lunes, 19 de mayo de 2014

El tercer misterio luminoso

     Un sacerdote me hizo observar que la formulación habitual del tercero de los misterios luminosos del rosario “El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión” parece demasiado débil al hablar de invitación, como si acoger el Reino y convertirse fuese algo sin demasiada importancia que se puede aceptar o rechazar sin mayores consecuencias. Dado que es sacerdote católico, y de los que rezan, me pareció su opinión digna de considerarse.
     Los misterios luminosos fueron introducidos por San Juan Pablo II a través de su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae del 16 de octubre de 2002. En el punto 21 de esa carta enuncia los misterios luminosos y da una pequeña explicación de cada uno.
     El enunciado de los misterios es el siguiente:
     Si communitati christianae significare cupimus quinque praecipua tempora — mysteria videlicet luminosa — huius vitae Christi intervalli, designari apte credimus haec: 1. Eius in Baptismate apud Iordanem; 2. in sui ipsius autorevelatione apud Canense matrimonium; 3. in Regni Dei proclamatione coniuncta cum invitamento ad conversionem; 4. Ipsius in Transfiguratione ac denique 5. in Eucharistiae institutione, quae nempe sacramentalis est paschalis mysterii declaratio.
     La web del Vaticano incluye la traducción española de la carta apostólica:
     Deseando indicar a la comunidad cristiana cinco momentos significativos –misterios «luminosos»– de esta fase de la vida de Cristo, pienso que se pueden señalar: 1. su Bautismo en el Jordán; 2. su autorrevelación en las bodas de Caná; 3. su anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión; 4. su Transfiguración; 5. institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.
     No es que Google sea una autoridad en lengua latina, ni menos en catolicismo, pero su traductor no está nada mal y nos da la siguiente versión del tercer misterio:
     En combinación con el llamado a la conversión en el anuncio del Reino de Dios.
     Suena a español americano, pero también a tradición católica al introducir llamada en vez de invitación.
     Un diccionario latino puede decirnos que “invitamentum -i” significa invitación, reclamo, atractivo.
     La misma carta apostólica nos explica el significado de ese tercer misterio:
     Est insuper lucis mysterium ipsa praedicatio qua Dei Regni nuntiat adventum atque ad conversionem hortatur, eorum condonans peccata qui humili fiducia ad Eum accedunt; hoc initium fuit misericordiae ministerii quod usque ad mundi terminum exercere perget praesertim per Reconciliationis sacramentum Ecclesiae suae concreditum.
     Y nuevamente la web vaticana nos proporciona una traducción con el matiz de invitar:
     Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión, perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe, iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia.
     Google vuelve a proporcionarnos una traducción bastante aceptable con el matiz de llamar:
     Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios, llama a la conversión y perdona los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe; Este fue el principio del ministerio de la misericordia que hasta el fin del mundo seguirá ejerciendo ha confiado a su Iglesia, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación.
     Nueva petición de ayuda a un diccionario nos lleva a que el término “hortatur” contenido en la explicación, tercera persona del singular del presente de indicativo de “hortor” puede significar cosas como “anima”, “exhorta”, “incita” y hasta “propugna”; en español esto parece algo más enérgico que “invita”.
     Me gustaría más un enunciado del misterio como “El anuncio del Reino de Dios llamando a la conversión”, pues llamada, vocación, es algo más tradicional en la forma católica de expresar la relación entre Dios y el hombre y no me parece que quede fuera de las posibilidades de una traducción que ha de ser fiel a las lenguas entre las que se efectúa y al patrimonio compartido de emisor y receptor; no es obligatorio ni aconsejable traducir igual un texto de un químico dirigido a otros químicos que un texto de un papa santo dirigido a los católicos.
     Cualquiera que sea el enunciado lo mejor es que recemos el rosario, poco importa si nos ayuda a llegar al Cielo por invitación o por llamada.

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