martes, 9 de septiembre de 2014

¿De qué espíritu viene la propuesta de Monago?

Monago feliz con su premio.
Tres fotografías no hacen
justicia a tanta vanidad.
     El Presidente de la Autonomía extremeña, José Antonio Monago, es un acérrimo partidario del aborto y la homosexualidad. No quiere que se modifique en sentido restrictivo la actual ley del aborto y pone en su sede oficial la bandera de los grupos de presión homosexuales que le han dado un premio y él hasta lo agradeció.
     Ahora este individuo pretende meter su zarpa en asuntos religiosos pidiendo que el santuario de Guadalupe, actualmente de la Archidiócesis de Toledo, pase a pertenecer a una diócesis extremeña (mirando el mapa supongo que a la de Plasencia). ¿Para qué? ¿Qué le importa a un abortista que la Virgen sea venerada en una diócesis u otra? ¿Qué le importa la Virgen a un partidario del control ideológico de los homosexuales sobre toda la sociedad? Y si algo de lo anterior le importa es que no tiene sus ideas ni mínimamente claras.
     Algo más atrás, en el año 2010, el alcalde de Vigo, exministro socialista por más señas, quería que Vigo tuviese una catedral, lo que suponía quitar el carácter catedralicio a la de Tui, pues la diócesis es de Tui-Vigo. Claro que en el 2008 el mismo alcalde quería que la diócesis pasase a llamarse de Vigo, a secas, y pasasen a su jurisdicción algunos territorios pertenecientes a la archidiócesis de Santiago de Compostela. ¿Para qué serviría eso a la Iglesia, aumentaría el número de fieles o el fervor de los que ya tiene?
     Me parece que a muchos políticos les gustaría tener altos cargos en la Iglesia o, al menos, tener obispos que sean un simple “Delegado Provincial de Asuntos Eclesiásticos para que los Católicos Hagan la Ola al Poder.” Seguramente todos estos políticos, si se les pregunta, dirán ser fervorosos partidarios de la separación de Iglesia y Estado, estar totalmente en contra de que el Estado legisle o haga cualquier otra cosa al dictado, ni siquiera teniendo en cuenta, a la Iglesia y su doctrina; pero cuando se ponen a promover cambios en circunscripciones eclesiásticas más parecen partidarios de la alianza del Altar y el Trono o una especie de regalistas empedernidos.
     Seguramente la Iglesia tendrá que modificar demarcaciones territoriales en España, pero no debe hacerse por dar gusto a políticos que quieren tener en su municipio o su autonomía más y más cosas, crearse pequeños estados con brazo religioso incluido, sino para adaptarse a los cambios de distribución de la población del último siglo y a los más recientes cambios religiosos: caída estrepitosa del número de fieles y de sacerdotes. Unas estructuras eclesiales y demarcaciones territoriales que todavía contienen huellas de la Reconquista y la Contrarreforma, además de las mucho más marcadas de una sociedad agraria y de cristiandad, seguramente deberán cambiarse con criterios de Iglesia, no de políticos aldeanos.

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