Los ordenandos ante el Arzobispo. |
La ceremonia transcurrió muy bien, excelentemente preparada en todos los aspectos; había fe y gana de hacer las cosas bien, como debe ser cuando se da culto a Dios. Duró un poco más de dos horas.
Al inicio conté dos obispos, 82 presbíteros y dos diáconos; el número de presbíteros aumentó a lo largo de la celebración, no solo por el sacramento del orden. Los fieles me parecieron muchos para esta ordenación, quizás 400; seña de que los ordenandos tienen muchos parientes, amigos y personas que los quieren bien en los sitios por los que han pasado, aparte de los que vamos a estas cosas por pura afición.
En las ordenaciones, de las que asisto a muchas de las que se celebran en la Catedral, me gusta todo, sea la presentación de los candidatos o la letanía, la imposición de manos o cuando ya se revisten como presbíteros, la primera vez que al llegar la Consagración extienden la mano y pronuncian las palabras...
Los dos turiferarios preparados para la Consagración. |
Durante la consagración se incensó, como era de esperar en celebración tan solemne, pero con dos turiferarios y dos incensarios, cosa que nunca había visto o no me había fijado. Sirva para compensar por los templos donde se usa incienso de menos.
La schola cantorum, o sea el coro, estuvo muy bien y al final cantó una cosa que no sabía lo que era hasta que logré entender dos palabras “surrexit Dominus”, debía ser el Regina Coeli en una versión que jamás había oído. La polifonía suena muy bien pero como forma de transmitir contenidos es lamentable, la letra resulta ininteligible.
La credencia acabada la misa. |
El Señor que ha llamado a estos jóvenes a ser sus ministros les conceda una fecunda vida sacerdotal y nos dé muchos más como ellos. ¡Envía Señor obreros a tu mies!
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