos cambios de criterios, gustos y opiniones que hacen de muchos templos un amasijo de construcciones y decoraciones mejor o peor conjuntadas.
     La decadencia es más que evidente en los grandes templos. Basta ver catedrales como la de Oviedo y otras, con su buen número de capillas laterales cuyos retablos y altares están polvorientos, manifiestamente deteriorados por el tiempo, algunos casi parecen estar cayendo. En otros tiempos esas capillas fueron construidas, estaban nuevas, sus dorados brillaban y en sus altares se celebraban misas. Ahora están abandonadas y, en puridad, son inútiles, nadie las quiere. Los descendientes de las familias que construyeron algunas hace tiempo que se desentendieron, las asociaciones que construyeron otras han desaparecido; de todo lo que les dio vida solamente queda un residuo que es la propia capilla en estado de ruina contenida, contenida por estar dentro de otro templo mayor que sigue teniendo algún uso religioso, que de otro modo estarían tan en ruinas como otros muchos templos antiguos.
     Y no son únicamente las capillas laterales, esos apéndices de muchos grandes templos los que muestran la decadencia; lo nuclear de esos templos, sus naves, girolas... presentan un aspecto avejentado, sucio, humedades, huellas de toda clase de daños mal reparados. Decadencia.
     Si pese a lo expuesto alguien opina que el patrimonio monumental de la Iglesia en España es evangelizador le ofrezco la siguiente consideración. La antigüedad romana, griega o egipcia nos ha legado muchos monumentos a sus dioses; están en ruinas pero incluso así se ve en ellos mucho arte y belleza ¿cuánta gente se convierte a tales dioses por ese patrimonio monumental?
     No quiero acabar en plan pesimista, no todo son inconvenientes en nuestros monumentos. Si se parte de la fe, si se tiene una visión positiva de la Religión católica y del culto a Dios es motivo de admiración y un excelente ejemplo para nosotros el esfuerzo que nuestros antepasados hicieron para  glorificar a Dios, dar esplendor del culto y facilitar a los fieles su asistencia al mismo, la idea tan viva que tenían del valor de todas estas cosas y lo mucho que estaban dispuestos a sacrificar por ellas. Pero claro, solamente si se parte de un aprecio por lo religioso, no si, como ocurre a muchos turistas, se parte de considerar la religión como una colección de supersticiones, prejuicios e ignorancias del pasado.

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