miércoles, 7 de mayo de 2014

Hacen falta más excomuniones

     “... con el poder de nuestro Señor Jesús entregar al que ha hecho eso en manos de Satanás; para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor.” 1 Co 5,4-5.
     “Algunos se desentendieron de esta y naufragaron en la fe; entre ellos están Himeneo y Alejandro, a quienes he entregado a Satanás para que aprendan a no blasfemar.” 1 Tm 1,19-20.
     ¿Estaban equivocados San Pablo y otros grandes santos y pastores de la antigüedad cristiana cuando utilizaban la excomunión, o están más equivocados los pastores actuales no utilizándola ni en casos de la mayor gravedad?
     Objetar contra las excomuniones es posible pues son contrarias a la sensibilidad de nuestro tiempo. Eso debiera ser un estímulo para utilizar la excomunión ya que tal sensibilidad consiste en derecho al aborto y no cazar bebés foca, no a la utilización de animales en experimentación científica y sí a la experimentación con embriones humanos (aunque tales experimentos sean tan abyectos como inútiles) y toda droga es de consumo legal pero fumar en locales públicos es lo peor de lo peor. ¿Alguna tiempo ha tenido como sensibilidad la cruz de Cristo? Vivimos un tiempo en que la sensibilidad, incluso en ambientes presuntamente de Iglesia, es francamente contraria a todo lo que viene de Dios o a él lleva, una sensibilidad de “Jesús hermano”, “Jesús amigo”, “Dios bueno” pero nada de “Dios es Señor”, “voluntad de Dios”, “el camino es el de la cruz”... Un ejemplo casi chusco es el de en un monasterio donde se niegan a celebrar la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote porque no destaca el aspecto “Jesús hermano”.
     También se puede poner el inconveniente de que hacer uso de la excomunión sería peor. ¿Peor que qué? ¿Que la apostasía masiva que estamos padeciendo en los países occidentales? ¿Que el engaño de millones de católicos, parroquias enteras, protestantizados por sus párrocos? Gracias a la confusión doctrinal y disciplinar tenemos católicos arrianos, gnósticos y predicadores de algo parecido a la apocatástasis pero más edulcorado todavía; esto en lo más dogmático, porque en lo moral tenemos católicos partidarios del aborto (perdón, de la elección de la mujer), del divorcio y los sucesivos matrimonios, de las uniones sin matrimonio alguno, del matrimonio entre personas del mismo sexo; vamos, de cualquier cosa menos el matrimonio como Dios manda. La Iglesia en países como España está desapareciendo, pura y simplemente; en pocas décadas puede quedar reducida a un uno por ciento de practicantes. Ni miles de excomuniones pueden empeorar eso.
     Hay que considerar la posible inutilidad de las excomuniones. Muchos herejes y cismáticos han seguido a lo suyo por mucho que se les excomulgó, pero siempre ha habido personas de buena voluntad, más permeables a la gracia, que ante la excomunión han recapacitado, hecho penitencia, pedido perdón y reintegrado a la plena comunión eclesial. Todo es inútil para el que no lo quiere aprovechar ¡habrá cosa más inútil que los sacramentos para los que los desprecian y profanan! pero recibidos con fe son vida y salvación. Desde la antigüedad la excomunión se ha visto como medicinal para el excomulgado, una forma de llamarle la atención sobre su situación objetiva de apartamiento de la Iglesia “a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor”. Debe tenerse presente que lo malo no es ser excomulgado, lo malo es haber dado motivo para ello; cuando se excomulga a alguien no se empeora su situación de cara a Dios (seguramente hay en el Infierno muchos que nunca fueron excomulgados), solamente se pone de manifiesto que, al menos desde la objetividad de los hechos, su situación es mala.
     La excomunión no solamente es para bien del excomulgado, es para bien de toda la Iglesia; a todos los fieles orienta el saber lo que es bueno o malo, distinguir los pastores a seguir de los lobos a evitar. Por mi parte pienso que el uso de la excomunión en casos de herejía, de los que las propagan desde los púlpitos, cátedra, libros y conferencias, tendría los mejores efectos. Cualquier católico, muy especialmente un sacerdote, que trata de orientar a otro hacia la buena doctrina se ve desautorizado prácticamente por la existencia de multitud de herejes, sacerdotes, que enseñan otras doctrinas; siempre le pueden responder “pues el párroco de … dice” y como ese párroco no está desautorizado públicamente por muy hereje que sea... Nuevamente nos encontramos con que una excomunión, como forma de señalar lo erróneo, es inútil para el que no quiere seguir la verdad; para esos tales digamos lo que digamos y hagamos lo que hagamos nada valdrá, bien lo sabía el Señor cuando dijo “no se convencerán ni aunque resucite un muerto” Lc 16,31 ¡Y resucitó y seguimos así!
     Llevamos décadas en que la Iglesia apenas hace uso de la excomunión. Sí, formalmente hay un número enorme de excomulgados latae sententiae, pero nadie se da por aludido y mientras los pastores no declaren formalmente las excomuniones los fieles tampoco somos quienes para señalar a uno con el dedo y decirle “estás excomulgado porque esto o lo otro que has dicho y hecho supone excomunión latae sententiae”. Me parece que el resultado de toda esta blandura y confusión ha sido nefasto. Los fieles tenemos derecho a ser orientados, Cristo ha puesto a los pastores para que nos orienten, para que distingan lo bueno de lo malo, la verdad del error, y nos ayudan muy poco cuando hay que ir a lo concreto, si esta persona es de fiar, si ese teólogo tan consultado por los medios de comunicación es católico o no. Para los fieles es malísimo esta especie de todo vale y todo el mundo es bueno. ¿A quién tenemos que hacer caso? Podríamos hacer caso al que nos dé la gana ya ninguno está desautorizado públicamente.
     Siempre se puede decir que la política de no excomunión ha sido adoptada y seguida por los más altos eclesiásticos, que a su ministerio unen gran ciencia y santidad, y las personas como yo (ni ministerio, ni ciencia, ni santidad) no estamos a la altura necesaria para llevarles la contraria. Pero si consideramos que los resultados difícilmente pueden ser peores y que hasta la burra de Balaán habló sensatamente, puede que tengamos razón los que decimos que hay que cambiar esta política.

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