miércoles, 29 de octubre de 2014

Derecho a casarse y nulidad matrimonial

     Dios estableció el matrimonio desde la creación del hombre y le dio sus leyes a esa unión de hombre y mujer orientada a la procreación, la ayuda mutua, etc. que Él bendice.
     Una de las características del matrimonio, así fundado, es su aspecto de derecho humano. Un hombre y una mujer que sean naturalmente aptos para el matrimonio, no estén casados, no tengan un parentesco estrecho o algún otro impedimento pueden casarse si así lo desean. Las autoridades religiosas o estatales pueden establecer algunos trámites, cautelas y ceremonias con fines legítimos como dar garantías a los propios contrayentes, a sus futuros hijos y a la sociedad: asegurar que los contrayentes cumplen los requisitos para casarse, que lo hacen de manera consciente y libre, que el hecho del matrimonio quede públicamente establecido con seguridad... Pero en ningún caso exigencias materiales y formales puedan anular ni obstaculizar el derecho a contraer matrimonio más allá de lo razonable y proporcionalmente necesario para los fines legítimos que persiguen.
     Jesucristo dio carácter de sacramento al matrimonio entre bautizados; a las bendiciones divinas que el matrimonio tenía desde el principio añadió esta gracia. Ya no hay matrimonio entre bautizados que no sea sacramento ni, sería ridículo, cabe sacramento del matrimonio sin casamiento legítimo. Y aquí viene una catarata de problemas planteados por una de las propuestas expuesta en la reciente reunión del Sínodo o alrededor de ella: la nulidad de los matrimonios canónicos en el caso de falta de fe de los contrayentes.
     Si damos por buena la idea de que la falta de fe de un contrayente, no haría falta que la padeciesen los dos, fuese causa de nulidad del matrimonio esto significaría dos cosas: Jesucristo impuso a los bautizados una condición más que a los no bautizados para casarse y los bautizados que hayan perdido la fe también han perdido el derecho a contraer matrimonio.
     La idea de que Jesucristo hubiese impuesto condiciones adicionales a los bautizados no se me haría nada dura, es Señor y si hace algo es porque es bueno, pero que tales condiciones supongan la anulación del derecho a casarse para los bautizados sin fe... Nuestro Señor, al hablar del matrimonio, se remite al principio, a la pureza del designio inicial de Dios, y me parece poco plausible que haya eliminado una de las características o propiedades que el matrimonio ha tenido desde el primer instante, su carácter de derecho accesible a todos los seres humanos que cumplen ciertas condiciones naturales, sin especiales exigencias sobrenaturales como puede ser una cierta fe.
     En los días del Sínodo he llegado a leer que al matrimonio de bautizados sin fe le faltaría para la validez esa creencia en el carácter sacramental del matrimonio, el querer hacer los contrayentes lo que hace la Iglesia a ese respecto. Me parece que esta idea no es consistente. Los bautismos de los recién nacidos son válidos pese a que esos niños ni tienen fe, ni quieren hacer lo que hace la Iglesia, ni siquiera creen en Dios; pero es que un sacramento es cosa de Dios, no somos los hombres los que damos carácter sacramental a nuestras acciones. El caso de los protestantes, bautizados válidamente y que no creen, es la doctrina habitual entre ellos, en el carácter sacramental del matrimonio es de considerar ¿declararemos nulos todos los matrimonios entre protestantes? Jamás ha sido esa la práctica ni la doctrina de la Iglesia que siempre ha considerado válidos, supuestas las condiciones mínimas, los matrimonios entre herejes.
     Espero que si esta propuesta sobre nulidad matrimonial por falta de fe sigue coleando nos ilumine el Magisterio pues el ambiente en que se ha producido me inspira la mayor desconfianza. En el reciente Sínodo y a su alrededor se han hecho propuestas claramente destructoras de la doctrina recibida de los Apóstoles sobre el matrimonio: negación de la indisolubilidad dejada como enunciado teórico pero sin consecuencias prácticas, introducción del divorcio so pretexto de nulidades reconocidas a toda velocidad y sin garantías o adición a la lista de causas de nulidad de algunas más. Y en este ambiente deletéreo se inserta la idea de que la falta de fe sería causa de nulidad con todos los problemas que conlleva.
     Ya tenemos bastantes dificultades y dudas con algunas de las nulidades actuales ¿qué sería si cualquiera pudiese alegar falta de fe para declarar nulo su matrimonio? ¿cómo se comprueba eso? ¿cómo se mide la fe para saber si era bastante en el momento de casarse? ¿existiría siquiera una pequeña proporción de matrimonios inatacables por ese lado? ¿podría un católico o una católica de buena fe tener la más mínima garantía de poder contraer matrimonio válido? ¿no estaríamos entrando en la hipocresía de afirmar las excelsas propiedades del matrimonio y a la vez negar su existencia real? Y por último ¿elevó Cristo el matrimonio a la categoría de sacramento con la intención de hacer imposible contraerlo a la mayoría de los bautizados, tengan o no fe?

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