martes, 14 de octubre de 2014

Seguimiento del Sínodo sobre la familia (VIII)

     El día 13 de octubre la sesión del Sínodo empezó, como de costumbre, con el rezo de la Hora de Tercia y la homilía correspondiente a cargo del Arzobispo de Ayacucho que dedicó, principalmente, a Santa Rosa de Lima.
    Lo fundamental de la mañana fue la presentación, por el Cardenal Péter Erdö de la relación tras las discusiones de la primera semana del Sínodo, que debe ser algo así como el documento inicial modificado para recoger lo dicho por los padres sinodales.
    Como no me han gustado nada, por disconformes con la fe o por ignorantes de las realidad del mundo en que vivimos, algunas de las cosas dichas en el Sínodo voy a buscar a continuación si se han colado en esta “Relatio post disceptationem” para no dejarlas sin impugnar.
    En el punto 3 se dice “...el Obispo de Roma ha invitado a reflexionar...” Yo habría puesto Papa, o Santo Padre o algo así. No se trata de un obispo más de una iglesia particular, el Papa Francisco convoca el Sínodo como Pastor Supremo de la Iglesia; no es el mismo caso que el sínodo que celebró el Arzobispo de Oviedo hace unos años. Además existen protestantes que no tiene el menor inconveniente en admitir que hay un Obispo de Roma, lo que niegan es que haya un pastor supremo de la Iglesia universal.
    Al final del punto 11 se dice “Esto exige que la doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus contenidos fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia.” Si se trata de la misericordia divina esa ya forma parte de los contenidos de la fe; si se trata de proponer los contenidos de la fe y la moral con manga ancha, para que uno escoja lo que quiera y haga lo que quiera so pretexto de misericordia, me temo que eso hasta puede ir contra los contenidos de la fe.
    El punto 29 comienza diciendo “La conversión debe ser sobre todo aquella del lenguaje para que resulte efectivamente significativa.” Si esto quiere decir que hay que buscar el lenguaje más adecuado para cada persona y situación, vale, pero el término conversión siempre debe referirse a algo mucho más profundo que las meras cuestiones de terminología. Si toda nuestra conversión se queda en palabras...
    Me parece de mucho peligro y desafortunado el punto 36. “Una sensibilidad nueva de la pastoral actual, consiste en acoger la realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas diferencias entre las convivencias. Es necesario que en la propuesta eclesial, aún presentando con claridad el ideal, indiquemos también elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden todavía o aún no a tal ideal.”
    Si la realidad de los matrimonios civiles es positiva y el matrimonio sacramental es solamente un ideal, algo mejor que el civil pero sin que el civil sea malo pues es una realidad positiva ¿para qué darle tantas vueltas al sacramento del matrimonio? ¿dónde está el problema? Yo habría escrito que el matrimonio civil puede ser menos malo que la mera convivencia sin compromiso, e incluso esto lo pongo en duda pues el matrimonio civil tiene un aspecto muy negativo de oficialización y proclamación pública de una unión ilegítima, aspecto escandaloso que no se da en la mera convivencia.
    La necesidad de opciones pastorales valientes, que proclama el punto 40, para hacer frente a las fragilidades familiares quedaría más que satisfecha si por parte de todos y en todas partes se proclamase la indisolubilidad del matrimonio, lo pecaminoso de los nuevos matrimonios de los divorciados, etc. Pero a juzgar por lo que vemos me parece que muchos no son lo suficientemente valientes y no se va a cubrir esa necesidad de opciones pastorales.
    Es interesante el contraste entre el punto 45 “Las personas divorciadas pero no vueltas a casar son invitadas a encontrar en la Eucaristía el alimento...” con el punto 47 en que se trata la posibilidad para los divorciados vueltos a casar y enseñan la patita Kasper y los de su partido.
    “Con respecto a la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucarística, algunos han argumentado a favor de la disciplina actual en virtud de su fundamento teológico”. Se reconoce que el que los adúlteros no puedan acceder a los sacramentos, si no se arrepienten, tiene fundamento teológico ¡y tanto! mientras que no se aduce fundamento teológico claro para que, en ciertos casos, se permita la comunión a los divorciados vueltos a casar; solamente se invoca una ley de la gradualidad que distinga entre estado de pecado, estado de gracia y circunstancias atenuantes. Yo no veo nada gradual en que se admita que confiese o comulgue alguien que está en situación objetiva de pecado y no tiene propósito de abandonarla; y si esa persona no tiene conciencia de pecado, interioridades en las que no podemos meternos, habrá que ilustrarla sobre su situación e invitarla a conformar su conciencia con la realidad.
     Al llegar al tema de la homosexualidad el documento flaquea bastante, como si algunos de sus redactores estuviesen abducidos por la tendencia dominante en los países occidentales.
    En el punto 50 se pregunta si nuestras comunidades están preparadas para acoger a los homosexuales aceptando su orientación sexual. ¿Aceptando qué? ¿Que es un hecho o que nos parece bien? El documento no lo aclara. Yo estoy dispuesto a admitir que en el mundo se dan toda clase de desórdenes, pero no a aplaudirlos.
    El 51 es todavía peor pues incluye lo siguiente “La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer.” No pueden ser equiparadas quiere decir que no son iguales, pero ¿son mejores o peores? La unión sexual entre personas del mismo sexo es enteramente condenable pero el punto no dice nada de eso, ni remotamente lo insinúa; en ningún momento llega a decir que sea mala. A tenor de la literalidad de la redacción hasta podrían ser buenas aunque no con el mismo tipo de bondad que el matrimonio.
    El punto 52 remata el disparate alabando algunos aspectos de las uniones homosexuales. “Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.” Tras admitir, quizás a modo de coartada, que en el asunto hay unos problemas morales, que deben estar muy poco claros y carecer de importancia pues no son dignos de ser mencionados, se afirman con toda claridad las virtudes; poco más y se les escapa escribir “apoyo mutuo hasta el sacrificio heroico”.
    En los últimos puntos, dedicados a la transmisión de la vida, se dicen cosas positivas y hasta se menciona favorablemente la Humanae Vitae, pero sin decir ni una palabra de la anticoncepción o el aborto, temas que no se tocan en todo el documento. Dudo que esta omisión sea inocente habida cuenta de que ambos temas se trataron en el Sínodo.
     Mi opinión global sobre el documento es desfavorable. Además de mucha consideración sociológica y palabrería buenista los patinazos en los temas más delicados, en aquellos en que más ataca actualmente el Maligno, son inaceptables.

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